2002

martes, 30 de diciembre de 2008

Se hace camino al andar…


"MARCHA DE NAVIDAD 2008"


Hoy quiero anotar en este diario que hace ya muchos años, casi cuarenta mal contados, cuando yo era de juguete casi, mis educadores grabaron de manera indeleble en mi alma, como tantas otras cosas valiosas, el amor a la naturaleza. Allí en Granada, cada semana, salíamos a patear los altos caminos de Sierra Nevada. Recuerdo haber dormido en refugios de pescadores junto al bravo rumor de los ríos que allí descienden desde los hielos; recuerdo así mismo nuestros baños en aquellas gélidas aguas y mis manos y mis pies entumecidos hasta sentir el dolor de los héroes (quien no se zambullía en el agua era un “cobarde”); recuerdo muy bien haber hecho noche en cuevas de pastores, en tiendas…al calor de las mantas y de la amistad de mis compañeros. Recuerdo haber subido al alto pico del Trevenque (2079 metros de altitud) y haber dejado allí mi firma sintiéndome un Edmund Hillary más (aquel primer y mítico escalador del Everest). Y recuerdo especialmente aquella vez cuando, quienes queríamos ser boys scouts, tuvimos que hacer nuestra “promesa” al pie de uno de los pocos glaciares que aún quedan en aquellos valles. Puedo decir que mis educadores pusieron a mi alcance todas estas hermosas y gloriosas hazañas. Aquello sí que era enfrentarse a experiencias verdaderamente educativas, todo eso que tanto cuesta hoy provocar en los centros de enseñanza.

Hoy, aunque mis compañeros de camino no lo sabían, he rememorado todas aquellas ricas vivencias de mi infancia. Ha sido durante la Marcha de Navidad, la misma que desde hace años organiza Pepe Salguero, nuestro cura, nuestro querido Hermano y en la que tanto han colaborado siempre muchos educadores, profesores y maestros de nuestro pueblo. Y debo confesar que, a pesar de esta afición al senderismo que he relatado, ha sido la primera vez que he participado en esta ya mítica “Marcha de Navidad”. ---Ya era hora de que decidiera pasar de las buenas intenciones de todos estos años atrás a los hechos felices del presente---

Bajo el lema: “BUENA GENTE, BUEN CAMINO Y ALGO QUE ARREBUJARLE EN PLENA CRISIS ¿QUIÉN DA MÁS?”, hemos paseado nuestros veinticinco cuerpos serranos por SAN FELIPE (Con desayuno montaraz incluido)- MESA LAS VACAS – BARRANCO DE LA CANALEJA y MONTE EL BORRACHO (Ha sido allí, gracias a la gigante generosidad de Manolo Serenín, a la impagable labor de avituallamiento de Enrique, del “Coco” y a las labores a la parrilla de Pepe Leal, donde hemos dado buena cuenta de unas “TOSTÁS CON TOS SUS AVÍOS, BARBACOA, NARANJA Y CAFÉ”). Horas más tarde y ya respuestos, hemos vuelto por EL CAMINO DE LOS ARRIEROS – HILANDARIAS - LA CABALLERA…hasta GERENA.


Ha sido éste un acertado modo de despedir el año que finaliza. Gentes de profesiones diversas, de distanciadas edades, de ideas diferentes, de distintas procedencias, hasta con otras lenguas… como es el caso de Dani, ---que cada vez habla mejor este español que le enseñamos en Gerena---…hemos sido capaces de latir en un solo corazón y de discurrir por el camino de la común compañía. En mi sencillo modo de entender el mundo, creo que todo esto no es poco en una sociedad local y global donde pateamos a veces por caminos enfangados y andamos tan distanciados, tan cerrados y encastillados en nuestras posiciones y vidas particulares. Y es que son vivencias como estas las que necesitamos. La historia del ser humano es la historia de una marcha no siempre fácil que comenzó al calor del fuego, de un caminar que siguió en el compartir el pan nacido del esfuerzo...hasta encontrarse consigo mismo, con su vida...que fue cargándose de recuerdos, de cultura. A todos mis compañeros (a ver si en años venideros hay también compañeras), gracias, muchas gracias por este día, por este regalo de plenitud y amistad.


jueves, 25 de diciembre de 2008

Algo para leer : ¿De qué se ríe el lama?


A veces pienso, como aconseja Enrique Mariscal, que debería hablar y escribir menos y escuchar y leer más. No llegar a hacer afirmaciones que parezcan dogmas. Perseguir siempre la humildad. Cultivar siempre la imaginación. Investigar lo que me rodea con la ingenuidad del niño que siempre he sido. Y meditar, mirar hacia dentro de mí mismo y buscar mi mejor yo. Hay quienes llaman a esto rezar, la actividad más común a todas las culturas. Y sobre todo, lanzar "otra mirada" al mundo que me rodea. También, reir, reir mucho. Este modo de ejercer la rebeldía ya fue explicado de este modo sencillo:

Sgeún un etsduio de una uivenrsdiad ignlsea,
no ipmotra el odren en el que las lteras etsán ersciats,
la úicna csoa ipormtnate es que la pmrirea y la
útlima ltera etsén ecsritas en la psioción cocrrtea.

¿Sabéis por qué? Investigadores de las neurociencias han llegado a la conclusión de qye etso es pquore no lemeos cada ltera por sí msima, snio que la paalbra siuge sideno un tdoo. Parece icrneílbe ¿verdad?. Esto me lo ha enseñado el autor que os citaba: ENRIQUE MARISCAL. Os aconsejo sus libros de cuentos: Cuentos para regalar a personas inteligentes; Cuentos para regalar a personas sensibles; Cuentos para regalar a personas que aman; Cuentos para regalar a personas originales; Cuentos para regalar exclusivamente a dioses... Disfrutaréis. Al menos, yo lo he hecho. En ellos encontraréis pequeños cuentos como este:

¿De qué se ríe el lama?

“Recuerda siempre, que no te hicieron nada personal, solamente quieren castigar al Tibet. Sanarás”.
Un médico tibetano asistiendo a una joven que había sido torturada y violada cruelmente por oficiales chinos.

