2002

martes, 30 de septiembre de 2008

ANTONIO PAVÓN, escritor


El verano, como sabéis quiénes me hacéis el honor de leer estos escritos más o menos apresurados y siempre dolorosos (os puedo asegurar que escribir es para mí, a pesar de lo que piensen algunos, un trabajoso parto), me trae siempre, además de la posibilidad de incrementar el ritmo de producción de abrazos dirigidos a los míos, especialmente a mi hija de siete años, ---ella sí que me hace enamorarme de la vida y reencontrarme felizmente con el mundo---…el verano…me trae siempre, digo, tiempo para la lectura.

Permitidme que muy brevemente os comente algunos de esos libros con los que tenía una imperiosa necesidad de ajustar cuentas. Comprados muchos meses antes a través de Internet, patria en la que han nacido (Me refiero a su edición en www.librosenred.com que no a las manos y a la mente donde han sido urdidos y gestados), pude, al fin, leer “Exitus” y “Lucrecia y la rata”. Bien sé que estos títulos, así tal cual, dicen poco a muchos. Pero os diré que el autor de estas dos obras es ANTONIO PAVÓN LEAL, un combativo profesor de francés nacido en Gerena y, sobre todo, un entrañable amigo desde siempre. Y no siempre, uno, claro, cuando lee en la playa, puede decir a quien le pregunta que lee el libro de un amigo: Doble placer de esa lectura.

Sería extenso, además de difícil para mí, referirme en detalle a sus libros. No soy crítico literario y sólo poseo un conocimiento intuitivo del mundo de la literatura. Pero tengo, sin embargo, el modesto oficio del viejo lector que soy (He dicho viejo, no anciano, eh) y, sobre todo, las ganas de hablar (bien) de mi amigo el escritor. De él conocí ya hace muchos años, no sólo su fecunda voracidad lectora, sino algunos poemas y algún que otro relato breve. Esta vez, sin embargo, estas dos obras sí que te dan la oportunidad de descubrir a un autor mucho más allá del horizonte del primer ensayo, de esas iniciales intenciones tan ingenuas de las primerizas páginas. Dos libros que indican hacia la dirección de un más intenso momento futuro de fecundidad creativa.

Su capacidad para describirnos ambientes sociales y paisajes naturales que tan familiares nos resultan; sus tipos humanos nacidos del cotidiano de ese pueblo del que él mismo procede; su poder de penetrar en los personajes más diversos, incluso en los más insondables (basta leer “Lucrecia y la rata”, sobre todo a la rata, para darse cuenta de ello); el entramado global de sus fábulas… no sólo muestran una madurez narrativa a la altura de otros escritores andaluces, sino que apuntan a esa obra definitiva que está por venir.

A quienes ya tenemos una edad ---muy buena edad, por cierto---, sus libros nos transportan a una época que algunos hemos vivido muy intensamente. Os sugiero su lectura, os aconsejo ese viaje, esa “salida” (“exitus”) por el mundo que Antonio nos describe. Es leyendo sus libros como ayudamos a un autor a crecer como escritor, ese escritor que Antonio Pavón, en nuestro caso, siempre ha soñado ser y que ha llegado a ser. Hay un pasaje, en “Lucrecia y la rata”, en el que sus personajes dialogan:

“- Soñar no sirve para nada.

- A mí me sirve para vivir.

- Para vivir hay que tener los pies en la tierra.

- ¿Y dónde crees que los tengo yo?

- Tú ya me entiendes.

- Sí, eres tú la que no entiendes que los sueños son la avanzadilla de la realidad. O sea, que lo que se sueña acaba cumpliéndose, a menudo para nuestra desgracia.

- Eso será si se sueñan cosas malas.

- Y cuando se sueñan cosas buenas también, porque el género humano tiene una probada capacidad de envilecimiento.

- ¡Vaya! ¿Y entonces?

- Entonces hay que forjar nuevos sueños para que el mundo siga en marcha.”

Puedo asegurar que hace muchos años que sus amigos presentíamos la literatura que nacería de Antonio Pavón, los sueños que él forjaba en su alma tímida y buena. Era más que evidente que soñaba con ello. Y no hay más que perseguir a un sueño para terminar, antes o después, atrapándolo por la cola y trayéndolo al mundo de lo real. Hay libros cuya lectura te satisfacen con mayor o menor plenitud. Pero hay algunos libros que te hacen sentir una satisfacción especial, un cierto orgullo, porque, al sentirte cercano al padre de esas páginas, te ves aparecer en alguna sencilla “coma”, en algún modesto punto y coma, allí, apareces tú, o al menos, así te ha gustado verte. Gracias, pues, Antonio, por estos regalos. Esperamos más, muchos más.

sábado, 27 de septiembre de 2008

¡Aureliano, Dios lee nuestros blogs!






