2002

martes, 25 de noviembre de 2008

Diario de un Profesor (XII)

La Semilla del bien


Lo veréis exagerado, pero podría decir que, hoy, apenas he tenido tiempo para respirar. Desde las ocho de la mañana se preparaba una larga e intensa jornada y así ha sido. Hemos celebrado las Elecciones a representantes de los alumnos y alumnas en el Consejo Escolar del instituto. Ayer, todos los grupos fueron bajando a la Sala de Conferencias para conocer a los candidatos (cuatro alumnas y tres alumnos) y saber, de boca del director del centro, qué es eso del Consejo Escolar. Fuimos explicando:

a) Que para no repetir el error de muchos adultos, que van a votar sin saber exactamente qué votan, sin conocer bien a quienes votan y sin saber para qué votan, debíamos reflexionar un poquitín sobre la importancia de la participación allí donde se cuecen y se deciden las cosas que nos afectan.

b) Que para participar hay que tener información.

c) Que todos y todas somos importantes a la hora de opinar sobre lo que vemos mal y es necesario proponer todo aquello que estimemos necesario cambiar para que todo vaya bien o vaya mejor.

d) Que las mejores normas son aquellas que decidimos entre todos y entre todas.

e) Que la democracia, aunque no la echemos de menos, si no la cuidamos, se nos muere entre los dedos.


Hoy tocaba empezar a practicar esa democracia que exige el esfuerzo de todos. Y la urna, poco a poco, se ha ido llenando de pequeñas papeletas blancas, poderosas semillas de esperanza. Alguien podrá pensar que hay quienes votaron al más guapo, otros al más simpático, otros sólo a su amigo o a su amiga predilecta… Claro, no podría ser de otro modo. El pequeño universo de los “pequeños” no es más que un universo paralelo del que habitan los adultos. Ha habido un insignificante puñado de votos nulos: siempre hay algún graciosillo, despistado o tramposo, siempre los hay en todo lugar. Se han recogido algunos votos en blanco. E incluso ha habido quienes sencillamente se han abstenido y no han querido votar. Es decir, hemos asistido al hermoso triunfo de las decisiones sobre las imposiciones y esta es siempre una edificante lección. Una de esas que se aprende por la vía de la práctica y no por el camino del “sermón teórico”, con el que tanto aburrimos a las paredes del aula. Con todos sus defectos, los caminos democráticos que se recorren en movimiento enseñan más que la escucha pasiva y resignada de discursos sobre la participación democrática. Y es verdad que la democracia es el triunfo de la palabra y el diálogo sobre las voces y la negación del otro, pero es, sobre todo, la práctica responsable de todo aquello que nos sirva para transformar las cosas desde los gerundios más sonoros: hablando, dialogando, consensuando, negociando, cediendo, criticando, proponiendo, participando, decidiendo, construyendo… en fin…cómo queremos convivir y educarnos. Habrá quien pueda pensar: psss… cosas del director, cosas de niños… Sin embargo, este ritual siempre me recuerda, en su sencillez, incluso en su aparente engaño, que hubo un tiempo en que la democracia se enterró con un tiro en la cara o en la nuca en las cunetas de los caminos más olvidados. Sólo por eso merece la pena seguir sembrando en estos tiempos de incertidumbre y esperanza. Más aún si todo ello ha discurrido al mismo tiempo que celebrábamos la ocasión de manifestar nuestra tristeza y determinación ante quienes matan la sonrisa o destruyen la mirada de una mujer. A más violencia machista, más democracia, es esa la respuesta más adecuada para llegar a la igualdad, el dulce abrazo de la verdadera condición humana.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Jornadas sobre la MEMORIA HISTORICA: "Gerena Recuerda" 21 Noviembre 2008


La memoria: femenino, singular (Texto íntegro de la ponencia)

Dicen que “la memoria es la palabra del alma”. Hoy nos gustaría prestar nuestra palabra y alentar con ella el alma de quienes han sido víctimas, durante todos los años de la larga dictadura que reinó en nuestro país entre 1939 y 1975, del miedo, del silencio, del olvido, de la desmemoria, del desprecio y de la injusticia del trato humillante que los vencedores siempre otorgan a sus enemigos vencidos, siempre.

