Yo tuve una vez un amigo. Hizo para mí de padre y hermano cuando los adolescentes de mi tiempo que comenzábamos a estudiar en la universidad no sabíamos casi nada de la vida, de la fe, de la política o del amor. Me regaló siempre el consejo sabio de la orientación adecuada. Muchas horas pasé a su lado, y junto a Lina, su mujer, en su librería. La “Librería Seminario” fue faro de conocimiento para muchos estudiantes de
Credo del caminante
Creo en la persona,
porque es la única forma de sentirme humano.
Creo en ésta persona,
porque así puedo soportarme a mí mismo.
Creo en la mujer y el hombre,
el anciano y el niño, el blanco y el negro,
en los del Norte, Sur, Este y Oeste.
Creo en los guapos y los feos,
idiotas, inteligentes, sanos y enfermos,
buenos, menos buenos y malos,
porque me reconozco en ellos y soy,
a la vez, su posible espejo.
Creo que aún es posible la esperanza,
aunque ésta sea frágil y difícil ser optimista,
una esperanza comprometida con nuestra tierra,
con los seres vivos.
Creo en la libertad,
es la forma de reconocer al otro.
Creo en el perdón,
porque no es olvido, es restituir la dignidad.
Creo que compartir es mejor que competir
y que la sobriedad es alternativa al consumismo.
Creo en la paz,
porque es obra de la justicia, no de la legalidad.
Creo en la justicia,
porque no existe sin la solidaridad.
Creo en la solidaridad,
porque sólo es obra del amor.
Creo en el amor,
es la razón de mi existencia.
Creo en Dios,
porque es amor y no me impide, es más, me alienta
a creer de esta manera.
Creo, también, que puedo dejar de creer.
Francisco Barco Solleiro, 1993
No hay comentarios:
Publicar un comentario