2002

miércoles, 19 de mayo de 2010

En recuerdo de Ana


Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.


Gioconda Belli

sábado, 15 de mayo de 2010

Me siento en el banquillo... con Garzón


He tenido siempre vocación política. En ella me formaron mis maestros y educadores. A pesar de mi actual lejanía de la afiliación política concreta, me interesa la política, entendida ésta como militancia en lo comunitario, como compromiso con quienes sufren las injusticias, como acción sobre lo que debe cambiar para elevar y compensar a los últimos, como manera de incidir en la mejor organización de la convivencia, como búsqueda de la verdad, como grito de defensa de la dignidad humana en masculino y en femenino, como preocupación sincera por lo que ocurre a tu alrededor, por quien vive a nuestro lado. No me gusta escuchar que la desprecian. Sólo un ignorante puede afirmar que la política es despreciable. ¡Cuán pesada es aún entre nosotros la huella de una dictadura forjada sobre la idea de la política como origen de la “perdición y ruina” de la patria! Sí, el desprecio a la política no es más que un recurrente argumento fascista. Eso no quiere decir, sin embargo, que haya malos ejemplos de quienes envilecen la vida política con sus modos de hablar, con sus mangoneos y ninguneo a la ciudadanía. Está el panorama poniéndose a tono con los enemigos de la política. (Ya se verá en las próximas elecciones). Las dictaduras abominan de la política: Los carteles del “Prohibido hablar de política” se exhibían en lugares públicos durante el franquismo. Digo con frecuencia que nuestra Guerra (In) Civil fue el fracaso de la democracia y el aniquilamiento de la política, la victoria de la sinrazón de las armas de los militares. No sólo hoy por lo de ayer, hace ya tiempo que vengo arrastrando una vergüenza profunda. Verdaderamente, este país nuestro, del que podemos sentirnos orgullosos por millones de razones, es digno de vergüenza. Garzón, como cualquiera de los muchos personajes públicos, no ha sido para mí un mito o un modelo a seguir. Es más, es criticable por muchas razones. Pero de ahí al bochornoso espectáculo del Consejo del Poder Judicial hay una distancia sideral. No es casual que los que más avergonzados se muestran son quienes han sufrido persecución directa o indirecta durante alguna de las dictaduras más o menos recientes. Quienes investigamos qué pasó durante la represión del franquismo y nos hemos aproximado al dolor de los vencidos (que es y debería ser el dolor de todos) comprendemos bien el papel del juez en la recuperación de la memoria de los tanto tiempo olvidados. Hoy, como Llamazares, ni acato, ni respeto, me declaro no sólo objetor, sino insumiso de la justicia oficial, por la que siento, simple y llanamente, asco. Si a esto le añado la decisión de los gobernantes de apretar el cinturón a los de siempre para pagar el pato de quienes han jugado a la mala política, es un día para pensar que me gustaría vivir en otro planeta más justo, más respirable. Miro a mis hijas y espero y ansío tiempos mejores. Seguro estoy que vendrán, no pierdo la esperanza.