Durante el curso 2006/2007, como Profesor de la asignatura de Patrimonio Cultural de Andalucía, propuse a mis alumnos de 4º de la ESO que me ayudaran a realizar un trabajo de investigación sobre la Guerra Civil Española. Les expliqué entonces que uno de los más ricos patrimonios que tenemos como comunidad es la memoria que las personas mayores guardan de otro tiempo y les sugerí aproximarnos a aquella realidad desde la mirada de las mujeres que vivieron aquella terrible experiencia. A esta propuesta contestaron con su trabajo, fuera de las horas de clase, un grupo de cinco alumnos: Rocío, María Dolores, Ana, Vicente y Pablo.

Consciente del debate que en aquellos momentos, como ahora, latía en el seno de una parte de la sociedad española sobre la llamada MEMORIA HISTÓRICA, les propuse hacer esta investigación escuchando a mujeres que, desde cualquier lado de los contendientes, vivieron aquel tiempo. El modo de hacerlo sería con la metodología de lo que se llama la HISTORIA ORAL. Es decir, dejándose contar y recogiendo por escrito sus testimonios. Yo, les dije, les ayudaría en hacer posible diálogos a partir de mi conocimiento de esa historia que ellos desconocían, algo no siempre fácil de hacer con personas tan mayores.

Como profesor tengo el deber moral de presentar este trabajo como fruto de un trabajo colectivo y del esfuerzo de todos. Si bien es cierto que hay diversos grados de participación en él, no es menos cierto que lo hice para ellos, con ellos y gracias a ellos.

Lo llevamos a cabo, hablando con seis mujeres:

Anita y Rosario Alanís Delgado
Eloísa Ortiz Lozano
Rosario Suárez Algaba
Sofía Chavez Álvarez
Rosario Nogales Rabanal

¿Qué hemos aprendido con este trabajo?

Desde el relato de estas mujeres, mis alumnos llegaron a las siguientes conclusiones:

“Hemos aprendido un poco más sobre la Historia de España y sobre nuestro pueblo: fusilamientos, mujeres peladas… Además, hemos comprobado que no tiene comparación aprender historia a partir de libros que una historia contada por una persona.
Jamás podríamos haber imaginado el sufrimiento de tanta gente si sólo lo hubiéramos leído en los libros. También hemos conocido algunos datos sobre nuestras familias, algunos muy importantes, que nos hacen reflexionar más y mejor sobre lo ocurrido en aquellos tiempos. Ahora sabemos de forma más precisa lo que se llegaba a sufrir en aquella época y el miedo que sentían las personas sobre conceptos que hoy son vistos totalmente desde otro punto de vista. Conceptos como la política, por ejemplo. Las personas entrevistadas nos contaban que la política era peligrosa y nos han desaconsejado acercarnos a ella”.

¿Qué ha significado este trabajo para mí como profesor?

Aquí os quiero exponer algunas reflexiones que callé el pasado viernes en las JORNADAS SOBRE LA MEMORIA HISTÓRICA para no cansar y, sobre todo, para hacer prevalecer las ideas del grupo de escolares con los que trabajamos este difícil tema. Tal vez hubiera debido exponerlas durante el debate, pero consideré que nuestra exposición había sido sencilla y suficientemente emotiva para despertar la reflexión y por ello me daba por satisfecho. Con todo, estas son las ideas que llevaba para compartirlas con todos. Habrá futuras ocasiones para ello y, en todo caso, aquí quedan:

1ª.- Todo lo que nos han contado y nos cuentan estas mujeres ponen de relieve que la historia reciente es particularmente difícil de transmitir y de ser enseñada. Abordar estos temas es recordar heridas abiertas y esto, a pesar del tiempo, difícilmente se asimila en el seno de pequeñas sociedades como nuestro pueblo.

(Como anécdota os puedo contar que hace algún tiempo, propuse a mis compañeros del Departamento de Geografía e Historia investigar este asunto aquí en Gerena y ninguno quiso, ni vio oportuno, abordar ese triple tema: la república, la guerra civil y la represión y la dictadura. Mis propios alumnos reconocían no querer dar hoy aquí nombres. Entre otras cosas, porque algún nombre es el del bisabuelo de un compañero de su clase, al que las protagonistas tachan de “criminal”).