Si alguna persona comete la osadía o el descaro de manifestarse alegre en nuestra sociedad, recibe una condena inmediata, expresa o latente: ¿de qué se ríe? ¿qué le pasa? ¿en que curro andará?.
Si alguien dice sentirse feliz, alegre, contento con su vida y sus realizaciones es percibido, en muchos ambientes, como un provocador, un agente extraño que viene a hacer olas en el mar de la pesadumbre generalizada, en el desierto del lamento, en el pantano del aburrimiento militante, en el océano nada pacífico, del sufrimiento inútil.
Nos estamos olvidando de reír, de proyectar buenas ondas, de manifestarnos entusiastas con nuestros sueños o esfuerzos. Por el contrario, pareciera ser sumamente distinguido portar cara mufosa, aire de enojo, gesto de desgano, palabras hirientes de múltiples criticas, acompañadas de broncas de bronca.
El estilo propio del desaliento, de la depresión y de la incredulidad es cultivado minuciosamente por los noticieros implacables que agotan toda la vida planetaria y cósmica en recurrentes infortunios aldeanos. Luego, los multimedios extienden su obra nefasta en las conversaciones secas, rutinarias, empobrecidas de proyectos, encuentros reiterados de la figura social de “llorar a dúo”.
Cuando las personas nutren sus mentes repitiendo los comentarios políticos coyunturales, carentes de trascendencia, pobres de imaginación, faltos de esencialidad, y consideran que con ello están pensando la realidad nacional, no hacen otra cosa que propagar el vacío, el tedio, la mala onda que nos complacemos en sostener como “coro quejoso”, presente en las grandes tragedias.
En cierta oportunidad fui con un joven paciente en depresión, a escuchar a un lama tibetano que acababa de llegar a Buenos Aires y daba una conferencia en el Teatro General San Martín. Le dije a mí compañero:
¿Por qué no le preguntas algo?
No se me ocurre nada. Me respondió
Mira, le sugerí por que no le preguntas de que se ríe el lama.
El muchacho junto energía y lanzo con voz firme, el gran interrogante.
El monje volvió a sonreír, ostensiblemente festivo, inocente con una beatitud conmovedora y respondió:
Mi superior me eligió para que venga hasta aquí a dar un ciclo de charlas; todo un honor y una gran responsabilidad. Ello me puso muy contento.
Dejé el monasterio con la oportunidad de asumir un viaje de descanso, porque hasta de los monasterios es bueno tomarse vacaciones de vez en cuando; tuve entonces una gran alegría. El avión salió a horario, no cayó y la comida estaba sabrosa. Compartí todo el viaje con una señora sumamente simpática. Aterrizamos bien en Ezeiza, el clima estaba muy agradable, templado, había dejado el frío del Tíbet. Me instalaron en un muy confortable hotel. Todo salió perfecto. Estaba muy contento. Ingresé a esta sala y estaba repleta de gente; una sorpresa muy grata. El público me ha escuchado con maravillosa aceptación, esto me dispone a estar sumamente complacido. Además usted me hace una pregunta oportuna e inteligente. Estoy muy pero muy contento y agradecido: ¿cómo no va a reír el lama?
Nos retiramos del teatro muy alegres, el lama nos había enseñado a sumar.

El autor de este texto es Enrique Mariscal







martes, 23 de diciembre de 2008

CUENTO NAVIDEÑO


Escribí este cuento allá por 1980. Lo escribí en la mili, durante las largas y frías horas de una madrugada, en una imaginaria, mientras mis compañeros dormían. Lejos de casa y de mi pueblo, recordaba la Navidad que siempre vivía con mi familia y con mi gente. He dulcificado su final para que no conserve la rabia que sentía entonces. Perdonad su bisoñez. En absoluto es una reivindicación escrita del andaluz que hablamos en Gerena al modo del castúo extremeño, en absoluto. Pero, yo ---en quien tanto esfuerzo pusieron mis educadores para cambiarme mi forma de hablar--- lo sentí así entonces, porque así me llegaba más a mi alma exiliada. Lo encabezaba esta cita de Antonio Machado, cuya autenticidad no he podido contrastar, aunque me parece más propia de Juan de Mairena, es decir, del mismo Machado:

“Escribiendo para el pueblo se escribe para los mejores. O escribimos sin olvidar al pueblo o sólo escribimos tonterías”.


MILAGRO POR NAVIDAD


Había llovido demasiado. Hacía rato que había escampado por última vez y de nuevo el agua caía, pero esta vez con más fuerza. José iba hecho una sopa, estaba pingueando. El barro le llegaba a las orejas.

- ¡Vaya mala zuerte la mía! Si azí iba a cer to’er día de Navidad, mejor era pegarce un tiro ---pensaba---. Al barro y al agua se le juntaba un airecillo que empezaba a correr y que le hacía dar tiritones como a un pollito chico. Estaba realmente arrecío.

El pueblo ya empezaba a verse por encima de los últimos olivos del cerrillo por el que subía el camino. Aunque José sabía que estaba cerca, creía que nunca iba a llegar.

- ¡Mira que tené l’amotillo escacharrá! ¡Y precizamente hoy, hoy!

Pensaba en el agua calentita que le prepararía Francisca. “En el fondo ---se dijo--- no hay ná como tené uno zu caza y una mujé que ce lo haga a uno tó; además, que pa’ezo están las mujeres, como está mandao”.

Era en esos momentos cuando más sentía lo mucho que quería a los suyos. La vida no le había dado dinero, “na máz que trabajo…y del duro”. Pero, ahora, todo se le hacía ligero pensando en Francisca y en los chiquillos y más aún en aquel día.

Aunque el jornal de la semana no daba para mucho. Aquella noche había que hacer algo especial, alguna cosilla ---imaginaba--- que no fuera lo de siempre. Antes de irse a la “miza er gallo”, quería celebrar la “noche güena” como Dios manda. “¡Ya está bien de tanto puchero!”, se dijo para sí.

En la mesa, seguro que no habría pavo ni turrón. Tampoco habría champám de ese. Nada de eso que la gente fina come y bebe. Con el vinillo de la bota que le llenaron en La Rociana y con los conejos que le trajo a Francisca “pa que los guizara”, le iba a parecer la mejor cena de Navidad que “ni el marqué hubiece podido imaginá”. Después, unos “mantecaos y una copiya d’aguardiente durce y pa miza chutando”. “El turrón pa cuando la feria en los puestos ---se dijo---, que es cuando ce come a gusto”.

Cuando entró por la puerta, los niños corrieron gritando:

- ¡Pápa, pápa, la chiva ha parío!

- ¡Hombre, menoz má, menoz má que paza argo güeño hoy!

- ¡Mira, pápa, ez máz chiquenino! ¡Máma l’a metío en el tinglao pa que no ce moje!

- ¿Y tu madre? ¿Dónde está? No zabrá ella que yo llego a esta hora…

- ¡Anda Manué, corre an cá Pepa y díle que venga, que yo he venío!