Aureliano, hoy, al abrir el correo, he recibido con sorpresa un email que me solicitaba hacer público este mensaje. La firma del remitente es una simple “D” y me ha sido totalmente imposible localizar su dirección. Adjunta las fotos que os muestro. El mensaje dice así:


“He sabido de esa búsqueda de Jabey y sus hermanos y he aquí que he decidido dar señales de vida. No es difícil encontrarme: Mirad a los niños, sólo sus ojos tienen un poco de Dios en las pupilas. Buscad esas miradas en la generosidad de quienes se dan y en la angustia de quienes se han sabido perdidos para siempre. Hace tiempo que vuestros egoísmos me expulsaron al fecundo territorio de quienes cultivan la esperanza. Allí comparto su suerte, por eso me suponen perdido. Las confusas noticias que les llegan y que les hablan de vuestro falso paraíso les hacen emprender esos arriesgados y penosos viajes con que alimentáis rutinariamente vuestros informativos, vuestra indiferencia y vuestros miedos. Sólo ellos, los más pobres entre los pobres, con su búsqueda, os ayudarán también a vosotros a encontrarme y harán posible mi presencia para siempre con unos y con otros.”

viernes, 26 de septiembre de 2008

A Pepe el de "La Cueva", con cariño


No puedo, no podemos, más que quererle. Forma parte de manera indeleble, de los paisajes y vivencias más entrañables de nuestra infancia, al menos de quienes nacimos y nos criamos en el entorno de la vieja Plaza de Abastos. Cuando eché a andar y jugaba y corría y cuando me eché abajo cien veces las rodillas sobre el duro enlosado de “La Plaza”… allí ya estaba él.

“La Cueva” fue uno de mis territorios más explorados: las bestias en la cuadra, la pileta del agua coloreada en su fondo por el verdín del musgo, su desvencijada puerta del campo, los jornaleros en la taberna y al “Niño” tras la barra… Y, sobre todo, con la fuerza de los recuerdos más vigorosos, vive aún en mí ---yo tendría los seis o siete años---, el triste velatorio y la no menos apesadumbrada comitiva que acompañó el pequeño y pobre féretro de un niño de corta edad, hijo de unos forasteros que estaban, de paso, alojados en La Cueva. Recuerdo bien aquel entierro, verdadero entierro sobre un minúsculo hueco abierto en la tierra, a pocos metros de la entrada del primer patio del cementerio, a la izquierda. ¡Cuán triste debió ser para el niño que fui, vivir la muerte de aquel otro niño!

Ojear fotos, viejas revistas o carteles anunciadores de acontecimientos pueblerinos de los últimos cuarenta años es una posibilidad más que cierta para encontrar a Pepe en primera fila. Ya sean bodas, bautizos o procesiones, allí, muy cerca, aparece la silueta inconfundible que nos confirma su presencia. Y porque de los entierros no tenemos memoria gráfica… Aunque bien sabemos que no falta a ninguno. ¡¿Cómo no querer a quien da tan buena compaña?!

¿Qué mundos, universos…pueblan su dispersa mirada? ¿Qué pensamientos cruzan por su alma, en su trabajo de testigo permanente de la vida cotidiana del pueblo?

Le recuerdo en cierta ocasión en el hospital. Bajo la sábana, temblaba como un niño en su primera experiencia entre médicos. A su lado, el más vigilante y emocionado cuidado de Soledad, su madre, y toda su familia. Porque Pepe… Bueno, Pepe es mucho Pepe para todos ellos.

De seguro que él no será objeto de homenajes y pergaminos, pero si instituyéramos en Gerena un premio para destacar la compañía más fiel, Pepe tendría pocos rivales.

Ya hace algún que otro año que se lo pedí: ¿Te importa que te haga unas fotos? Y he aquí, fijaros bien en la imagen, que el espejo, sin querer el fotógrafo, nos devolvió toda la bondad y la inocencia que este ser humano tan entrañable lleva en su rostro. ¿No hay quien dice que los espejos nos hablan reflejando el alma de quien se mira en ellos?

Cada vez que me lo encuentro, renacen en mí los recuerdos de mi niñez. Y es que Pepe nos transmite una cierta memoria de infancia inacabable. Parece como que en él hubiera quedado el tiempo detenido y, con el suyo, el de todos.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

El Paseante (I)


Hace tiempo, más de medio siglo ya, que decidí que no podía permitirme el lujo de ser pesimista un solo instante. Siempre he pensado que hay demasiados motivos para la esperanza y para hacer florecer una mirada optimista sobre cuanto acontece a nuestro alrededor, aunque haya mil injusticias que denunciar y combatir. Por eso he alimentado los sueños de un mundo mejor. Precisamente, sólo luchan los que están esperanzados. Ante los problemas, aplico aquello que un día me dijo un alumno universitario: ¿Sabes, Leonardo, lo que es un problema? Un problema no es más que un embarazo de soluciones. Es la más hermosa definición que jamás me dio alguien sobre un concepto tan cotidiano. Tal vez sólo sea comparable a aquello que nos dijo el más grande de los pedagogos del siglo XX, Paulo Freire: Debemos siempre "convertir las dificultades en posibilidades". Consciente de la larga lucha que aún queda para que se abra paso por entre las miserias de nuestra condición humana, con plenitud, la dignidad de todos y cada uno de los seres humanos, el tiempo presente, el local y el global, nos trae, en mi opinión, retazos de optimismo y esperanza en la medida que crece la conciencia moral de hombres y mujeres sobre el mundo en el que viven: la defensa de la naturaleza, la lucha por los derechos humanos, la denuncia de las desigualdades, la resistencia a la guerra... Ahí está la clave de las conquistas sociales, en ese empuje, cada vez mayor, por hacer brillar el sol de la esperanza y de la sonrisa.