De alguna manera, este trabajo, señala los límites de la escuela, de la enseñanza, incluso en un contexto pluralista y democrático como el actual: No es fácil incorporar el conflicto a los contenidos de lo que enseñamos en los centros educativos. Y hacerlo, sobre todo, sin ceder al olvido, a las tergiversaciones y a las manipulaciones. Porque una cosa es lo que han contado los manuales escolares y cuentan muchos historiadores y otra, la memoria subjetiva de sus protagonistas. Esos testimonios no están presentes en la historia que se enseña. Sin embargo, considero que es una obligación moral, es de justicia, incorporar a nuestra enseñanza de lo que somos, lo “malos”, lo “atroces” que podemos llegar a ser. Es decir, debemos también presentar lo IMPRESENTABLE.


2ª.- Es necesario un pacto del recuerdo de las victimas. Es verdad que ha existido un pacto de silencio. Es más, muchas veces, en sociedades traumatizadas por conflictos como una Guerra Civil, es necesario el olvido como estrategia de supervivencia, al menos durante un tiempo. Pero, al final, debemos enfrentarnos a la obligación de hacer justicia, sin la cual no es posible sustentar ninguna sociedad que se quiera democrática. Y esta es, desde mi punto de vista, una obligación de educadores y políticos. Son necesarias ciertas dosis de memoria, aunque sea dolorosa, para reconstruir los lazos sociales que una guerra civil disuelve durante tantos años. Más allá de las circunstancias terribles por las que pasó nuestro país hace 70 años, los DERECHOS HUMANOS deben ser irrevocables. Y esta es la base de la EDUCACIÓN DE UNA CIUDADANÍA COMPROIMETIDA CON LAS CONSTRUCCIÓN DE UNA SOCIEDAD MEJOR Y MÁS JUSTA EN LA ESPAÑA DE HOY, EN EL MUNDO DE HOY. Ocurre, sin embargo, que durante los largos años de la transición, el discurso de los Derechos Humanos, tan presente hoy, estaba ausente, dormía en el limbo de las preocupaciones de los responsables políticos. Hoy sí debe ser el tiempo y el discurso aplicado de esos Derechos Humanos.

3ª.- Cuando estos chicos y estas chicas, mis alumnos, han trabajado estos testimonios, lo han hecho, han escuchado sobre todo, sin prejuicios. No hay, por tanto, posibilidad alguna de eso que algunos sectores políticos califican de SECTARISMO o RESENTIMIENTO. El debate político tiene una dimensión, pero la EDUCACIÓN tiene otro. La EDUCACION tiene como FINALIDAD esencial formar personas libres. Sólo el MIEDO puede impedirnos ser LIBRES. Y ellos han sentido un cierto miedo a hablar y repetir lo que han escuchado. Por eso la Escuela debe tener el oído y el alma abierta a esta “OTRA HISTORIA”.

Me hubiera gustado finalizar con una anécdota de mi oficio: Con frecuencia explico a mis alumnos, al abordar la demografía, la geografía de la población, lo que se llama una “GENERACIÓN HUECA”, es decir, los hijos que hubieron de nacer de mujeres que tendrían que haber engendrado…con hombres con quienes debieron casarse…pero que, sin embargo, no pudieron ser engendrados, no pudieron casarse…o emparejarse sencillamente…porque la GUERRA lo impidió.

Conocí muy bien a una mujer que perdió a su hermano en la guerra. Que tuvo al que sería su marido en la guerra…y que, antes de partir al frente, la dejó embarazada…”Total, se dijo, ¿y si no vuelvo? Aquella mujer vivió toda su vida en el miedo. Aprendió y acumuló miedo por si mataban a su novio como antes a su hermano… Vivió en el miedo ocultando su embarazo… Vivió siempre escondida en la casa materna por el miedo al qué dirán… Educó a sus hijos en ese miedo, en el miedo a la política… Esa mujer, que fue una víctima más de la dictadura del miedo, fue mi madre. Ella como todas estas mujeres, todas ellas amigas suyas, perdieron la guerra. Porque la guerra la perdimos todos y todas. Por eso son tan malditos quienes las inician.

Estoy convencido, y por eso mantengo fuertes esperanzas en la ESCUELA, de que las nuevas generaciones, estos chicos y chicas, construirán un país sin miedos y en LIBERTAD. Hemos realizado este trabajo porque pensamos que nuestro país se engrandece recuperando la memoria de los que han sido durante muchos años los excluidos. La democracia tiene la obligación moral de hacer la historia de todos. La realidad nunca se llegará a comprender con medias verdades. Debemos abrir las fosas que hay en las cunetas, no sólo por decencia y para recuperar los restos de jóvenes como el novio de Rosarito Pinguilla, y cuyo escalofriante testimonio hemos escuchado al comenzar esta conferencia, sino, sobre todo, las fosas mentales donde siguen enterradas las ideas enemigas de la libertad más plena. Porque estas mujeres, estas madres, estos muertos, son todas nuestras mujeres, todas nuestras madres, todos nuestros muertos. Es hora de la verdad completa.

