GRACIAS A SUSAN BOYLE
“No digas de ningún sentimiento que es pequeño o indigno. No vivimos de otra
cosa que de nuestros pobres, hermosos y magníficos sentimientos, y cada uno de
ellos contra el que cometemos una injusticia es una estrella que apagamos.”
(HERMAN HESSE, 1877-1962)
Mirémosla bien. ¿Habríamos reparado en ella en el supermercado o en la calle? ¿Le hubiéramos sonreído? Admitamos que con frecuencia sólo nos dejamos llevar por las apariencias. En una escena de la película, ¿recordáis?, el padre le dice a Matilda: “La apariencia es el 99 por ciento de la verdad”. Y así es. En esta sociedad hedonista, ensimismada en el valor supremo de lo agradable, de lo bello, de lo bonito, de lo llamativo, de la marca que luce y distingue, de lo lujoso si es posible, parece que sólo cuenta el éxito del dinero o del cuerpo, eso es lo único importante. Y en esa batalla diaria, orquestada por la publicidad y los medios, es el mensaje que se les lanza a nuestros niños y a nuestros jóvenes. Todo vale para alimentar el negocio. Y así, nuestros jóvenes, nuestras jóvenes, especialmente ellos y ellas, en una inmensa mayoría, se rompen el culo por aparentar estar a la moda, ser los más bellos, vestir al día, calzar lo mejor, ir conjuntados con los complementos adecuados… Ya desde los 11 años van repintadas y supermaquilladas al instituto en un afán de igualarse, de ser mayores, de aparentar adultez, de agradar claro… y tiene quizás su lado positivo la cosa: Es, en ocasiones, un grito de libertad. Pero ¿dónde queda el rostro escondido de nuestra belleza interior? ¿Cultivamos esa belleza de los valores del alma, esos que nos hacen aún más libres? Me ocurrió en cierta ocasión que expliqué a un padre que su hijo era solidario, generoso, ayudaba a los demás, se implicaba en las tareas de la clase, era trabajador…y terminó preguntándome: Pero…¿ha aprobado? Susan Boyle nos ha demostrado que no debemos dejarnos llevar por las apariencias, que a veces, lo que sale de dentro es más hermoso que el envoltorio externo que tanto nos preocupa. Dice ella, a sus 47 años, que nadie la besó nunca. Probablemente, hasta ahora, ha pertenecido al inmenso ejército de los que nunca han ganado nada, ni siquiera una sencilla mirada de aceptación. Sin embargo, llevo unos días que para sentirme exultante y emocionarme escucho su interpretación y me dejo invadir por su voz y por su rostro. Escucho su canción y siento que asisto a un verdadero milagro, ese milagro que quisiera ver crecer cada día como resultado de mi esfuerzo por enseñar y educar a muchos de los que, desde los once años, ya han perdido toda ilusión, toda motivación y el sentido por encontrar un verdadero camino de formación, arrojando sus esperanzas al río de la ignorancia. Hoy quiero dar las gracias a Susan Boyle por este regalo de emociones, por hacer brotar en mí los bellos sentimientos que cultivo por los jardines del aula. Escuchad su canción aquí (quitad antes la música de este blog, arriba en el cuadro de slide, presionando el simbolito del altavoz, ok?): http://www.youtube.com/watch?
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