Después de lavarse, Francisca le puso de comer a José, que muy pronto se fue a la cama a dormir una siestecilla que, aunque en invierno, le iba a venir “que ni pintá”. Lloviendo como estaba, era lo mejor que podía hacer. “Por la tarde, iré a la peña hasta la noche que venga lo bueno ---pensó---“.

-oOo-

Sí que habían estado buenos los conejos. Los niños estaban satisfechos jugando con el parchís que traía de regalo la caja de mantecados. “Se había jartáo, qué máz ce podía pedí”. Por un momento, mientras esperaba y veía, a duras penas, el televisor, pues se le cerraban los ojos, pensó en cómo lo estarían pasando en el cortijo. Aquel día, había estado hablando con Mari, la cocinera, y ella le había contado con todo detalle lo que aquella noche iban a comer ---ya estarían comiéndoselo---, los marqueses y su familia.

De estas cosas lo sacó el repiqueteo que llamaba a misa. Se asomó a la calle. Estaba mojada y la luz de la triste farola de la calle se reflejaba en los charcos. Hacía rato que había dejado de llover, pero hacía frío. Entreabrió la puerta y se asomó hacia adentro.

- “¡Déjalo, Francisca, quédate tú aquí con log niño que hace un frío que pela!”

Por la esquina vio a mucha gente subir hacia la Iglesia. Los muchachos y las muchachas subían cantando como todos los años. Como todos los años, el cura tendría que pedir repetidamente que se guardara silencio. Subiendo la cuesta, se encontró con Antonio el “quemao”.

- “Vamoz pa la miza, ¿no?

- “Cí, ahí vamoz pa’escuchá ar coro”

- “Ah, Jocé, ¿no t’as enterao? ¿Sabes que m’acontao esta tarde Juan el de la Julia?”

- “No. ¿Qué t’a dicho?”

- “Mira, esta tarde, estaban hablando en la taberna unos pocos de que z’a matao el hijo máz chico del marqué, don Rafalito. Dicen que venía der Norte pa celebrá la noche güena en el cortijo con los marqueces. Y dicen que ahí, en el cruce, viniendo por la carretera Badajó, un camión los jajecho porvo”.

- “¡Anda, ¿ciii?!”

- “Ci, hombre, cí. La mujé, dicen que está mú malerida y ce l’an llevao pa la recidencia”.

Todo esto le contaba Antonio cuando entraron en la Iglesia. Como todos los años, estaba abarrotá de gente.

De pie, apoyado en los fríos azulejos de uno de los pilares, al final de la nave, aquella noche, cuando el cura habló de los pobres, no sabía por qué, se sentía como menos desgraciado, con una alegría interior un tanto extraña. Una sensación que nunca antes había tenido. Cuando se acercó a besar el “deo” gordo al “niño-dios”, se paró por unos segundos a mirarlo a la cara y le pareció ver cómo el Jesusillo le guiñaba el ojo y le decía con voz muy suave: “felicidades, José, felicidades”.

Cuando salió de la Iglesia, miró al cielo. Algunas estrellas brillaban en lo alto. Mañana hará bueno, pensó. Sin casi darse cuenta, aquella noche “güena”, bajó la cuesta cantando como un muchacho más. Al llegar a casa, se restregó fuertemente las manos, arrimó una silla a la mesa, se agachó, subió la ropa-estufa y removió con la badila buscando las penúltimas brasas calientes de la “copa”. Francisca, con el niño pequeño, que se había quedado dormido en sus brazos, lo miró adormilada. Él se quedó mirándola a su vez y no dijo nada, sólo dejó permanecer aún largo rato en su rostro una sonrisa para ella irreconocible al tiempo que le guiñaba un ojo y le decía: “felicidades, Francisca, felicidades”.


El Vacar (Córdoba), diciembre 1980

Diario de un Profesor (XIII)

El árbol de nuestros sueños





Muchas de nuestras casas se adornan en estas fechas con un árbol de Navidad. Nosotros, en el instituto, no hemos querido ser menos y hemos instalado tres para colgar en ellos nuestros sueños, nuestros mejores deseos. Los alumnos y alumnas que han querido, después de dejar marcada la huella de sus manos ---manos abiertas para encontrarse, para estrechar, para dar y para recibir---, han formulado tres buenos y positivos deseos (estaban prohibidos los malos): para uno mismo, para la familia y para el instituto. Estos son una muestra de los más de un centenar de mensajes recogidos y que nos acercan, entre otros, a esos universos que pueblan los sueños, desde los más inasibles a los más… materialistas, de nuestros estudiantes:


“Deseo que cuando sea mayor, pueda tener la profesión que siempre he soñado”. “Para mí, que no me quede ninguna. Para mi familia, que tenga salud y para el Instituto, que no haya peleas”. “Deseo que el instituto dure mucho tiempo”. “Deseo que en mi familia no falte la salud y la alegría”. “Que mi familia goce de mucha salud y no me dejen nunca sola y que podamos pasar unas buenas Navidades”. “Que las notas del próximo trimestre sean mejores y que los maestros sean justos con las personas”. “Deseo mucha salud para mi familia y pasar una feliz Navidad. Y desearía que no me faltara tanta gente como me falta”. “Que mis amigas siempre estén conmigo, que las quiero muchísimo”. “Deseo que me queden menos en el segundo trimestre y que me vaya mejor en todo”. “Deseo que mis amigas aprueben y yo me incluyo”. “Para mi familia deseo mucha salud y prosperidad”. “Que tenga salud en lo que me queda de vida y que me toque la lotería”. “Deseo que todo el mundo se lleve bien con todo el mundo”. “Que mi madre no se enfade cuando vea mis notas. Que me den mis padres el móvil”. “Deseo muchos regalos de Navidad”. “Deseo salud para mi familia y pasármelo muy bien en navidades y que mi abuela deje de tener cáncer”. “Deseo algún día poder terminar la carrera para algún día llegar a ser lo que deseo”. “Deseo que pongan taquillas. Deseo seguir con todos mis amigos en el instituto y aprobar todas las asignaturas”. “Deseo que en el 2009 pasemos un feliz año con toda la familia”. “Que los profesores y maestros nos aprueben a todos en los tres trimestres”. “Que este año venga igual que el anterior”. “Para el Instituto, que vaya siempre muy bien y que siga así”. “Un sueño para mi: aprobar todas”. “Para mi familia: que me toque el gordo”. “Que me dejen salir mucho estas navidades y nos lo pasemos igual de bien que hasta ahora”. “Que mi madre me entienda y me deje salir en las navidades y me eche Reyes”. “Que los maestros y profesores hagan bien las medias y que lo cuenten todo”. “Este año espero que mi madre no se enfade cuando venga a por mis notas. Porque han sido las peores de toda mi vida”. “Que todos los sueños que tengo en la mente, se me cumplan”. “Deseo llegar a los objetivos que tengo para mi vida”. “¡Bon Nadal a tots!”. “Seguir con todos mis amigos en la misma clase los pocos años que me quedan en el insti”. “Deseo para mi que consiga ser médica y que tenga salud”. “Que mis amigas sean muy felices y que este año sigamos igual de unidas”. “Mi deseo es que me traigan un novio”. “Que esta Navidad sea de las mejores”. “Para mi, que me vaya bien la vida”. “Deseo que mi abuela se mejore y deje de tener la enfermedad que tiene y vuelva a ser la misma de antes”. “Que no nos pongan tantos exámenes”. “Deseo para el Instituto que siga así”. “Ser rico, ser feliz y pasármelo bien”. “Nuestras exigencias no son negociables: queremos que no nos pongan tantos exámenes; un día sin clases, horas libres y excursión; el recreo de 100 minutos de duración y que en el cole quiten como obligatorias las asignaturas de sociales, lengua, matemáticas y muchas otras”. “Por favor, que tengamos casa de navidad”. “Mi sueño es ser astronauta”. “Que nos toque la lotería y ser millonaria”. “Salud, paz y alegría”. “Que me dejen en paz”. “Para el instituto, que le den una subvención para mejorar las instalaciones”. “Para el instituto, que esta buena enseñanza perdure para siempre”. “Para el IES: Buena enseñanza”. “Un sueño para el instituto: que las clases sean divertidas”. “Para el instituto: que siga adelante aprendiendo a gente”. “Para mi familia: Que no se pongan malos ninguno”. “Un deseo para los demás: una sonrisa”. “Que aunque acabe el instituto, siempre esté en mi corazón”.


Nuestros alumnos son hijos del tiempo que les ha tocado vivir. Se repiten aquellos deseos en los que prevalece la petición de salud para la familia, los que hacen votos por la amistad y por la libertad de movimientos (¡¡que me dejen salir!!) y, en contra de lo que alguno pudiera pensar, se auto desea con fuerzas el éxito en los estudios y… el dinero, claro, en forma del milagro de la lotería. No falta tampoco quien se toma a bromas la cosa y pide que se le cumplan sueños como conseguir un novio, tener un Austin Mini o que “me vengan millones de euros al por mayor y me apruebe Antonio Luís”. Es probable que estos mensajes no sean representativos de los más de quinientos alumnos y alumnas del centro, es probable que alguien piense que son sólo los de esa minoría que se presta a participar en estas edulcoradas e “infantiles” actividades prenavideñas, pero lo cierto es que, cuando se dan cauces para la expresión libre de los sentimientos, apreciamos que en la inmensa mayoría de nuestro alumnado anidan los más nobles deseos y los más altos sueños. Prueba de ello son, por ejemplo, esos que se solicitan para las abuelas. Sin duda, deberían hacerse realidad. Todos los demás, habrá que pelear por ellos. ¿Y tú? ¿Qué deseos, qué sueños…colgarías?

domingo, 21 de diciembre de 2008

"La elegancia de la portera"


Acabo de finalizar la lectura de uno de esos libros de éxito actual: “La elegancia del erizo”. Debo decir que no siempre suelo apuntarme a este tipo de lecturas, porque no siempre es buena literatura. Pero, en esta ocasión, caí en el reclamo publicitario atraído por la leyenda de la contraportada y, hace ya unos meses, se lo regalé a Bea (uno más de esos regalos que en realidad te haces a ti mismo). La razón era muy sencilla: la curiosa protagonista del libro es una portera en París.

Sus padres, los de Beatriz, mis suegros, han sido porteros durante más de treinta años en esa misma región. Yo mismo, nosotros, durante unos seis veranos seguidos, desde 1983 a 1989, fuimos porteros. Lo que allí se llama “gardien”.

Cuando finalizaba mi período lectivo como profesor, marchaba a Rueil-Malmaison, en el mismo Departamento de la bella y universal capital francesa. Allí, a escasos metros del Palacio que Napoleón regaló a Josefina, rodeado del verdor de extensos bosques, estaba la Résidence de Bois Préau. Fueron unos divertidos y fecundos años en los que cultivé la lengua de Moliere, paseé incansable y repetidamente por la ciudad más hermosa del mundo, acogí a innumerables amigos españoles que aprovecharon un alojamiento tan barato y acogedor y, sobre todo, bajé a los dulces infiernos del trabajo de barrer incansablemente, durante horas, las infinitas hojas que anunciaban cada otoño; limpiaba cristales; fregaba suelos (sin el invento español de la fregona, que los franceses son muy suyos); regaba y refrescaba los resecas praderas castigadas por los calurosos veranos parisinos (que ya quisiéramos para nosotros); sacaba la basura de los ricos inquilinos del inmueble (tan inmunda como la de los pobres, pero que revelaba la existencia, casi en cada casa ,de una bodega y un amante del buen vino y el mejor champán); pasaba la aspiradora por decenas de escaleras enmoquetadas; abrillantaba solerías y socorría , en fin, a los atrapados ricachones del ascensor… Decía tan a la perfección, en francés, aquello de: “disculpe, señor, señora, pero no sé hablar bien francés…” que nadie me creía español y, mucho menos..., profesor.

Por eso me ha gustado este libro: Sus personajes, sus escenarios…me son familiares… Diría que he vivido en ellos. Pero, sobre todo, porque me ha recordado a mis suegros y a otros españoles, recluidos en los escasos metros cuadrados de aquellas porterías francesas y áticos antiguos, enfrascados todos ellos en tareas tan distintas a las que, del campo o las canteras, dejaron en su Gerena natal.

Queda hermosa la idea de una portera como la protagonista, culta y filósofa. La verdad sea dicha, el personaje es genial, divertido y entrañable. Es evidente que esa sea la intención de la autora del libro: crear un personaje tan extravagante que suscita de inmediato toda la admiración del lector. En todo caso, muy alejada de la figura que representan mis suegros y, por extensión, miles de porteros y personal de servicios que poblaron y pueblan aún los muchos inmuebles distinguidos de los más céntricos barrios de París. (En el fondo, el libro es precisamente una burla al aparente exclusivismo de las clases adineradas tan ignorantes).

