2002

miércoles, 18 de julio de 2012

Leer en verano a nuestros autores…gerenenses.







 
Quien no ha sentido la emoción de quien por primera vez descifra en un papel el significado de cada letra y nombra por sí mismo el mundo de las cosas y de la vida, no puede alcanzar a comprender del todo lo que es leer. Existen, claro, otros múltiples caminos para descubrir el universo de las letras, pero yo he vivido con niños pequeños la aventura de aprender a leer y a escribir. Los he visto dar el salto, casi mágico, desde la cansina y mecánica repetición de unos sonidos hasta llegar, por sí solos, a comprender y expresar sentimientos, a contar historias, a narrar la vida propia y a conocer las ajenas, a visitar otros mundos, a sentir otros paisajes. Leer, escribir, escribir, leer…

Pegados como están a las pantallas de sus ingenios tecnológicos, esencialmente en forma de lo que llamamos teléfonos móviles, nuestros jóvenes, están cada vez más inmóviles enfrascados en la lectura de sus textos cortos, rápidos y “aortográficos” (¿podríamos llamar a sí a la infinidad de faltas de ortografía que contienen?).

¿Hemos perdido la batalla de la lectura de un libro? Todos vamos por la calle pertrechados de nuestro móvil, fetiche imprescindible para quien se precie de no ser ajeno a esta tribu de comienzos del siglo XXI ¿Qué pensaríamos de quién fuese “enganchado” a un libro? Ya de “El Conejo”, en sus paseos por el pueblo con un libro en sus manos, pensaban muchos que no era muy normal.

En los centros educativos, los profesores, de la mano de las políticas educativas (¿desconcertadas, desorientadas, desubicadas?), emprendemos mil campañas, mil maneras de incentivar, animar, motivar, fomentar… la lectura (¿Por qué no un Ministerio de Fomento de la Lectura?).

Llega el verano. Para muchos de mi generación fue el tiempo por antonomasia de la lectura. Recuerdo aquellas calurosas tardes tendido sobre una manta en el portal enladrillado de la casa grande. Recuerdo los libros que me prestaban mis primos y mis hermanos. Siempre libros, siempre libre. Dice Antonio Muñoz Molina que “leer es el único acto soberano que nos queda”. Corren tiempos en que leer es no sólo un ejercicio de libertad, sino de rebeldía.

Os sugiero, este verano leer a nuestros autores, a los autores locales. No son muchos. Quienes no conozcan nada de este mundo literario casi subterráneo de la gente de los pueblos, pueden empezar adentrándose en la poesía medieval de Garcí Fernández de Gerena o en los versos autodidactas de nuestro “poeta obrero” Juan Antonio Ramírez o nuestra poetisa Luz Ortíz. Es verdad que en este mundo de la poesía local encontraremos también a otros aficionados que quisieron darnos a conocer sus escarceos literarios: Sofía Gutiérrez, Antonio Gutiérrez “El Choto”… No olvido, tampoco, la novela de Pepe Ortiz Polo, El Trepa y su partida. Y no olvido, siquiera, a esos autores que, aquí nacieron y de aquí se fueron como es el caso de la escritora Carmen de la Rosa, autora de recién aparecida novela El Al Mizar. Y pueden ser motivo de lectura también otros libros de “gente de aquí” como es alguno de Antonio Perejil…afincado en nuestro pueblo desde hace tanto tiempo que su poesía es también un poco nuestra..  

Y conocidas estas producciones, modestas en su dimensión literaria, podríamos continuar con la obra de nuestro paisano, el profesor de francés, Antonio Pavón Leal. Sus novelas o su poesía nos aproximan a un rico universo particular. Sus libros Lucrecia y las ratas, Exitus, La Colonia Memento, Del color del fuego… empiezan a constituir una producción literaria nada desdeñable.  
Y lo último. Para los amantes del leer, os aconsejo por muchas razones la novela de Horacio Gutiérrez Vecino, Críspulo. Estos días anda AGEDIS queriendo que la compremos y la leamos. No sólo porque contribuimos a la causa solidaria de su Asociación, sino porque es una obra escrita con dignidad literaria y muy entretenida. Sus personajes, su paisanaje, nos hablan de un tiempo que se fue y que vive en el recuerdo de toda una generación.

Siempre digo que en esto del leer no hay consejo válido. Siempre será una opción personal. Leed lo que queráis, pero leed. Y, con ello, disfrutad.