He tratado de transmitir a mis alumnos y a mis alumnas que no hay conocimiento de las cosas, de la realidad en su integridad, sin la presencia de esa parte dolorosa que es el secreto de la memoria de Sofía, de Rosario, de…tantas mujeres…

Bienvenidas sean las leyes, pero la memoria no se defiende sólo con una ley, sino con el conocimiento y lo verdaderamente importante no serán los dictámenes jurídicos de un juez, sino su cultivo como fuente de la experiencia para que nada, nada de esto que estas mujeres vivieron, vuelva a suceder NUNCA MÁS.

Gerena, 21 de noviembre de 2008

lunes, 17 de noviembre de 2008

El Paseante (III)

"Sed bienvenidos todos a esta tierra..."

Así reza un verso del "Himno a Gerena" que alguien escribió ya hace años y que probablemente esté olvidado para siempre, a pesar de ser un sincero canto de amor de un hijo a la tierra que le vió nacer. Hace pocos días, saludé a Antonio sentado a la entrada del pueblo. Sin saberlo él, su figura inconfundible de hombre del lugar, daba la bienvenida a quienes ese domingo entraban desde Sevilla, ya en coche, ya en bicicleta. Él no sólo me evocó inmediatamente el recuerdo de mi padre y de los viejos campesinos de Gerena, sino la nostalgia de otro tiempo, de esa Gerena que se fue y que no volverá jamás: la de la siega en el campo a fuerza de sudores, la de la trilla y el aventado al atardecer en la era, la de los carros atestados de paja por la madrugada, la de los costales de trigo sobre el lomo de las bestias o las espaldas de los mozos que subían el grano a los "soberaos"... En estos tiempos de cambios, que al final no han sido tantos, pero en los que muchos vinieron a vivir a nuestro pueblo, en estos tiempos, a esa Gente (así, con mayúsculas para que entiendan el abrazo y la acogida que les ofrecemos) ...se le debe recordar, para recordarnoslo a nosotros mismos, que Gerena ha sido siempre un pueblo de gente esforzada que ha construido a duras penas, a golpe de hoz y de machota y pinchotes, su identidad de siglos. Que no olviden, para que nosotros no lo olvidemos tampoco, que les debemos mucho, casi todo lo que somos, a esos viejos campesinos, a los esforzados jornaleros, a los canteros, a sus mujeres... que desde siempre poblaron nuestras calles, cuidaron sus campos y desentrañaron sus secretos. Que por eso, por todo eso precisamente, son bienvenidos.

jueves, 13 de noviembre de 2008

La Plataforma, la censura, el concejal… EL DEBATE SOCIAL




“Si todos los cristales se pintan de azul, no se puede ver el cielo”


Hay en el extenso blogespacio gerenense un intenso debate. Es verdad que, a veces, entrar en él conlleva sus riesgos. Es fácil comprobarlo. Entrad, opinad y esperad unas horas. Inmediatamente, alguien habrá reafirmado o rebatido tus argumentos, otro habrá atacado tus posiciones o alguno habrá que hasta alabe la opinión de tu contrario. Es cierto, a veces, la lectura de los comentarios te suscitan los sentimientos más encontrados. Y es que somos pasionales, viscerales, racionales y…sobre todo, diferentes. Esta es la hermosura del debate social. Alguien dirá que somos cuatro gatos. ¿Y qué? ¿Quién asiste físicamente a actividades sociales, culturales o políticas? A los informativos de Tele Gerena os remito: Poquita cosa, admitámoslo. Y no me alegra, no. Todo lo contrario. Pero no me desanima: así ha sido siempre la “pelea social” por la mejora de las cosas, de la vida, del mundo. Y ahí radica la fortaleza de quienes no desfallecen a pesar de la continua invitación al desaliento de la pasividad social. Esto que está sucediendo a través de Internet tiene una gran importancia. No cejemos. Ya aprenderemos, ya lo haremos mejor.