Durante treinta años, estos emigrantes españoles, que llegaron a Francia en los años 60 sin conocer, como era el caso de mis suegros, la existencia del WC y del agua corriente en las viviendas, de no saber decir “huevos” y tener que hacer la gallina por las tiendas, de equivocar las aspirinas normales de las efervescentes, de comer carne para perros confundiendo sus conservas con las del foie-gras…de no saber leer y tener que repartir a diario el correo (con una eficiencia que ya quisieran los actuales servicios de correos de nuestra localidad)… Estos emigrantes… son los verdaderos héroes de nuestro tiempo, de todos los tiempos y que, como los de hoy, se lanzan al vacío y a la incertidumbre sin red protectora para sacar adelante, desde la distancia más opresiva, a los suyos.

Me ha gustado, sí, “La elegancia del erizo”. En él tengo señaladas innumerables y diversas citas a cuál más jugosa. Es un libro que merece la pena leer. No habla en absoluto de los inmigrantes, ni de los emigrantes españoles. Que nadie se confunda. Pero ha representado para mí una invitación a la reflexión sobre todos estos seres que abandonan en todo tiempo su país, dan lo mejor de sus vidas en otro y retornan desarraigados, hablando un lenguaje híbrido cargado de términos españoles afrancesados y de palabras francesas españolizadas, desadaptados en suma, y que han terminado por dejar allí a sus hijos, a sus nietos y a esa alegre juventud que no volverá jamás a ellos. Y que, además, y eso quizás sea lo peor, no saben muy bien por qué. Porque el tiempo en que nacieron y el tiempo que vivieron no les brindó la ocasión de aprender de sus destinos y vagan a estas alturas, en el otoño de sus vidas, desorientados y extraños por un país que les sigue siendo tan desconocido como el que encontraron muy lejos de los suyos huyendo de sus propias miserias.

viernes, 12 de diciembre de 2008

CRÓNICA DE AUSENCIAS (III)

En homenaje a una vieja plaza de abastos y a los hortelanos, matarifes, pescaderos…que alimentaron mi infancia


Digo siempre a mis alumnos que los paisajes nos contienen. Muy especialmente, aquellos en los que nos reconocemos porque nacimos en ellos, porque crecimos en ellos y en ellos habitan nuestras más intensas vivencias: Son el escenario emocional de nuestros más tiernos recuerdos.

Vine a nacer un 12 de enero de 1957 en la solariega y enorme “Casa Barco”, aquella casa de inmenso portalón destartalado, en el número 33 de la antigua calle Empedrada, después Queipo de Llano, hoy Blas Infante. La ventana de la habitación de mis padres, mi propia habitación, daba a ella. Bastaba cruzar los escasos metros de la calle y ya estaba en La Plaza y, allí, en frente, testigo de mis primeros años, la antigua Plaza de Abastos. Y en todo lo alto, la Inmaculada, vigilando mis titubeantes pasos, mis arriesgadas carreras, mis repetidas caídas, mis múltiples desollones al aterrizar sobre el enlosado suelo con aquella bicicleta de mi primo Manolo Ortiz, contando quizás mis juegos a marro, al “un, dos, tres, pollito inglés”, al “suelto a mi galgo”…mis repentinas escapadas huyendo de Juanito el Municipal al sorprendernos con un balón…

Ah, mi plaza… Yo soy del barrio de la Plaza. Allí nació nuestro equipo de fútbol, el Linense. Allí, se formó nuestra banda en pugna, a pedradas, con otras bandas… Allí, mi primer amor a los diez años… Allí mi recuperación de aquellos virulentos y crueles lechines que me dejaron marcado para siempre… Tantos y tantos recuerdos…

Recuerdo cada uno de sus bancos, sus baldosas, sus adoquines…pero, sobre todo, recuerdo mi entrañable universo de vecinos: Anita y Dolores “la Pura” (¡¡¡Antoñíiiiiiin!!), Juana la de Ortiz, el primo Ortiz, la gente de la Botica, la panadería de Gabriel y las primas, la tienda de Isidro, la de Isabelita, los futbolines del Tío Benito, la Bomba vieja, Juan el de la Rociana y Carmen , la gente de la Cueva, la familia de Diego “Guitita”, Pedrito el del Kiosco, Joselito Carrasco, Pepe Botica y la prima Lina y su innumerable tribu, a Juan Antonio Ramírez, “Joselito el de la Miguita” el poeta…, a la Quina, a la gente del Víbora, mi querida y tan buena Ana “la Bicha”, y a mis amigos de infancia, claro, a Pepe, a Diego, a José María, a Benito… a tantos y tantos que no quisiera olvidar ni ahora ni nunca.

Puedo, casi de memoria, con los ojos cerrados, entrar en la plaza de abastos e ir saludando en el recuerdo, entre los múltiples olores a huerta, carnes y pescados, a Gregorio el de la carne, a Juana la de Baldomero en su cuartelada de venta de comestibles; a Prudencia la de la calle Nueva, que vendía loza; a Luciano el de Bareta en su carnicería; a Alonso el de Mujeres y su fruta; a Adela, la de la carne, la mujer de Juan el de Próspero; a Dolores la de Capilla en su rincón de venta de platos, tinajas, búcaros…; a Antonia la Serrana, la mujer del buen amigo de mi padre, Antonio el Rubio; a Tomás el Pepino, también con su puesto de carne; a Adela, la madre de Marcos y Felipe en su puesto de frutas; a Ciscala el municipal en la oficinilla de fideicomiso; a la gente de Manolito el de la Bele y la carne de su matanza; a Luisa la de Matorla y los frescos productos de su huerta; a la madre de Francisco “el Coco”, Francisca Cascales, que me vendía aquellos “solisombras” tan ricos que me endulzaron aquellos días; a los pescaderos, Manuel, Antonio y Manuel Valderas, uno más largo que otro, recuerdo; a Morón y a Gertrudis; a Cayetano en el Bar y al bajito Eloy en su mostrador y que fue luego el puesto de El Calé; a Juan el de Bareta, también matarife; a Aurora, la del Manchego y sus carnes; a “El Tronchito”, que venía y volvía en carro a Olivares con sus verduras; a Manolito y Francisquito, también fruteros de Olivares; a la gente de Antón con los productos de su huerta en el río; a la Lupe, a Inés la del Sordo, la madre de Jeromín, a la gente de Eduardillo, a Magdalena la del Platero, a la gente de la Huerta El Pino, Magdalena con Ignacio y Antonio con Ana, a Juana y Luis el de Bárbara…todos con las verduras y frutas de sus huertas; a Rosaura la de “Panero” y su carnicería; a Araceli la del Corralito…y…también… a mis miedos asomados al sótano aquel que engullía en sus entrañas los que entonces me parecían fantasmales animales muertos.

