2002

viernes, 27 de marzo de 2009

28 de marzo a las 20:30 h.

LA HORA DEL PLANETA


Es un simple gesto. Se trata de apagar las luces, de quedarse a oscuras o a la tenue luz de unas velas. Podría ser una buena ocasión para una cena romántica o para escribir o leer como lo hicieran en su tiempo Cervantes o Shakespeare. Consiste en desenchufar al planeta de esta larga carrera sin fin a la que lo tenemos condenado. La Tierra, nuestro hogar en esta galaxia, bien merece tomarse un respiro, que se lo concedamos. Al menos, durante una hora. No tiene sentido este insostenible ritmo de consumo energético, esta alocada marcha hacia el agotamiento. Las actuales generaciones de pobladores del planeta hemos olvidado que esta nave en el espacio no la tenemos heredada de nuestros padres, sino prestada de nuestros hijos. Es un simple gesto contra el cambio climático, el primero de los que puede venir de la mano de la irresponsabilidad de los humanos... Esa especie que alguien consideró "una verdadera enfermedad sobre la piel de la Tierra". No pongamos más a prueba la sostenibilidad de los recursos y la fecunda genorosidad con que Gaia nos amamanta. Una madre como ella bien merece una prueba de nuestro agradecimiento. Es el 28 de marzo, de 20:30 a 21:30. Y a partir de ahí, todos y cada uno de los días del año en su viaje alrededor del sol.

lunes, 16 de marzo de 2009

Diario de un Profesor





"Vuelvo a Granada"

Estudié en Granada. Fue entre los años 1968 y 1973. Yo era un niño. Desde entonces, esta ciudad, sus múltiples paisajes, me acompaña. Para bien o para mal, Granada quedó en el ADN de mi memoria visual como referencia desde la que mirar ya para siempre el resto del mundo. Su belleza irrepetible siempre va conmigo. Hay quien dijo, no recuerdo bien quién, que “uno es de donde hace el bachillerato”. Debe ser tal vez por eso que esta ciudad me ató a ella y la razón por la cual me siento un granadino de adopción. Nadie me persuadiría por ejemplo, en contra de la firme convicción que mantengo, posiblemente ingenua, de que Sevilla es más hermosa que Granada. El viernes pasado viajé a ella en tren. Debía reunirme con mis colegas de la Ponencia de Geografía para ultimar las próximas Pruebas de Acceso a la Universidad.
Y allí estaba ella esperándome, inconfundible, hermosa, eternamente bella, sobre la roja colina que vigila y abraza el Darro. Me saludó deslumbrante y le reiteré mi amor fiel, inquebrantable.
La reunión se celebró en el Carmen de la Victoria, en pleno Barrio del Albaicín, propiedad de la Universidad de Granada. Fue Vázquez Montalbán el que dijo en cierta ocasión que “no se sabe muy bien si fue el Carmen de la Victoria el que fue hecho para la Alhambra o ésta para el Carmen de la Victoria”. Lo cierto es, que la reunión transcurrió en este “huerto” (significado árabe de Carmen), desde el que se ve exactamente lo que apreciáis en estas imágenes. Ellas testimonian las miradas de mutuo amor que permanentemente se dirigen entre sí ambos lugares.
Y allí, expuse, sin tratar de convencer a mis entrañables, admirados y experimentados profesores universitarios y de bachillerato, que la Prueba de Acceso a la Universidad, la conocida Selectividad, no debe considerarse un examen para especialistas, ni un examen para acceder a la especialidad de Geografía. Que la Selectividad es un examen que trata de medir de alguna manera, en términos de madurez, la consecución de los objetivos marcados para el bachillerato y que por esto se hace examinando a los estudiantes de diversas materias. Que el examen de selectividad de Geografía versa sobre la geografía que se enseña y no siempre ésta es la Geografía que produce la “ACADEMIA”. Que es, en definitiva, un examen sobre un saber escolar, que debemos pretender, sí, lo más próximo posible al saber científico generado por la ciencia geográfica, pero este a duras penas resiste al modo de ser de muchos de nuestros actuales alumnos y alumnas de bachillerato. Y que, en definitiva, sería conveniente confeccionar un examen más “facilitador” para el alumnado que trata de acceder a la universidad, ya que la Geografía es una disciplina especialmente amplia y compleja. Que hacerlo así, no atenta, en mi opinión, a la dignidad de la Geografía, ni tiene por qué implicar una pérdida de poder de nuestra especialidad, sino que coloca a la propia Geografía en el centro de interés de nuestros estudiantes en nuestro empeño por ganarlos para la causa del amor hacia el conocimiento. Y es que de amor trata esta historia.
Por eso me pareció que, mientras discutíamos estos aspectos tan sesudos, la Alhambra nos miraba y dejaba escapar algunos pacientes y profundos suspiros. Los mismos que yo le devolví, no sin melancolía, al despedirme de ella.