En dos blogs diferentes, en apariencia enfrentados circunstancialmente, he dejado los siguientes comentarios:

A mi buen amigo JMM Limia le he escrito:

“¿Recuerdas aquello de Voltaire: “Detesto lo que escribes, pero daría mi vida para que pudieras seguir escribiéndolo” y otras citas más o menos apócrifas en el mismo sentido? Éste debería ser un principio básico para todos los que aman la libertad de expresión y para quienes osamos traficar por este mundo de las ideas vagabundas, perdidas o, simplemente, lanzadas al “éter”. He querido intencionalmente quedarme fuera de algunos de estos últimos debates “intergalácticos” porque, sobre todo, me molestan las condenas. La censura lo es siempre, aunque nazca de la conveniencia. Como quiera que fuere, deberíamos, todos, sin renunciar cada cual a sus principios, tratar de hacer discurrir nuestras ideas entre los márgenes de la caballerosidad y la buena educación ciudadana. Puede haber rigor, fuerza, controversia e incluso enfado, pero nunca la condena. No nos condenemos. Que nuestro delito sólo sea compartir el conocimiento. La elección posterior vendrá de la mano del buen juicio. Te animo a discrepar. A ti y a todos”

A mis buenos amigos de la Plataforma Ciudadana por la Información y la Participación Ciudadana, les he dejado este comentario con algunos matices que introduzco ahora:

“Creo que todos y todas (¡cuánto echo de menos las voces de mujer en este bloguniverso gerenense!), todas y todos, somos necesarios en el debate social. Ocurre, sin embargo, me atrevo a opinar, que nuestra escucha de las opiniones ajenas las traducimos en términos de fidelidad a otros. Es decir, leemos los comentarios preguntándonos algo así como: ¿Éste, del lado de quién está? Sinceramente pienso que la primera y más importante fidelidad debe ser para con uno mismo: no traicionarnos, no defraudarnos a nosotros mismos y no defraudar los anhelos de superación y de conocimiento que mantiene vivo nuestro afán por cambiar las cosas injustas. Y esto, que no significa renunciar a la lucha más noble por las ideas en las que uno cree, es la verdadera fortaleza de nuestras posiciones. Vistas desde esta perspectiva, las opiniones sobre nuestra persona pueden molestarnos, pero las opiniones adversas a nuestra visión de las cosas y del mundo deben ser siempre una oportunidad para nuestro crecimiento personal y colectivo. Es ahí donde hunde sus raíces la auténtica libertad de expresión. No la del mercado, sino la de los agentes sociales, esos que como único poder tienen la palabra y la acción colectiva. Es esa libertad de opinión que no es simplemente decir lo que uno quiere, sino decir justificadamente lo que uno siente como necesario. Es ahí donde la libertad plena nos deja desnudos y desenmascara todo engaño o autoengaño. Y, en todo caso, recordad que nada es como parece a simple vista. La realidad es poliédrica y así debemos percibirla. Ya bastante homogeneidad pretendieron Stalin o Hitler. Construyamos un poliedro de infinidad de caras y un mismo corazón y una misma libertad por bandera. O mejor, sin banderas, con la libertad desnuda y a pecho descubierto. Es decir, la cultura, amigos, la cultura, que no es más que poseer la palabra y pertenecer a la masa. Si fuera así, los que verdaderamente tienen el poder y deciden sobre nuestras vidas se echarían a temblar. Merece la pena avivar la llama del debate social para que su efecto sea siempre la derrota de quienes no creen en nada, de los que no tienen ideales ni los defienden, de aquellos que no ven más camino que el de su casa o su negocio y nunca les sale el cálculo financiero de las matemáticas de su egoísmo. Vivan, pues, las ideas, la madre que las parió y el padre que las engendró: el debate. Y en él todos somos necesarios, incluso con nuestros deslices. Ánimo a todos”.

¿Véis la intensidad luminosa del cielo de la foto que encabeza esta entrada? Pues esa debe ser la luz que busquemos. Y no lo olvidemos: Nuestra vista podrá ser muy aguda, pero nunca podremos vernos la espalda y si todos los cristales se pintan de azul, nunca podremos ver el cielo. Un abrazo.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

¿Tienes un “comentario” para esta entrada?