No quiero que a nadie molesten mis recuerdos. Con ellos no quiero alimentar polémicas partidarias, ---que doctores tienen los partidos en pugna---, quiero tan sólo incrementar el amor hacia este pueblo, nuestro pueblo y su gente, nuestra gente. No me merecen la pena en este momento otros afanes. Aunque reclamo, sí, mi derecho a ejercer mi modesta ciudadanía y debo reconocer que en materia urbanística soy, esencialmente, de esa tradición progresista que centra en el conservacionismo su afán modernizador de los cascos antiguos de las ciudades con larga historia. Es decir, aquellas políticas que, respetando la historia común, emprenden la tarea de mejorar las condiciones de vida de los protagonistas que en cada momento histórico habitan nuestras ciudades y nuestros pueblos. Conozco, por mis estudios y oficio, algo sobre lo que aconteció en los países centroeuropeos al finalizar la Segunda Guerra Mundial y que ocasionó la total destrucción de muchas ciudades con un patrimonio histórico irrepetible y único. Hubo países que emprendieron la tarea de reconstruir, piedra a piedra, detalle a detalle, sus monumentos derruidos. En arquitectura todo o casi todo hoy es posible. Abogo desde aquí por la reconstrucción fiel de aquella vieja fachada del mercado, que, mi madre me contaba, se levantó sobre el solar que mi bisabuelo José María Falantes Ruiz, todo un liberal de la época, recuperó para el municipio siendo su alcalde a comienzos del siglo XX. Tal vez, quienes han venido a vivir con nosotros en esos que llaman “Jardines de Gerena”, no lo echen de menos, pero yo siento una dolorosa nostalgia por aquel viejo decorado de mi infancia y de casi cuatro generaciones de gerenenses. Y digo bien: reconstrucción fiel, a mí no me bastarían algunos pequeños detalles. Seguro que es posible si hay voluntad de hacerla posible.

En todo caso, quedara como quedara, mis recuerdos, que estoy seguro comparto con quienes hemos nacido en el entorno del viejo mercado, de la vieja plaza, serán siempre indestructibles. Y cuando por allí pase, incluso cuando por allí quizás more, ¡quién sabe!, en los días de mi jubilación, ya mayor, en mi vejez, con los ojos cerrados, dormitando el plácido sueño de los ancianos, iré recordando a Gregorio, a Bareta, a Rosaura, a Juana, a los pescaderos, a los fruteros…que alimentaron mi enclenque niñez, porque, como sabéis, no somos más que un continuo volver a nuestra infancia, a ese territorio feliz que pueblan nuestros mejores sueños.








domingo, 7 de diciembre de 2008

DÍA DE LA MÚSICA 2008


ME EMOCIONA HABLAR DE MIS AMIGOS


Lo siento, lo siento mucho. Tal vez no sea propio de un presentador que se precie, pero no he podido retener la intensidad de mis propias emociones: se ha entrecortado mi voz y en mis ojos han aflorado las lágrimas. Debo reconocer, sí, que soy de lágrima fácil. Aquello de "que los hombres no lloran" no se hizo para mí. En ese aspecto que no cuenten conmigo, soy poco hombre, prefiero el llanto. Pero no quiero reprimir con un discurso artificial los abrazos que quiero dar, los elogios que quiero regalar, el cariño sincero que pretendo mostrar. Porque, al fin y al cabo, las lágrimas no son más que el camino más corto para comprender esa naturaleza humana que nos ocupa: que somos, en esencia, agua, sólo agua y poco más. El agua limpia, purifica, sacia la sed, nos lleva, nos acerca... Las lágrimas de hoy, esos efímeros diamantes de agua y sal, no fueron más que una explosión de emociones que mi pecho regaló a los ojos cuando hablaba de mis amigos a mis amigos, eso que a veces me ocupa y que gustosamente acepto como modesto artesano de la palabra.


DÍA DE LA MÚSICA 2008

Gerena, 7 de diciembre – Centro Cívico.


En homenaje a Juan José López Lobo


Se cumplen hoy 20 años y 17 días desde que la Banda de Música comenzó a otorgar una distinción a las personas o instituciones y colectivos que en cada momento, cada año, han destacado por su apoyo a la música. Así, hemos llegado hasta hoy y poseen este mérito desde 1989 y por este orden:

La Asociación de Padres de Alumnos del Colegio Fernando Feliú y

La viuda de Don Manuel Martel Vergara

Federico Rodríguez Ruiz

La Concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Gerena

Antonio Acuña Cáceres (“Chaveta”)

Pedro Alanís Falantes

El Excmo. Ayuntamiento de Gerena

Basilio Ramírez Palomo

Manuel Granados Ramírez

José Vizcaíno Olmo

La Asociación “Amigos de la Música

Manuel Alanís Núñez y Francisco Fuentes Leal

Ramoni Carrero Fuentes

Manuel Acuña Pozas

Domingo Romero Peralías

José Salguero Roldán

Antonio Nogales Acuña

El Pueblo de El Ronquillo

El Pueblo de Gerena

Manoli Carrero Fuentes

Ramoni Fuentes Leal

Antonio Fernández Rodríguez (“El Tete”)


Estimados amigos, estimadas amigas:


Es todo un honor, y un privilegio a la vez, aceptar una vez más el encargo de la Dirección de la Banda para oficiar, ---con la torpeza de mi modesta palabra---, este acto de entrega de la placa 2008. Un honor y un privilegio inmerecidos, porque quienes trabajan por la música, con la música y para la música, son ellas y ellos, los músicos. Es decir, que mi palabra no es mía, que es de ellos. Y siempre ha sido así. Os relato tan sólo, pues, la historia que ellos os quieren contar:

“Imaginad por un momento a esa generación de los que hoy comenzamos a sobrepasar los cincuenta. O cincuenta y uno. O cincuenta y dos… Trata esta historia de alguien que pertenece a esa numerosa generación que nació en la España de finales de los años 50, aquella España que se disponía en aquel momento a desarrollarse y a abrirse al mundo. Un mundo que la esperaba, claro, interesado, muy especialmente el mundo americano, que, a cambio, nos dio las bases y nos regaló toneladas de leche en polvo que disciplinadamente los españolitos pobres en la triste escuela de entonces, tomábamos mezclada con algunos terrones de azúcar y canela en polvo o con el cola-cao de aquel negrito que… traíamos de casa liado en papel de estraza, y… poco más. Una generación que aún tuvo que cantar durante algunos años y a su corta edad, el “Cara al Sol” en el patio del Colegio Cervantes, mientras se izaban las tres banderas de la Dictadura de Franco (aquel “hombre”). La generación de…¡aquel tiempo tan feliz en que éramos tan desgraciados! ¿Recordáis? No es está mal recordarlo cuando acabamos de celebrar el 30º aniversario, el más longevo período, de una Constitución democrática en España. Imaginad, por tanto, a alguien nacido en el seno de aquella España. Ese es nuestro protagonista.

