2002

martes, 10 de agosto de 2010

Bailarina frente al mar


No sé si fue la envidia o el simple afán de querer tocar con sus dedos la belleza de tantos atardeceres vividos frente al mar. O fueron tal vez sus ansias irrefrenables por ir hacia el océano para purificar su corazón en el agua turquesa del horizonte. No sé bien por qué, pero una mañana amaneció con el firme deseo de hacerse bailarina. Es tal la fuerza con la que vive ese sueño que agradece incluso las patadas de desprecio de los desalmados noctámbulos que pasan a su lado. Sabe bien que esos “empujoncitos” le ayudarán a cambiar a alguien como ella tan habituada a alojar en su interior las miserias ajenas. Ah...cambiar, cambiar... ese inalcanzable gozo para los cerebros embotados de alcohol y de incivismo. Cuán cierto es que no somos lo que somos, sino lo que hacemos por cambiar lo que somos. Ensayemos, poco a poco, a partir de hoy, pasos de ballet. Nada hay imposible.