2002

sábado, 24 de octubre de 2009

DIARIO DE UN PROFESOR - Página 2

La escuela está necesitada de las mejores ideas




Acabo de llegar de Jerez. He estado allí con mis compañeros y compañeras de Intermón Oxfam presentando el libro de Desiderio de Paz, “Escuelas y Educación para una Ciudadanía Global. Una mirada transformadora”. Ante un nutrido grupo de Educadores, sobre todo Educadoras, he expuesto algunas ideas y reflexiones que, de manera sintetizada, quiero compartir con vosotros.


“La Escuela, el sistema de enseñanza, es el terreno de juego donde los diferentes poderes pugnan por imponer su modelo de sociedad y el papel que el propio sistema educativo debe jugar en su construcción.Son esos poderes los que han convertido a la Escuela en la “papelera de la sociedad”, al depositarse en ella el imperativo de solucionar muchos de los problemas que la propia sociedad no es capaz de resolver.


¿Qué papel juegan los profesores y las profesoras en este pulso? ¿Qué hacer? Esta es la pregunta que los educadores debemos formularnos.


Desde Intermón Oxfam hemos formulado una respuesta radical a esta pregunta: Hoy, más que nunca, es necesario el rearme de ideas de quienes realizamos la compleja tarea de educar. Es necesario recuperar el discurso ideológico sobre la escuela, es decir, empezar a aprender a mirar la realidad de la propia escuela y de la realidad donde se ubica, una realidad global, tratando de desvelar las trampas que han convertido a la Escuela en mera servidora del sistema social dominante.


Pero los profesores somos bastante reacios a la teoría y, de hecho, no solemos aprender a partir de la exposición de teorías, sino muy especialmente a partir del intercambio de experiencias. Sin embargo, las mejores experiencias educativas han sido aquellas que han estado sustentadas por sólidas teorías, por fuertes sistemas de ideas. Al final, siempre, deberemos enfrentarnos a la necesidad de la reflexión teórica. Los educadores y educadoras debemos situarnos frente a nuestra conciencia para transformar la realidad transformando el propio quehacer educativo.


El reto de la Escuela en cuanto tal es el reto que tiene ante sí la sociedad entera: construir una sociedad verdaderamente democrática y justa. Y para saber si una educación es democrática bastará con probar si favorece que todos los alumnos y alumnas reciben y gozan de al menos dos derechos: El primer derecho es el crecimiento o desarrollo personal, que no es simplemente el derecho a ser más desde el punto de vista intelectual, social o afectivo, sino el derecho a adquirir los medios de comprensión crítica y a abrirse a nuevas posibilidades. Esto significa no quedar excluido del poder del discurso ni del discurso del poder. El poder de leer, de procesar información, de descubrir el currículum oculto de tantos mensajes, el poder de un pensamiento complejo para comprender la realidad.


El segundo derecho es el de la participación. Una participación efectiva a nivel de prácticas, es decir, el derecho a participar en los procedimientos mediante los cuales se construye, se mantiene y se transforma el orden. Una participación en la reconstrucción del conocimiento y en el análisis de los procesos vividos.


Debemos seguir buscando respuestas para esos retos del mundo global que nos ha tocado vivir, en el que la calidad de la democracia radica precisamente en el progresivo reconocimiento de la condición ciudadana de todos y cada uno de los habitantes de este planeta. Es esta nueva perspectiva la que reclama no ya la aspiración, sino la exigencia de una ciudadanía global.Nuestra actual escuela refuerza demasiados conceptos ideológicos alienantes, justifica a su vez no pocas prácticas improductivas y poco satisfactorias y, sobre todo, es ciega a sus verdaderos fines.


Con frecuencia, espera la Escuela y con ella muchos educadores que la administración sea quien defina sus fines, o que lo haga la industria de la conciencia a través de los libros de texto… o lo que es peor, ni siquiera esperamos; simplemente hacemos “sin cuestionarnos” la finalidad de nuestras prácticas, sean individuales, grupales o institucionales. Nos inclinamos a pensar y a actuar instrumental y técnicamente dentro de la trama burocrática sin combatirla de modo crítico ni actuar positivamente para transformarla. La burocracia, pensamos, se encargará, por otra parte, de contener los conflictos sobre fines y valores para reducirlos a problemas técnicos. Y, sin embargo, es apremiante recuperar la dignidad de decidir el para qué de nuestras acciones, rehabilitar el diálogo y el pensamiento, devolver la voz y la palabra a quienes estamos a pie de obra.


Alguien dijo alguna vez que la mejor práctica es tener una buena teoría. Pero no nos confundamos, la teoría, decía Freire, no es lo contrario de la práctica…Lo contrario de la teoría es la verborrea vacía y falta de sentido. Y lo contrario de la Práctica es la rutina, la repetición de rituales viciados y envejecidos que convierten la enseñanza en una actividad estéril”.