Es esencial decir desde el principio, aún a costa de que adivinéis enseguida de quién se trata, que sus orígenes, por parte paterna, proceden de una familia que se trasladó a Gerena ---debió ser a comienzos del siglo XX, no sé decirlo con precisión--- desde un pequeño Caserío del municipio de Arenas, en la Axarquía malagueña, llamado DAIMALOS (Una pedanía que hoy apenas cuenta con 50 habitantes). De allí vino su padre y, sobre todo, había venido unos años antes el verdadero hacedor del clan familiar: Juan Alcoba García.

Este hombre, que podéis encontrar retratado muy al uso de la época en el libro “De la Gerena que venimos”, llegó a ser “aperaó” (aperador) del del Marqués de Albaserrada y, con el tiempo, amasó una modesta fortuna y propiedad, que dejaría en herencia a sus sobrinos: Juan, Francisco y Pepe.

Claro que Juan Alcoba les dirá muy poco si no digo al mismo tiempo que era conocido por el nombre de Juan MATORLA. Todo un personaje de la vida pueblerina de entonces ---dicen que prestó dinero a mucha gente---… todo un personaje, y cuyo sobrenombre, del que no conocemos su significado, la familia ha llevado y lleva con orgullo. La era Matorla, la huerta Matorla…la gente de Matorla… forman parte, como bien sabéis, de nuestro paisaje y de nuestro paisanaje y todos sabemos quiénes son cuando oímos ese nombre.

Ellos, son cuatro hermanos. O mejor dicho, 3 hermanas y un hermano (aquí es importante distinguir al varón de las hembras y el orden: él es el único varón y el más pequeño). A su padre, Santiago Francisco López, Paco, se lo llevó la enfermedad cuando él tenía 5 años. Fue, recuerda muy bien su hermana Encarna, el año en que mataron a Kennedy. Su madre, Dolores, sus hermanas (Encarna, Loli y Luisa) y la Tía Luísa, tuvieron, pues, que bregar con él, con “el niño”, y tuvieron que tirar “pa´lante” de la familia en aquel trance. No fue aquel tiempo un tiempo fácil (nunca lo son para una viuda cargada de hijos): “es verdad que las tierras daban entonces para el pan, para el aceite…Pero las faenas del campo, sin un hombre en la casa de un agricultor…no daban. Para pagar y que lo hiciera un hombre…para eso no daba”. “Mi obsesión, cuenta su hermana mayor, era entonces: ¡Dios mío!, dame fuerzas para quitarle las trampas a mi madre”.

---Y cuento todas estas cosas para que la historia, esa, la general, la de todos, la de España, se deje contar también al mismo tiempo…a los más jóvenes y a los olvidadizos---

Y nuestro protagonista creció en la casa familiar, enfrente a la actual Plaza de Alonso Vicedo. Algunos de nosotros recordaremos de aquel tiempo que luctuosos acontecimientos, alguna vez, ensombrecían la vida de todo el pueblo y paraban el pulso de su cotidiano: “Que se ha ahogado en el charco, Andrés, un niño de 10 años, el de la gente del Mecánico. Que se ha ahogado Luís, el de Pascual…” Era aquel un barrio, de un pueblo de canteras, rodeado de tajos que más de una vez dieron disgustos a las familias vecinas. Por eso, quienes tenían niños pequeños andaban en más de una ocasión con el corazón en un puño. Fue aquel miedo el que hizo a su hermana abandonar la costura en el Taller de Manufer e ir andando un día, “a las doce, con toa la caló”, al río, a buscar al “Niño”, que andaba, según decía la gente, con el Antonio (el Muá), con Fernando el Cojo, el de Cascabeles,… andaba, decían, por el Río, adónde habían ido en bicicleta. “Si llega a echarle mano de verdad aquel día…”

Pero el Niño, al que ya podemos decirle “Juanito”, no fue sólo un niño más o menos travieso como todos, a los 11 años empezó a dar clases de música y terminaría tocando el clarinete. Su maestro, allá por la Cuesta de la Música, fue Manuel Martel, a él le tocó manejarse con aquellos niños que, como Juanito, cuando terminaban sus clases, jugaban al futbolín en los billares de Gorito: José Salvador el del Pancho, Salvador el de Candiles, Juan Ureña, Juan José el de Picaplatos, José y Félix los del Corneta, Bartolo, Pedro el de Mariqui, Juan el de Matamoros...

De aquí le viene su afición a la música. Una afición que no ha abandonado desde entonces y que, como miembro de la actual Banda Municipal de Música, ha cultivado como músico hasta hace apenas unos años en que decidió dejarla. Hasta entonces, hasta el 2005, ha tocado en la Banda, los platillos. Los platillos como toda la percusión, son fundamentales para el ritmo en cualquier interpretación musical, sin embargo, su madre nunca vivió bien el que su niño tocara los platillos. Ella decía que los que tocan los platillos en las bandas son los tontos. Para qué vamos a engañarnos, es lo mismo que alguna vez hemos pensado muchos al ver algunos espectáculos. Su amigo y director de la banda durante tantos años, Manuel Vizcaíno, afirma, sin embargo, que no todo el mundo ha estado a la altura de él como percusionista a pesar de no haber realizado estudios en el conservatorio.

Vizcaíno, realmente quería que él tocara el saxo tenor. Se trataba de un instrumento de grandes dimensiones para la mayor parte de aquellos niños que entonces se iniciaban en la música y era preferible que lo llevara un adulto. De hecho, él lo llegó a comprar, a pesar de que había otras urgencias: Su mujer estaba embarazada de su primera hija. Pero, en opinión de su director, a la vista de que no le echaba las horas que el saxo requería, le pidió que tocara los platillos.