Cuando estudiamos esa parte de la Geografía que llamamos Geografía Urbana, trato de explicar a mis alumnos y a mis alumnas que el pueblo que vemos, como lugar de vida, como cualquier espacio humanizado, no es más que el resultado de las acciones emprendidas por los seres humanos a lo largo del tiempo allí donde han decidido vivir. De este modo, surgen, se desarrollan, crecen, decrecen, progresan o mueren, total o parcialmente, nuestros pueblos o ciudades. Y lo hacen de un modo u otro a partir de las decisiones de quienes forman y, sobre todo, de quienes lideran esas comunidades. Para bien o para mal, con sus ventajas e inconvenientes, nos encontramos envueltos en mutitud de cambios. Quizás no seamos nosotros quienes le observamos, quizás sea el propio pueblo el que nos mire. Unas veces, estupefacto por el olvido que se cierne sobre él, otras veces, admirado por el mimo y el cuidado con que le tratamos. Hemos de admitir, a la vista de algunas imágenes, que hay un pueblo que ha dejado de latir y se encuentra en el trance de sucumbir bajo el abandono al que le ha llevado la avalancha urbanizadora que trajo el negocio de unos mercaderes, que, a la vista de los acontecimientos actuales, estaban equivocados. ¿Quién pagará el precio de esos errores?



martes, 23 de septiembre de 2008

El "cucharro" de la sostenibilidad


Aquí está solo. Más bien, aislado, ya que no podéis ver lo que hay a su alrededor: cientos de platos y vasos de plástico sucios, a punto de ir a la basura tras un sólo uso. Un sólo uso. Digo bien y repito: ¡Un sólo uso! ¿Cuántos hombres de campo habrán aliviado su hambre en él durante los deseados descansos de las penosas jornadas de trabajo? ¿Cuántos gazpachos de domingo y celebración habrán refrescado sus entrañas? ¿Cuántos sopeaos habrá acunado su centenaria concavidad? La cultura del usar y tirar ha ido abandonando los viejos útiles de la cultura campesina en los oscuros rincones de los "soberaos". Allí, o en las casonas de las huertas dormitan sus sueños de siglos, reducidos al nivel de cacharros . Pero nuestro "cucharro", como esos olvidados trastos viejos, puede pavonearse de resistir al tiempo y a los avances de la industria petroquímica. Nacido del humilde y poderoso traje de los alcornoques, esos árboles capaces de vencer al fuego, monstruo al que sucumben la mayor parte de las criaturas del bosque, nuestro "cucharro", es toda una oda a la sostenibilidad, a esa firme creencia de que todos los caminos del futuro más posible conducen inevitablemente a conductas respetuosas con los rítmos de vida que marca la madre naturaleza. Quizás haya quedado para algunos, jóvenes y no tan jóvenes, en la anécdota casi exótica de una demostración culinaria. Pero puedo aseguraros,en mi opinión, que no ha habido en la Feria Ganadera, artilugio más cargado de futuro: Un verdadero canto a nuestra cultura milenaria, la pasada y la "por venir".

domingo, 21 de septiembre de 2008

El primer día de Clase: Somos Geografía

Diario de un profesor (I)


Dicen los investigadores de la educación que los profesores guardamos la intimidad del aula con el mismo celo con que preservamos las interioridades de lo que sucede en nuestra alcoba. De ello quizás dé fe el repetido y permanente gesto del cerrar la puerta tras nosotros una vez que entramos en clase. Es… ¿para que nada nos moleste…? ¿Qué ocurre en el interior de un aula? Llevo haciéndolo casi a diario más de veintiséis años y también he sido de las pocas personas privilegiadas que ha podido observar qué sucedía en el aula de otros profesores. Hoy os abro mi puerta. Mirad y estad atentos, así trabajamos. (Todos los nombres que encontraréis a continuación no corresponden a los alumnos y alumnas reales para preservar su intimidad.