Visitando el zoo de Jerez y al ver al solitario elefante “Buba”, pensaba que la Escuela es tan lenta a la exigencia de los cambios sociales como un paquidermo. Ayer, alguien del público, un viejo maestro, admirador de las ideas de Freinet, nos agradecía la bocanada de aire fresco que le habíamos llevado. Y es que la Escuela está necesitada de las mejores ideas para alimentar la esperanza de una Escuela mejor, posible y necesaria.

miércoles, 14 de octubre de 2009

DIARIO DE UN PROFESOR - Página 1

EDUCAR, O EL ARTE DE “ENCENDER LOS OJOS'

Llevo días arrancando hojas de este diario. Unas y otras hablaban de manera recurrente del "imperio de los exámenes", de "los mercenarios de la tiza", del "delito de enaltecimiento de la expulsión", de nuestros "niños de la calle" (que los hay como en tantas ciudades del mundo; daros una vuelta por la puerta del Instituto cercana la hora del recreo o de la finalización de la jornada escolar, allí los encontraréis)... Pero me he prometido a mi mísmo no dejarme ganar por la desesperanza. Por ello, he pedido prestado un texto a mi amigo José María Toro, maestro y educador, que cree como yo en el potencial transformador de las emociones en la ESCUELA.


"La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Si tu ojo es puro, todo tu cuerpo estará iluminado"

(Lc. 11, 33-35)

Cuando vemos luz tras una ventana sospechamos que hay alguien dentro. Por eso, cuando unos ojos se opacan, cuando pierden su brillo y la mirada se muestra apagada nos percatamos que esa persona es como una casa vacía.

Pocas cosas me resultan tan sobrecogedoras como los ojos apagados de un niño porque me indican que salió de sí mismo, vive exiliado de su propia alma y anda errante y perdido en medio del mundo.

Un maestro debe aprender a mirar la mirada de los niños y debe dejarse mirar por ella. Ha de saber que el niño de mirada perdida no puede mantener fija su atención porque su mundo interno es un laberinto, un caos, un desasosiego, todo un universo de tensión, inquietud, ansiedad e incluso miedo.

El niño salió de su casa sin saberlo y ahora no sabe el camino de regreso y no encuentra las llaves que le devuelvan a su propio hogar.

Los ojos no son sólo el espacio desde el que miramos sino que han de ser objetos permanentes y continuos de nuestra mirada.

Mirar a los ojos es una urgencia pedagógica, un impresionante reto vital.

Devolver el brillo, la luz y la belleza a los ojos apagados de los niños y jóvenes es también una competencia básica, un contenido curricular y una eficacísima herramienta metodológica.

Iluminar los ojos de los niños es devolverlos a casa, a su casa, a su corazón.

Es maestro quien con su propia lumbre prende lo que estaba apagado, aviva lo mortecino y es capaz de hacer resurgir algo nuevo de las cenizas.

Educar es, a fin de cuentas, el arte de encender los ojos del entusiasmo y de la alegría para que todo el rostro se ilumine con el resplandor de lo mejor de sí mismo".


Repito con frecuencia que hay que hablar y dirigirse a nuestros alumnos como lo que son --- un universo de dignidad infinita...--- y no como lo que nos parecen. ¿Por qué no se enseñará en las universidades el arte de encender los ojos?


viernes, 9 de octubre de 2009

TÚ TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO (Entrevista a un tuareg)

En este tiempo de comienzos de curso en que a cada paso se levantan fácilmente pequeños naufragios personales y me parece caminar por los diminutos desiertos del desaliento, encuentro bálsamo para las heridas del alma y una gran paz interior en historias como esta. Decididamente, envidio a los tuaregs y a cuantos hombres y mujeres de pueblos sencillos nos enseñan que la felicidad, la vida, está en la simplicidad radical de la armonía con la naturaleza. No he podido evitar querer compartirla con vosotros.




Entrevista realizada por VÍCTOR-M. AMELA a MOUSSA AG ASSARID


No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...!

Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo

- ¡Qué turbante tan hermoso...!

- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.

- Es de un azul bellísimo...

- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...

- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?

- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.

- ¿Por qué?

- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.

- ¿Quiénes son los tuareg?

- Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.

- ¿Cuántos son?

- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.

- ¿A qué se dedican?

- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...

- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?

- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.

- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?

- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre.... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

- ¿Sí? No parece muy estimulante. ..

- Mucho.. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

- Saber eso es valioso, sin duda...

- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!

- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?

- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!

- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?

- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. .. ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...

- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja....

- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.

- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?

- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...

- ¿Tanto como eso?

- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.

- ¿Qué pasó con su familia?

- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome...

- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?

- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...

- Y lo logró.

- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.

- ¡Un tuareg en la universidad. ..!

- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.

- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?

- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!

- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.

- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...

- Fascinante, desde luego...

- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor....

- Qué paz...

- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.