Fueron aquellos comienzos de la banda de finales de los 80, aquellos en lo que su hija le acompañaba a casi todos los ensayos en brazos de sus madre, tiempos en los que había que arrimar el hombro y él siempre estuvo ahí. La banda no empezó con un autobús en la puerta de la Casa de la Música. Entre otras cosas, porque ni había casa, ni había recursos: Si había que poner el coche para ir a otros pueblos, él se prestaba a ponerlo. Si había que invitar a los niños a un refresco a mitad de camino tras la correspondiente actuación, él pagaba de su bolsillo. Si había que buscar fondos para una tuba o un bombardino y había que trabajar en la barra de aquella primera caseta de feria, allí estaba él echando horas como nadie. Y si había que buscar y firmar contratos, allí estuvo acompañando siempre al director, a Poza, a Domingo… Eran los tiempos de todos a una…eran los días de los conciertos en el viejo cine Encarnación y de aquellas celebraciones que comenzaron en el comedor del colegio, en el Miami… Él ha sido, pues, un trabajador infatigable por la música hasta el último momento.

Dice su mujer que, López, como ella lo llama como si de un compañero de colegio o de oficina se tratara, nunca ha faltado a los ensayos y ha dejado montones de cosas por la Banda. La misma en la que su hija Luisa toca el clarinete, perpetuando de ese modo el alma musical que él tanto ha alimentado dentro y fuera de su casa. Y que, por cierto, no se llama Luisa por casualidad. Porque Juanito, fue la niña de sus ojos para la Tía Luisa y él lo sabe. Sin olvidar a los demás sobrinos, bien es verdad, pero él fue siempre para ella el primero y el predilecto en todo.

Pero ¿quién es en verdad este “Niño”, este “Juanito”, este “López” del que hablamos? Pues si os digo que se llama Juan José López Lobo, ese nombre, que tanto dice a los suyos, dice tan poco como el de Juan Alcoba si no le añadimos el Matorla. A este JJLL también deberemos añadirle algo que seguro ya se ha escuchado por lo bajini y que yo no me he atrevido aún a mentar, porque a su madre le gustaba menos aún que el hecho de que tocara los platillos. Y es que no hemos dicho que la culpa la tuvo, no sé si estoy en lo cierto, su paso por la Ciudad Juvenil “Francisco Franco” (¡otra vez aquel hombre!), allá por los años setenta, los mismos años en que recaló por el Sevilla Fútbol Club un exótico jugador africano de fútbol, procedente de Gambia, llamado…ALHAJI MOMODO NJIE y que marcó toda una época para este ilustre equipo de la capital.(Y que, por cierto, estuvo a punto de fichar por el Betis, lo que hubiera cambiado mucho, de haber sido así, nuestra historia y la de nuestro protagonista). Me han contado que alguien allí, en la Ciudad Juvenil, a la que fue a parar para cursar los estudios de Electricidad que no llegó a concluir, le empezaron llamar por el sobrenombre de este jugador. Probablemente, incluso, se lo empezara a llamar alguno de los muchos paisanos que como él compartieron estudios en aquel centro: Genaro Loro, Félix Delgado, Colombo, Antonio Falantes, Joselito el de la Genara, Benito Nogales, Bartolo Mojaca, Acuña el Largo… Muchos de los que un día, voluntarios ellos, ¡quién lo iba a decir! fueron a la Plaza de Oriente a vitorear a Franco (¡otra vez!) antes de concluir su largo y triste gobierno sobre España… ¡Quién lo iba a decir de quien sería en el futuro un militante comunista, de alguien que encabezó aquellas protestas del Empleo Comunitario delante del Ayuntamiento! Cosas de la historia.

En fin… sí, este año la placa es para él. Como ves es posible hablar de ti sin llamarte como no quería tu madre que te llamaran. Dijo la pobre en cierta ocasión: “Mira la gente que decirme en to mi cara que soy la madre del Biri. Vamos, vamos, con el nombre tan bonito que tiene mi niño. Claro, si él no contestara cuando se lo dicen...”

Quienes lo quieren de verdad: su mujer, sus hijos, sus hermanas, su compadre, sus amigos…lo tienen claro

…que tendrá sus faltas como todo el mundo, pero es un pan bendito

…que es un ferviente amante de la música clásica y de la zarzuela y de la ópera: le emociona especialmente Pavarotti y su interior se conmueve con toda ella y, por encima de todo, cuando escucha a la Banda de su pueblo, a su Banda.

…que es todo humanidad, un buen compañero, un buen amigo…

…que él no suele hablar de nadie y, mucho menos, para hablar mal, prefiere el silencio.

…que para él, todos sus amigos son buenos amigos

…que terminó casándose con Rosarito porque estaban predestinados a ser una pareja indestructible, aunque suene cursi decirlo así de esta manera. Con ella se llevó 10 años de novio y lleva ya 22 años de casado. Toda una vida… Reconoce no tener demasiada paciencia, sobre todo, a la hora de los deberes. Alguna vez, como si él no tuviera nada que ver en el asunto, le ha soltado a Rosarito aquello de: “Si tú no hubieras tenido tantos niños…”. (Éllos saben, al cabo de tanto tiempo en común, que el matrimonio es la más difícil y la más rica escuela de convivencia porque nos habilita para participar en la vida de otro, eso que tanto nos cuesta aprender a todos. Ellos saben, al cabo de tanto tiempo, que en la vida lo más importante no es conseguir un bolsillo gigante, ni siquiera disfrutar de una hermosa casa como tienen, sino que lo verdaderamente importante es la salud y el regalo, a veces complicado, de los hijos,… que lo importante es cultivar un corazón grande para quererse).

Y que, en fin, y en honor a la verdad, si le ha gustado a nuestro amigo gozar en ocasiones con alegres excesos de baile y cante, siempre en la mejor compañía, ha sido o para huir de su timidez, esa que siempre ha vivido en él agazapada, o para celebrar las actuaciones de su banda o los éxitos de su equipo del alma.

Antes de cualquier concierto, sobre todo el que tiene lugar, como hoy, el Día de la Música, los nervios se lo han comido por dentro. Seguro que, ahora, antes de subir aquí para recibir su más que merecido galardón y el cariño de todos, está hecho un ese haz de nervios que a veces canta su mirada.

Tus amigos, tus amigas, los presentes y quienes quisieran estar aquí y no pueden, consideramos que bien te mereces este reconocimiento.

Porque debéis saber que hay músicos buenos, los hay no tan buenos y los hay mejores, pero pocos hay como él…esos que son músicos…¡hasta la muerte! Con todo nuestro cariño, felicidades.


En Gerena, 7 de diciembre de 2008