Ellos me esperan fuera del aula y al abrirles la puerta los voy saludando con cordialidad. Es el primer día de clase. Conozco a muchos de ellos, aunque sólo a dos les he podido tener en clase anteriormente, son repetidores, ese genuino producto de la Escuela. Me acerco a la mesa del profesor para dejar sobre ella un voluminoso cuaderno de anillas y mi caja de las plumas que saco de la cartera. Mientras lo hago, repaso en mi cabeza muy rápidamente el guión que el día anterior elaboré en casa y que me ayudará a desarrollar la clase. Dejo abierto el cuaderno con esa guía a la vista, que me indicará las tareas y el material que deberé ir entregándo conforme avance la clase.

He cogido el listado de alumnos y dirigiéndome a todos les digo:

- “Buenos días. Vamos a pasar lista. Es lo primero que se hace, ¿no? Me miran en silencio y asienten. ---Tienen demasiado interiorizado el “ejercicio del control” llevado a cabo rutinariamente por quien ostenta “la autoridad” dentro del aula. Es una de las funciones atribuidas al sistema de enseñanza desde sus orígenes como sistema. Claro, que ellos ignoran el océano de tinta que sobre el control en la escuela ha derramado la sociología de la educación---.

- No, ---les digo---. Yo creo que las normas de la buena educación, de los modales correctos, nos obligan a que, primero… ---y dejo así la frase, solicitando con mi mirada una respuesta---.

- Lo primero es…---Y como sigue el silencio, yo contesto---,…que nos presentemos.

- “¿Todo el mundo me conoce?” --- Es más que evidente que saben quién soy. El director es siempre un personaje público en un centro y, en mi caso, hasta más allá de las vallas del recinto escolar---.”Yo soy Leonardo. No me importa que me llaméis Leo. Leo no es más que el apócope de Leonardo”. Ello da pie y me sirve para explicarles que, del mismo modo, existen apocorísticos, es decir, nombres formados a partir del acortamiento de otros, pero, en ese caso, utilizándose la parte final del nombre. Por ejemplo, Lena, apocorístico de Elena o Magdalena. Lena es para muchas un bello nombre.

- “Soy Leonardo… y seré vuestro Profesor de Sociales. Estudié Geografía e Historia en la universidad y me especialicé en Geografía. Me apasiona la Geografía. La considero una ciencia muy útil para los seres humanos. Mirad, la Geografía estudia el escenario en el que se desarrollan todos los acontecimientos humanos: el relieve, el clima, los ríos, la agricultura… La Geografía estudia dónde vivimos, quiénes y cuántos somos y qué hacemos en cada lugar para vivir. Trataré de hacerla atractiva, interesante, bonita y, sobre todo, valiosa para que con ella seamos capaces de entender el mundo en el que vivimos. Porque, y esto no debéis de olvidarlo, todo a nuestro alrededor es Geografía”.

Es mi primera excusa para preguntarles por su mayor, o menor, o nula inclinación hacia el estudio de la Geografía. Muchos reconocen abiertamente que no les gusta.

Cuando en mi presentación les he dicho que pueden llamarme Leo, he evocado con fuerza, de una parte, los comentarios despreciativos que sobre el “colegueo” ha esgrimido en alguna ocasión, creo que contra mí, alguna profesora. Comentario, pienso, de quienes en mi opinión olvidan que la AUTORIDAD es una cualidad que no se impone por la fuerza o por la aplicación a rajatabla de las normas, sino que constituye un valor que viene dado por el reconocimiento externo a la práctica de determinadas actitudes con las que ayudamos a “crecer” y a ser mejores a nuestros alumnos. Es verdad que la confianza mata al hombre, como bien recuerda el dicho popular, pero prefiero que los alumnos me fallen por poner en ellos confianza, que por hacer de ellos sujetos de permanente desconfianza. Cuando sufro alguna decepción de su parte, siempre se lo recuerdo: “Os doy confianza para que seáis mejores”.

De otra, me ha recordado algún desagradable y reciente incidente entre un profesor y sus alumnos al que éstos vapulean impunemente, ocultándose en el anonimato de la masa, con un mote verdaderamente ofensivo. Ello da lugar a un comentario, el primer comentario con seriedad grave con el que les señalo la importancia de llamar a cada cual por su nombre y no por el mote más o menos ingenioso y siempre doloroso con que bautizamos a determinados compañeros o profesores. Por ello les recalco que seremos muy severos con aquellos que atenten contra la dignidad de nuestros nombres. Es el primer día y no viene mal delimitar con claridad el terreno de juego en el que debe reinar el respeto mutuo.

Termino mi presentación indicándoles que, además de llamarme como me llamo, “soy de Gerena y… ---bromeo con ironía---, por lo tanto, los que nos seáis de Gerena, sabed que os va a ser muy difícil aprobar esta asignatura”. Se hace un silencio de cierto estupor en la clase. Es tan increíble lo que les acabo de decir que puedo observar sus caras de asombro. Como se mantiene el silencio, yo prosigo, dirigiendo mi mirada a una de las alumnas que está a mi lado: “¿verdad?”. Me mira a los ojos y mueve al poco su cabeza en señal de desaprobación.