“Los sueños de los niños y cómo conseguirlos”

No sé si conocéis la historia. Randy Pausch es el autor del libro que acabo de leer. Su título: “La última lección”. Él murío muy recientemente, el 25 de julio de este año. Poco antes de morir, en septiembre de 2007, su Universidad, la Carnegie Mellon, le invitó a impartir una charla, una clase magistral, que es una tradición académica en aquel centro. Se le llama “LA ÚLTIMA LECCIÓN”. Resultado de aquello es su libro, un verdadero éxito mundial de ventas. A decir verdad, no es nada excepcional literariamente, pero encierra un tesoro rebosante y pleno de emotividad. Porque en él, Randy (se me ha llegado a hacer muy entrañable su nombre) responde al reto que la universidad le planteaba en esa “ultima lección”: Si supieras que vas a morir, ¿qué dirías a tus estudiantes?
Pero ocurrió que en el caso de Randy Pausch no iba a quedar en un simple supuesto para transmitir a sus alumnos qué diría él en el caso de saber que iba morir. En su caso, se trataba de dar a sus estudiantes y a sus seres queridos su auténtica y última lección. Al poco del ofrecimiento universitario, le fue diagnosticado que su lucha contra el cáncer había terminado: apenas le quedaban unos meses de vida. ¿Qué diría, entonces?

No os voy a adelantar nada. Sin interés ni búsqueda, la lectura puede convertirse en un mero acto mecánico con el que atravesemos páginas sin sentido ni pulso.

Pero si tenéis prisa, si queréis saber de qué va esta historia, teclead en You Tube “La última lección” y veréis y escucharéis a Randy. Hay varios videos. Algunos de ellos los encontráis en estas direcciones:

http://es.youtube.com/watch?v=hKRgLvmamUY&feature=related
http://es.youtube.com/watch?v=famnM4X778E&NR=1

Por último, sigáis o no mi recomendación, y al hilo de ciertas cosas que alguien ha escrito últimamente en su blog sobre la muerte y los niños, ¿qué diríais vosotros a vuestros hijos, a vuestros seres queridos, a vuestros amigos… si supierais que en breve vais a morir? ¿Dejamos nuestros comentarios? Sería lindo compartirlos.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Diario de un Profesor (XI)

Mis comienzos en la enseñanza y mi descubrimiento de Eduardo Barrera.

Comencé a trabajar en la escuela un 1 de septiembre de 1982. Ese verano había aprobado las que serían mis primeras oposiciones y me enviaron a la Barriada de la Cruz, en Camas, a una pequeña Escuela Unitaria. Debía sustituir a un maestro y una maestra que, gracias a un plan del gobierno de entonces, se jubilaban anticipadamente. Él era Don Isaías. Cuando entré en su clase para hacerme cargo de sus alumnos, de 1º a 8º de la antigua EGB, en los pocos minutos que estuvo a mi lado, me dijo: “Sólo te voy a dar un consejo. En esta profesión, lo importante es que no faltes nunca. Un día tendrás más ganas y trabajarás mucho, otros, puedes encontrarte mal y harás menos, pero…no faltes nunca”. Y se fue. Me entregó la llave y allí me dejó: perdido, muy perdido, acompañado de algo más de veinte alumnos (todos los del maestro y la maestra ya jubilados), que me miraban expectantes y que, enseguida, comenzaron a rodearme y a solicitar mi atención.

Yo, que venía de un breve período de trabajo en el campo de la geografía profesional y con una “líquida” formación universitaria para la enseñanza, ¿qué sabía hacer para estar con aquellos chicos? Aquella situación venía a demostrarme por primera vez y de manera muy palpable que en unas oposiciones, como en el sistema educativo, un título no demuestra que tú sepas hacer aquello para lo que el título te faculta. Ocurre como en las autoescuelas: te enseñan a “sacar el carnet”, pero no siempre te enseñan a conducir. ¿Cómo se siente uno cuando por primera vez se ve ante un camión en una calle estrecha? ¿Gritas socorro? ¿Os acordáis de la madre del instructor? De aquel modo estaba yo allí: solo, absolutamente solo. Sin un colega a quien acudir y preguntar. Sin un instructor a quien solicitar consejo y…, por supuesto, sin un teléfono móvil (¡!), sin un hombro acogedor sobre el que refugiar esa angustia de la primera vez… ¿No asegurabas tener una profunda vocación de maestro? ¿No era esto lo que andabas buscando casi desde pequeño? Y allí seguían frente a mi: Unos necesitaban aprender a leer y a escribir, otros, afianzar sus titubeantes comienzos en esos mundos de los instrumentos básicos y los mayores…, los mayores, demandando tus frágiles conocimientos de matemáticas, de lengua, de ciencias naturales…Un verdadero viaje a la locura. La más hermosa de las locuras.

