EN ESTOS DÍAS
Sé que anda algo abandonado este rinconcillo de palabras sueltas, de ideas sencillas, cotidianas, en su finalidad, simplemente, amables. Que acudo a él con menor frecuencia de la que en otro momento ha podido ser habitual, lo reconozco. Nunca he pretendido mirarme públicamente el ombligo: mis pelusas son sólo mías. Pero, tal vez por error, cuando hace un año empecé a oír hablar de esto de los blogs, alguien me explicó que eran a modo de diarios y eso fue lo que yo me propuse: escribir un diario de mis cosas. Esas que quizás a nadie interesen, pero que constituyen la pequeña esencia de mi alma. Un ejercicio, reconozco, bastante adolescente. ¿Quién no escribió un diario alguna vez? ¿Era Mari Trini quien lo decía en una de sus canciones?
No es mi intención dejar de regar este árbol a cuya sombra me gusta meditar y compartir. Debo reconocer que ando algo derrotado y que mi habitual optimismo se resiente por los quehaceres que envuelven mis rutinas: las clases, la formación, los padres, las madres, los alumnos, los profesores, alguna tertulia, las excursiones, el consejo escolar, los padres, las madres, los alumnos, los profesores…
Escapo un poco de ellas cuando me lanzo a la búsqueda de historias tristes, esas historias de vida repletas de miserias humanas y de nobles protagonistas olvidados que trataron de alcanzar con la punta de los dedos las utopías de la igualdad y en cuyo empeño encontraron sólo el sabor del plomo al amparo de un paredón sin testigos.
Y sobre todo, me ayuda a redescubrir cada día la luz de la esperanza esa ilusión de una niña de siete años que en cada caída de sus dientecillos de leche vive la intensidad del cambio que en ella se opera. Cada nuevo diente lo celebramos con ella y con…el Sr. Pérez, claro. Si a eso le añado una pizca del paciente cariño de la compañera fiel, la compañía de los años de discusión, de encuentros y desencuentros repetidos en que crecen las hijas adolescentes…y alguna esforzada carrera por los campos o las calles, no puedo ni debo quejarme. Me va fantásticamente.
Cae fuera el paro. Parece que hayamos olvidado la lluvia de estos últimos días, pero una verdadera tormenta de desocupados y empresas en crisis golpea en nuestras conciencias y alienta los titulares de la prensa económica. Toda la prensa ya es económica, incluso la deportiva, donde se manejan cifras astronómicamente vergonzantes. ¿A qué crisis esperan éstos?
Por eso mi vida, en realidad, poco importa si no la dedico a desentrañar el sentido último de la labor que ejerzo, la más antigua, la más difícil de las empresas humanas: EDUCAR. Por eso os cuento estas cosas, para ver en vuestras miradas y encontrar entre vosotros (uno, dos, tres…) el ánimo para seguir caminando. Por eso escribo: porque sé que estáis ahí: la niña de siete años, la de dieciocho, la de veinticuatro, la de cuarenta y ocho y todos vosotros. Escribir para vosotros me da el ánimo que a veces se me pierde y diluye entre las ru(t)inas. Escribir para mí me ayuda simplemente a encontrarme en vosotros. Porque, en definitiva, sólo en otros encontraremos a ese que nos falta. Sólo en la otra persona encontraremos lo que necesitamos para ser más personas. Gracias por todo vuestro ánimo a todos…Vuelvo enseguida.
1 comentario:
Llevas razón;
en ocasiones hay que buscarse en otro para encontrarse a si mismo.Es imposible vivir,crecer,crear,enseñar,aprender...sin razones,sin esos otros.Esos otros,mas o menos queridos,se convierten a veces en el único motivo para seguir caminando.Habra otras razones para hacerlo,a veces funcionamos por sistema y somos mas felices,pero te acabas dando cuenta y acabas haciendolo por ellos,por ti mismo.
Que no decaiga Leo.Ánimo que aun te queda mucho camino,para caer ahora derrotado.
Salud
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