- “¡Claro que no, hombre! Nadie es mejor o peor por ser de donde es”. Y en este punto les señalo que una de las riquezas más valiosas de nuestro centro es esa variedad de orígenes, esa pluralidad de procedencias de su alumnado. “Unos sois de Las Pajanosas, otros de El Garrobo, de El Castillo y sus aldeas o de Gerena. Sin contar a Laura que viene de Aznalcóllar o a Fernando que es de Guillena. “¡Y esto es también Geografía, chavales! El lugar del que venimos nos hace parecidos en unas cosas y diferentes en otras. Poseemos costumbres y hasta culturas diferentes.”

Es hablando de esto cuando descubro delante de mi a Fernando. Ha venido a clase con un simple papel doblado hasta su mínima expresión y un bolígrafo. Ese es todo su pertrecho, toda una verdadera declaración de intenciones: “¿Eso es todo?”, le pregunto. ¿Tú de dónde vienes? Inmediatamente, mis preguntas me llevan a conocer que algo no ha ido demasiado bien en su vida anterior de estudiante antes de ingresar en nuestro instituto. Es uno de los pocos repetidores del grupo. Enseguida tengo esa impresión ya conocida de que estoy delante del típico estudiante desastre al que costará ganarlo para la causa del trabajo. Quiero pensar, sin embargo, que podremos ganarlo para esa batalla del éxito y que seremos capaces de sacar de él su mejor yo. No puede ser de otro modo. Nunca he asimilado nada bien escuchar a un profesor decir sobre un alumno: “Éste ni ha aprobado, ni aprobará jamás”. Expresiones como ésta debieran estar prohibidas en el diccionario de los educadores. Sólo educan quienes mantienen viva la esperanza. Veremos a ver qué pasa con Fernando. Pienso en ese momento que sus padres tendrían que haber estado más vigilantes. Las impresiones del primer día son fundamentales, marcan el inicio del camino. Y su hijo acaba de hacer todo un alarde de disposición ante el trabajo escolar. Y es que, siempre, la familia es parte del problema de un alumno con problemas. Como dice Willis en “La escuela, el Estado y el mercado”, bastará que “cambiemos a los padres para obtener otros alumnos”…Claro que una madre me contestó a esto una vez: “del mismo modo que bastaría cambiar a los profesores para tener otra enseñanza”. En fin, ojala me equivoque, pero queda un duro trabajo que llevar a cabo con él. Sin querer centrar demasiado la atención en él, le dejo con un “bueno, ya hablaremos tú y yo más adelante, ¿vale?”.

Y prosigo la clase en el punto en que la dejamos para abordar con ellos otra cuestión “geográfica” que me parece de interés resaltarles: “…Soy de Gerena, aunque no se me note en mi manera de hablar. Mirad, me eduqué con curas en un colegio religioso. Ellos, entre otros influjos más o menos notables, me corrigieron, hasta cambiarla del todo, mi forma de expresarme en la lengua de “la madre que me parió”, lo que llamamos la “lengua materna”. Aquí, les señalo a Jordi, que nació en Cataluña, a Gunter, alemán de nacimiento… y ellos me ayudan a desarrollar la idea que trato de exponerles: “Esto también es Geografía. También somos Geografía en nuestro modo de hablar y expresarnos. En apenas unos kilómetros, nuestros pueblos mantienen rasgos distintivos en sus hablas: unos ceceamos como en Gerena, otros seseáis, los de Guillena, y otros, como en Olivares, llellean”. Y de aquí pasamos al llamativo hecho que encontramos en nuestros pueblos: la frecuencia de nombres tomados del patrón o la patrona de la localidad, un fenómeno que también marca esas geografías distintivas de las que procedemos.

“He aquí que yo debería cecear como la madre que me parió --- (Sé que esta expresión les resulta algo chocante y por eso se la repito. Pero estoy seguro que de este modo olvidarán menos el concepto de lengua materna que trato de enseñarles) ---, pero, ya veis, hablo, como esos presentadores de Canal Sur que disimulan sus modos andaluces de hablar.

Llegados a este punto, les propongo un juego de presentaciones: Por parejas, cada uno deberá presentar al compañero o a la compañera que tienen a su lado. Les digo que deberán hacerlo del modo como a él o a ella les gustaría ser presentados y que deberán destacar sus rasgos y cualidades personales, sus valores como estudiantes y los sueños, afanes, objetivos e ilusiones que albergan en este comienzo de curso. Aparte, además, qué edad tienen, de dónde son y qué lugar o lugares han visitado este último verano. Eso que vamos a llamar las geografías que hay en nosotros, nuestras “geografías personales”.---Porque hay muchas geografías en cada uno de nosotros: de dónde son nuestros padres, dónde hemos nacido, en qué localidad vivimos actualmente, qué lugares, cercanos o lejanos, hemos tenido la oportunidad de visitar y conocer… Estoy seguro que necesitaríamos todo un curso para conocerlas a fondo y que ello suscitaría en todos ellos mucho más interés que el desarrollo de un currículum escolar, casi siempre aburrido y que, una vez estudiado, todos se aprestan a olvidar una vez aprobada la asignatura. He de confesar que nunca he olvidado los lugares de los que procedían cada uno de mis muchos compañeros del colegio… hace ya casi cuarenta años---

