2002

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Diario de un Profesor (IX)


APRENDER A LEER CRÍTICAMENTE EL MUNDO


Esta mañana de martes, con mi colega de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos (esa materia escolar tan controvertida de la que hablaré más detenidamente algún día en este diario), y acompañado por casi treinta alumnos de 3º de la ESO (ellos y ellas), todos juntos, nos hemos trasladado en el autobús de línea a Sevilla. Hemos abierto las puertas del aula y NOS hemos ido a “dar clase”, a la capital. El pretexto no ha sido otro que visitar la Exposición: “La Ruta Prometida”, verdadero viaje, a través de paneles explicativos, por las causas y las “víctimas” de la inmigración africana.


Con ser muy interesante, y así me parece a mi que ha sido para una mayoría de los alumnos, no es, sin embargo, sobre el contenido de esta exposición (instalada en las Naves del Barranco,junto al Puente de Triana) de lo que quiero hablar. Mi reflexión quiere dirigir su mirada una vez más, para comprenderla al fin, al alma de mis alumnos. En especial, esa que se manifiesta en sus actitudes, en el modo cómo viven estas invitaciones que les hacemos a hacer cosas “diferentes”, en el saber estar ante el mundo, en el tomar postura ante las cosas y, sobre todo, en el adoptar puntos de vista sobre las personas, sobre el anhelo y el sufrimiento humanos.


El comportamiento puede calificarse, de excelente. Puedo asegurar que no ha habido en ellos ninguna actitud reprochable. Pero… ¿por qué les cuesta tanto participar? ¿Por qué les sigue costando un esfuerzo ímprobo hablar en público? ¿Por qué algunos se aburren? Sé que nuestras enseñanzas en los centros educativos no se centran demasiado en el dominio de estas habilidades. Sé que comparto con muchos el sueño de ver que nuestros chicos y chicas de catorce o quince años saben defender opiniones propias, son capaces de argumentar y de exponer críticamente sus pareceres... Saben, en conclusión, dialogar entre ellos y con el mundo… Y esto lo deseo con tanta fuerza como con la que se manifiesta nuestro fracaso en ese terreno.


Es por eso que, frente a esa apatía general para desplegar estas potencialidades que poseen tan agazapadas, me quede, de entre todo lo vivido hoy, con una alumna que ha sabido demostrar a todos que posee y busca información sobre temas relevantes de nuestro mundo de hoy, que sabe plantear preguntas y sabe preguntarse sobre la realidad, que participa sin sucumbir al desinterés por las cosas importantes, que muestra interés por todo y se muestra, a su edad, como una MUJER del futuro más deseable: LIBRE y AUTÓNOMA. Sé que sus compañeros, especialmente sus compañeras, la miran con ciertos recelos ---creo que en el fondo es una cierta envidia--- por su “rareza”, pero daría mucho porque nuestros alumnos y nuestras alumnas se miraran en el hermoso espejo humano de Andrea. Quisiera pensar como educador que algo hay de nuestro trabajo en su modo de ser, tal vez lo haya. Pero, sin duda, su familia sí que debe tener algo que ver en su modo de ser y en su forma de socializarse con los demás. Y escribo esto porque, ya de vuelta, en el autobús, pude escuchar a una amiga que le decía algo así: “Uy, parece, Andrea, que tienes cincuenta años”. Y es que los adolescentes, en su indisimulado afán por parecer adultos, en el fondo, desprecian aquello que verdaderamente les haría (y nos hace) personas adultas: cultivar y tener una mirada propia ante la vida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En mi opinión, Leonardo, se hecha en falta en los adolescentes de hoy el gusto y la curiosidad por saber, por aprender. No se dan cuenta, no nos damos cuenta, de lo que nos perdemos no aprendiendo.

LEONARDO ALANIS dijo...

Me alegra tenerte por aquí. En cuanto a lo qe planteas, efectivmente, estos adolescentes son los adolescentes de este mundo, no del nuestro. Los intereses de unos y otros son muy distintos. Hoy se madura de otro modo, en medio de otras condiciones materiales, políticas, sociales, culturales...y el saber como herramienta útil para la vida y para la construcción de la personalidad empieza a percibirse (cuando eso ocurre) mucho más tarde. O, en todo caso, existen para ellos otras formas de saber que no son coincidentes con las que tuvimos nosotros a su edad. En fin, para debatir y matizar. Un abrazo

Anónimo dijo...

Pienso que tiene que pasar el tiempo para darte cuenta de todo lo que no has aprendido o todo lo que no sabes.Que te arrepientas por dejar pasar esa oportunidad de madurar,de tener por sabido lo que te preguntas a los 26.Muchos jóvenes siguen viendo la educación como algo obligatorio,sin motivaciones.Algunos intentan pasar lo mejor posible sin un futuro cierto y sin entender ni siquiera porque están ahí, mientras otros deciden abandonarlo todo.
Aquí también juegan un papel importante la familia.
Por mi propia experiencia,esa madurez llega mas adelante,pero siempre mirando atrás e intentando recordar lo que aprendiste.Como creo que te he comentado en alguna otra entrada,se acabaran acordando de los buenos educadores.