2002

martes, 4 de agosto de 2015

Pepe el de la Cueva


Paré un momento el coche y bajé el cristal. - "Oiga, ---dije--, vive por aquí Pepe el de la Cueva". Me miró y nos reimos los dos. Lo dejé, tomando descamisado el tacaño fresco de ese atardecer. Al día siguiente, me dijeron, ya no vivía allí Pepe. ¡Ah, Pepe! Recuerdo tu primera estancia en el hospital. El miedo te brotaba en tu mirada tan personal, ese miedo a aquel ambiente que escondías entre las sábanas. Sacarte de Gerena, supongo, era para tí como el fuerte tirón que arranca la flor del lugar donde ella ha decidido crecer. Y, siempre a tu lado, Soledad o "El Niño de la Cueva". Tú has sido esa figura de testigo mudo, de parcas y escasas, pero hasta sabias respuestas, que de escribir, podrías habernos contado la historia sencilla de la cotidianeidad, de la vida y de la muerte, de la alegría y la tristeza de esta comunidad. ¡Qué fidelidad la tuya! Gracias por tu compañía. Ligado especialmente a la infancia de los que fuimos los niños de "La Plaza", tu ausencia estará por siempre en nuestro corazón.

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