Pasados unos breves minutos y sin seguir el orden de lista, la primera en ser presentada es Elena. De ella dice su compañera Inés María: “Ella es Elena. Tiene 14 años. Nació en Sevilla y vive en Gerena. Este verano ha estado en Madrid y en Matalascañas, en la provincia de Málaga. “¡¿En la provincia de Málaga?!”, interroga el Profesor. “Ay, no, en la provincia de Huelva”, corrige Inés. “Bueno… en Huelva… continua”. “No le gusta mucho estudiar y de mayor quiere ser psicóloga penal…”. Esto último me sorprende gratamente. ¿Influencias de las muchas variantes de los CSI´s que nos entretienen en la tele? Le pregunto por su apellido, que enseguida la delata como “forastera”, término éste que aún utilizan muchos de nuestros mayores para identificar a los de “fuera” sin ánimo ofensivo, y que viene a evidenciar una vez más esa infinidad de pistas que marcan los múltiples cambios operados en el seno de la sociedad local. Y debo confesar que, por ello, en clase, cada vez viene siendo más difícil lo de nuestros abuelos: “Niña, tu eres de fulanito, ¿verdad? Te he sacado por la pinta”. Ahora ya, en muchos casos, ni por los apellidos. Punta ésta, como digo, de un iceberg de cambios en los que se encuentra sumergido nuestro pueblo y que han terminado por diluir la lenta asimilación con la que se recibía e integraba a los que decidían en otro tiempo cercano vivir entre nosotros.

Y de este modo, continúa todo un rosario de presentaciones que apenas se salen del guión anterior: edad 14, 15 años… No le gusta estudiar… Hay quien quiere ser maestra, alguno, veterinario… Y sus veranos me ayudan a hacer un repaso de sus geografías más cercanas…en las que se verifica que, efectivamente, “somos geografía”. (Continuará)

lunes, 15 de septiembre de 2008

De libros (II): Comprender las dudas de Dios

















“La libertad era un don, había dicho la Serpiente. Pero parecía que ni el mismo Elokim (Dios) entendía la libertad. Quería que fueran libres, pero los atrapaba con aquellos mandatos incomprensibles. ¿De qué estaría hecho?, se preguntó. ¿De dudas también como nosotros?” (Página 208)


Muchas han sido las que han pensado que sólo Gioconda Belli podía escribir un libro como “El infinito en la palma de la mano”. Era lo esperado para ellas, porque en gran medida no es más que la continuidad temática de una parte importante de su obra anterior y, sobre todo, el resultado inevitable de la sencillez deslumbrante de su poesía y del lirismo militante que inunda sus escritos. Leed si no su poema “Los portadores de sueños” y lo comprobaréis.


En esta ocasión, con el tal vez poco original argumento de la archiconocida historia bíblica del “pecado original”, Gioconda Belli, nos adentra en una profunda reflexión sobre el porqué de nuestra condición de hombre y de mujer en relación inevitable, destacando su convencida visión femenina del mundo como afirmación suprema, sin exclusión del “otro”, de la identidad que le es propia como ser humano singular. Es un penetrante viaje al esforzado descubrimiento y a la lenta construcción de nuestra condición desde sus orígenes: “- Eva, Eva, nunca te cansarás de hacer preguntas. – Si se me ocurren preguntas es porque hay respuestas”. “- Adán, ¿dónde vamos cuando dormimos? ¿Quiénes son esos como nosotros que viven dentro de nuestros sueños?”

Para todos, para todas, una lectura muy recomendable.

Podéis acercaros a su obra en http://www.librosgratisweb.com


Y Dios me hizo mujer


Y Dios me hizo mujer

de pelo largo,

ojos,

nariz y boca de mujer.

Con curvas

y pliegues

y suaves hondonadas

y me cavo por dentro

me hizo un taller de seres humanos.

Tejio delicadamente mis nervios

y balanceo con cuidado

el numero de mis hormonas.

Compuso mi sangre

y me inyecto con ella

para que irrigara

todo mi cuerpo;

nacieron asi las ideas

los sueños,

el instinto

todo lo que creo suavemente

a martillazos de soplidos

y taladrazos de amor,

las mil y una cosa que me hacen

mujer todos los dias

por lo que me levanto orgullosa

todas las mañanas

y bendigo mi sexo.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Un ejercicio de escritura colectiva o el descubrimiento del nosotros a través de la escritura

Os propongo un juego a cuantos me hacéis compañía por esta página. Os hago la propuesta de escribir juntos. Se trata de escribir en el “comentario” lo que cada foto os sugiere. Para ver la foto con mayor detalle basta clickear en ella. Yo lo iré convirtiendo en un texto coral y colectivo, ¿ok?. Es tan simple como estimulante, o al menos eso espero. Ánimos. Espero en vuestros comentarios el alma de vuestro teclado.