Logré resistir, a pesar de todas las adversidades. Es cierto que de nada me sirvieron en aquel momento aquellos pedagogos a los que había leído, los grandes maestros de los que lhabía oído hablar a los curas: Paulo Freire, Lorenzo Milani, Celestine Freinet... Sí que les recordé a ellos, a mis profesores del colegio de Sevilla y Granada. Trataría de hacer lo mejor que recordaba de ellos. Y resistí. Con trabajo, con mucho trabajo…y con esa voluntad optimista que aprendí de Gramsci: “oponer al pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad”, pero nada más… y nada menos. Y es que: ¿Quién y qué otorga el oficio, ese saber hacer que debe poseer un maestro? ¿El tiempo? ¿Son acaso los niños, ratas de laboratorio con los que experimentar tus fracasos?

Como todos los comienzos, fue duro. ¡Qué cierto veo ahora que la experiencia es todo aquello que te queda cuando te enfrentas a una situación que te exige llegar más allá de ti mismo!

Pero parece que lo que algunos llamamos providencia y otros, sencillamente suerte, acudió en mi socorro. Fue un golpe de suerte, sí, lo que me trajo a Gerena. Una permuta con una maestra me trasladó al Colegio Público Fernando Feliú de nuestro pueblo. Aquí, sin saberlo, no me esperaba sólo la comodidad de la cercanía y la proximidad del conocimiento familiar de cada uno de mis alumnos, me esperaba también el año más intenso, más esforzado y más fecundo de cuantos he tenido en la escuela: Iba a trabajar al lado de buenos maestros y mejores compañeros. No puedo dejar de recordar en este momento la mucha ayuda que me prestaron maestros como Jorge Ogalla, Joaquín Cubero, Carolina Alonso, o María y Tomás Falantes, mis compañeros de 1º. ---Ahora que Tomás se ha jubilado, quiero darle las gracias por aquel trabajo compartido que realizamos entonces. Sólo guardo hacia él, hacia todos, una sincera e impagable gratitud que llega hasta hoy y se prolongará siempre---.

Y aquel primer año fue primordial para mí encontrarme también con una persona, con un maestro, que me enseñó el qué hacer para enseñar a leer y a escribir a los niños pequeños, me introdujo en el conocimiento de la psicomotricidad y, sobre todo, me inició en una visión global de la tarea de educar.

Ya nos conocíamos. Unos años antes (a comienzo de los 80), él había protagonizado un “escándalo”, que saltó hasta las páginas de los periódicos de la provincia: Sus alumnos habían llegado, decían algunas madres, a “desnudarse en clase”. La España de entonces, las madres de entonces, algún maestro, también, de los de entonces, prisioneros todos ellos de los prejuicios de la vieja y caduca escuela franquista no supieron ni quisieron mirar con buenos ojos el trabajo de un educador íntegro y cabal. Y es que cuando la sinrazón y la maledicencia entran en la escuela, la educación sale huyendo por las ventanas de las aulas. Lejos de traumatizarlos, los alumnos y alumnas de aquellos tiempos, no sólo lo recuerdan como “su maestro”, sino como un verdadero “padre”. Porque fue, como lo había sido antes su mujer, Cata, de esos maestros que marcan a toda una generación de alumnos.

De él pude aprender un estilo especial para hablar a los niños y para saber comprender su mundo interior. Su cálida y envolvente vocalización, su amorosa cercanía, esa capacidad que desplegaba para hacer recorrer al niño un camino acertado desde la razón para llegar al conocimiento por sí mismo del mundo…me indicaron ya entonces los caminos a seguir en este difícil oficio de la educación. Hace unos días, pude sentarme a su lado nuevamente mientras él enseñaba matemáticas a unos niños de nueve años. Pude comprobar que conserva aún la frescura de entonces, porque en su quehacer conserva el mucho amor que transmite. esa es la clave, no hay otra: el amor por la Escuela. Él es, en boca de sus alumnos, los gitanitos y gitanitas de las Tres Mil, el “MAESTRO EDUARDO”. Y ahí sigue, contagiando infatigable, eso que llaman UTOPÍA, el deber más alto de todo educador que se precie. Él, a sus años, sigue alimentando ese SUEÑO porque, sencillamente, no quiere que la escuela se muera de aburrimiento y de desesperanza.