Ahí dónde lo veis Jabey no vende gafas, ni pulseras, ni mucho menos collares. Sólo es una tapadera. Jabey vende baratijas como coartada, es una táctica, aunque, para que parezca verosímil, a veces regatee el precio de sus cachivaches.
Jabey es todo un profesional.

Pero su misión es otra. Él no ha venido a España para vender nada, ni para buscar trabajo, el no ha arriesgado su vida navegando sobre los ejes de un camión para acabar vendiendo basuras a los cuerpos que se tuestan sobre la arena. ¿Nadie se ha dado cuenta?.

Su destino es más grande. Enorme.

No debería contarlo... Pero lo que hace Jabey es grandioso: Está buscando a Dios.
Su clan lo escogió hace poco más de diecinueve años. Fue uno de los elegidos, educado, mimado, criado junto a otros miles de buscadores y buscadoras. En sus manos está puesta toda la fe de su pueblo, también quien sabe, si la de toda la humanidad, tienen que encontrar a Dios.

Y aquí lo vemos, como a tantos otros que podéis ver por ahí semiescondidos. En los semáforos mirando dentro de los coches, en los campos buscando debajo de las pimenteras, cerca de ancianos de pelo blanco. Todos buscan.

Buscan caminando, respirando y mirando como Jabey en la playa con sus ojos de radares. Escrutando cada cara, cada sonrisa, los rostros de las sombrillas. Buscando día y noche. Porque en algún sitio tiene que estar, ¡maldita sea!.

El no es un vendedor, ya lo dije, es uno de los elegidos para la gran búsqueda.

Nadie lo ha visto desde hace miles de años, en algún sitio tiene que estar.

A.B.


sábado, 13 de septiembre de 2008

Del leer, de los libros, de la experiencia, de la vida… frente al mar de todos los veranos (I)





Compartir nuestras lecturas es dar a conocer una parte de nuestro mundo interior. Al pasar la última página de un buen libro y cerrar sus tapas, te queda un “run run” profundo que sólo a ti te pertenece y sólo en ti permanece como una pequeña conquista…,repetida de mil modos diferentes, en cientos o en miles lectores de la misma obra. Tal vez sea esa capacidad de producir iguales evocaciones en quienes pueblan diferentes geografías, donde justamente radica el éxito de determinados autores.

Sin embargo, no sólo los libros son capaces de confeccionar nuestro ropaje más íntimo, no. Es más, es idiota aquel que considere que únicamente ellos pueden llenar la vida ignorando la sabiduría que acumula, por ejemplo, en sus ojos cualquier anciano iletrado. Pero es evidente que ayudan, que aunque no lo deseemos, nuestras lecturas pesan en la mirada que cada día dirigimos al mundo.

Leer es una actividad muy personal, aunque pueda compartirse y cada cual puede y debe al respecto tomar sus propias decisiones. Leer, como hacer el amor, o es un placer, o es una verdadera condena. Tal vez sea algo inútil hacer recomendaciones, porque lo que para unos resultó ser una maravillosa aventura interior, para otros puede constituir un sufrido viaje a la más pavorosa decepción.

En mi profesión, por ejemplo, el saber experiencial, ese que se acumula con el tiempo y surge de tu pulso con la realidad, suele pesar más que el estudio de la teoría educativa si por tal entendemos lo que se escribe sobre la Escuela y, por tanto, lo que sobre ella se lee. Y es verdad que los profesores aprendemos más del intercambio de experiencias con otros profesores que de la exposición de teorías sobre el quehacer educativo. Sin embargo, la lectura reflexiva es, sin lugar a dudas, la actividad que más puede contribuir a orientar nuestras acciones.

La lectura nos abre la ventana a otros mundos, a otros latidos. ¡Ojala todo el mundo leyera a diario sobre su oficio, especialmente sobre aquellos dirigidos a otros seres humanos, para renovar sus conocimientos, para rejuvenecer sus rutinas y alimentar su amor por lo que hace! Porque no todo debe fiarse a la diosa experiencia. La experiencia por sí sola no basta. Hay quienes continuamente la esgrimen como el argumento supremo del por qué de sus actos. No deberían olvidar esas personas, educadores o no, que la experiencia, como dijo Aldous Huxley, no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede. (Hay quien ufano afirma: “¡Tengo 25 años de experiencia!”... sin saber, el pobre, que sólo posee un triste año de experiencia repetido 24 veces: Jamás innovó, jamás se documentó, nunca abrió una revista especializada, nunca compró un libro para ampliar saberes y… se limitó únicamente a adquirir, para soltarlos repetida y oportunamente, los trucos, los lugares comunes, los tópicos y vaguedades…que, considera él, justifican su amplio dominio de la materia propia de su trabajo).