(Continuará)


miércoles, 5 de noviembre de 2008

Diario de un Profesor (X)

De cómo atrapar los sueños (I)

Los milagros existen. La utopía de una ESCUELA mejor, es posible. Yo la he vivido. Han sido sólo unas pocas horas, pero tan intensas... que han representado para mi la certeza de que los sueños que perseguimos pueden alcanzarse. Es una historia de trabajo, mucho trabajo, de generosidad, de entrega, de amor verdadero a los últimos. Han sido tantas las emociones, que quiero tomarme el tiempo necesario para construir la reflexión más apropiada y poder transmitir fielmente esas vivencias. Os las debo. Mirad estas imágenes. Atrapan unos instantes. Son sólo eso, unos instantes, pero de una inmensa esperanza para ese pueblo de "hombres y mujeres que viven en la tierra y se cobijan sólo con el cielo".

Diario de un Profesor (IX)


APRENDER A LEER CRÍTICAMENTE EL MUNDO


Esta mañana de martes, con mi colega de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos (esa materia escolar tan controvertida de la que hablaré más detenidamente algún día en este diario), y acompañado por casi treinta alumnos de 3º de la ESO (ellos y ellas), todos juntos, nos hemos trasladado en el autobús de línea a Sevilla. Hemos abierto las puertas del aula y NOS hemos ido a “dar clase”, a la capital. El pretexto no ha sido otro que visitar la Exposición: “La Ruta Prometida”, verdadero viaje, a través de paneles explicativos, por las causas y las “víctimas” de la inmigración africana.


Con ser muy interesante, y así me parece a mi que ha sido para una mayoría de los alumnos, no es, sin embargo, sobre el contenido de esta exposición (instalada en las Naves del Barranco,junto al Puente de Triana) de lo que quiero hablar. Mi reflexión quiere dirigir su mirada una vez más, para comprenderla al fin, al alma de mis alumnos. En especial, esa que se manifiesta en sus actitudes, en el modo cómo viven estas invitaciones que les hacemos a hacer cosas “diferentes”, en el saber estar ante el mundo, en el tomar postura ante las cosas y, sobre todo, en el adoptar puntos de vista sobre las personas, sobre el anhelo y el sufrimiento humanos.


El comportamiento puede calificarse, de excelente. Puedo asegurar que no ha habido en ellos ninguna actitud reprochable. Pero… ¿por qué les cuesta tanto participar? ¿Por qué les sigue costando un esfuerzo ímprobo hablar en público? ¿Por qué algunos se aburren? Sé que nuestras enseñanzas en los centros educativos no se centran demasiado en el dominio de estas habilidades. Sé que comparto con muchos el sueño de ver que nuestros chicos y chicas de catorce o quince años saben defender opiniones propias, son capaces de argumentar y de exponer críticamente sus pareceres... Saben, en conclusión, dialogar entre ellos y con el mundo… Y esto lo deseo con tanta fuerza como con la que se manifiesta nuestro fracaso en ese terreno.


Es por eso que, frente a esa apatía general para desplegar estas potencialidades que poseen tan agazapadas, me quede, de entre todo lo vivido hoy, con una alumna que ha sabido demostrar a todos que posee y busca información sobre temas relevantes de nuestro mundo de hoy, que sabe plantear preguntas y sabe preguntarse sobre la realidad, que participa sin sucumbir al desinterés por las cosas importantes, que muestra interés por todo y se muestra, a su edad, como una MUJER del futuro más deseable: LIBRE y AUTÓNOMA. Sé que sus compañeros, especialmente sus compañeras, la miran con ciertos recelos ---creo que en el fondo es una cierta envidia--- por su “rareza”, pero daría mucho porque nuestros alumnos y nuestras alumnas se miraran en el hermoso espejo humano de Andrea. Quisiera pensar como educador que algo hay de nuestro trabajo en su modo de ser, tal vez lo haya. Pero, sin duda, su familia sí que debe tener algo que ver en su modo de ser y en su forma de socializarse con los demás. Y escribo esto porque, ya de vuelta, en el autobús, pude escuchar a una amiga que le decía algo así: “Uy, parece, Andrea, que tienes cincuenta años”. Y es que los adolescentes, en su indisimulado afán por parecer adultos, en el fondo, desprecian aquello que verdaderamente les haría (y nos hace) personas adultas: cultivar y tener una mirada propia ante la vida.