Y es por esto que mis días, todos mis días, y muy especialmente los de verano por ser aquellos en los que tienes más horas para aparcar las “obligaciones”, están poblados de libros. Libros sobre los que voy señalando, ya sea con un discreto doblez en su ángulo superior, a derecha o a izquierda según corresponda, páginas sobre las que regresaré más tarde, ya sea subrayando frases que me conmueven, o marcando a lápiz aquellos pensamientos que educan mis emociones. O descubriendo o persiguiendo, en fin, vidas de notables personajes que algo siempre nos enseñan a la hora de tomar nuestros propios caminos.

Soy de la opinión de que la mayor parte de los libros que nos han conmovido, han salido a nuestro encuentro. Soy amante de las visitas a las librerías de la capital ---La Casa del Libro, Beta, Reguera, San Pablo…--- En ellas, suelo “ojear y hojear” hasta llegar a la borrachera de los ojos, el embotamiento de la mente o la “perdición del bolsillo”. Paseo una y otra vez por entre mis secciones favoritas: sociología, educación, filosofía, religiones, autoayuda, biografías, literatura, historia, geografía, cómics…Los trato casi reverencialmente. A unos los acaricio a veces tras descubrir en ellos un pensamiento amable, la reflexión que te convence… A otros, los más caros e inaccesibles, con pena por no traerlos de vuelta conmigo, les pido disculpas y les vuelvo a depositar en los estantes. No es difícil dejarse cautivar por alguno. Y es que, como dice la canción, “Todo está en los libros”.

Mientras las políticas culturales no pasen por el abaratamiento de los libros, sobre todo de los de actualidad, las leyes del mercado alimentarán el raquítico despegue anual de las cifras de lectores. Y eso que hay quienes dicen que nunca estuvieron tan baratos, cosa cierta tal vez dada la manifiesta sobreoferta literaria que invade los kioscos de prensa. Son muchas las revistas que se venden al reclamo de un libro regalado. ---No menos que las muchas que ofrecen gafas, bolsos, pareos, sandalias, …¡¿Qué es lo que les queda por ofrecer?!---. Infinidad de colecciones nos tientan por estas fechas del comienzo del curso: ¿Qué colección hemos decidido adquirir nuevamente quedándonos una vez más en los primeros fascículos o volúmenes?

Sin embargo, si quieres acudir a la literatura más actual, a la creación escrita de interés, a las aportaciones más novedosas en el mundo del quehacer científico o social, uno ha de desembolsar un alto peaje. El mismo que alimenta y nutre las poderosas cuentas corrientes de los fabricantes de bestsellers. ¿Quieres leer las obras del reciente Premio Nobel? ¿Quieres adquirir un ensayo filosófico? ¿Te interesa actualizar tus formas de enseñar y trabajar? ¿Deseas adquirir el último informe sobre educación, sobre el medio ambiente o sobre el discurrir del doloroso mundo empobrecido?

Y es que, en esencia, sólo los libros, en sus múltiples formas, te proporcionan esa oportunidad… Aunque, como digo, el viejo lector empedernido “educado en la cultura del papel” tendrá que dejar a cambio, cada semana o cada mes, una parte considerable de su sueldo para complacerse con el cultivo de su afición favorita. Desde luego, vistas las cosas de la economía ---(no me atrevo a mencionar la palabra crisis…no vaya a parecer yo un combatiente antizapaterista o un anticuado y peligrosos militante marxista, doctrina económica de la que en buena medida procede el concepto, a pesar del regodeo que al pronunciarla se les nota a los insignes opositores “PePeros” que, de seguro, ignoran tal extremo)---… vistas las cosas de la economía, repito, no anda el horno para esos bollos. ¿Os imagináis que el precio de los libros contabilizara en el cálculo del IPC? La inflación que padecemos ya no sería galopante, sino verdaderamente huracanada.

Habrá, claro, quien me recuerde el potencial actualizador de Internet, qué duda cabe. O la posibilidad de acudir a la Biblioteca Pública más cercana… para ver si han renovado sus fondos al ritmo que dicta la voraz industria editorial o el exiguo presupuesto que los municipios dedican a tal cosa. Pero, ---como refleja este blog---, todo tiene su momento y el verano no ha sido tiempo para el ciberespacio, sino para “abandonarme” un poquito en la arena que tan generoso devuelve el Atlántico sobre Doñana y degustar el frescor que fabrica, dos o tres veces cada día, el océano en su lucha diaria con el sol.

En todo caso, siempre quedarán los clásicos. Y éstos están a muy buen precio, pero… ¿Quién los lee? ¿Los obligados estudiantes en las escuelas? ¿Explicará esa “tortura china” el desastroso estado de la lectura en nuestro país?

Me propongo, si esta avalancha de ocupaciones que me envuelven me lo permite, compartir, con quienes peregrinan por estas páginas de los sueños ausentes, mis silenciosas lecturas de un tiempo sin prisas, próximo al mar… El mismo mar de todos los veranos…de todas las pateras.