2002

viernes, 31 de octubre de 2008

CRÓNICA DE AUSENCIAS (II)

"El último lance"

"Aplausos enlatados (I)"

"¡Eh, toro!"


"LAS EMBESTIDAS DEL TIEMPO"

He de confesarlo: yo no entiendo mucho de toros, ni de toreros, ni del toreo. Lo sé, le tengo cierta aversión a sus ritos envueltos en lucha y violencia cruenta de sangre y muerte. Tal vez no pueda ser de otra manera y lo comprendo. He de decir que he presenciado algunas corridas en la Maestranza, a decir verdad, sólo una, y alguna más, en lejanas ferias de Gerena, allá por los ochenta. Poco más. No entiendo, pues, de toros. Pero ello no evita que en alguna ocasión me emocione una buena faena (televisiva, claro) y que sepa apreciar los mil matices de la belleza y plasticidad del oficio. Los he visto, casi tocado, en el campo y puedo asegurar que he paseado entre ellos muy de cerca, parapetado tras los cristales de un todoterreno. Allí, sí que he podido admirar su incontestable belleza natural.

Mis incursiones infantiles por el "museillo" de Joselito Vega, primo de mi madre, me inclinaron a curiosear en la historia del toreo y me atrae especialmente esa época mítica de los primeros toreros. Escribí incluso, en mis últimos años de carrera, para ganar unas perrillas, las únicas biografías de los toreros de Gerena que figuran en la Gran Enciclopediade Andalucía, las de José Antonio y Tomás Campuzano. Pero debo decir sinceramente que nunca me entusiasmaron y si puedo evitarme el espectáculo, reconozco que glorioso, del dolor del animal y, por supuesto, el del torero, mejor.

Viene a cuento esta reflexión por las fotos que os muestro. Es la breve crónica en imágenes de la desaparición de una plaza de toros. Fue en junio de 2006. ¿Alguien la recuerda? Para quienes hemos vivido tantos años y vivimos aún a escasos metros de su ruedo, es algo más que un recuerdo, es, hoy, desde entonces, un triste, sucio y abandonado solar en el que, a veces, suenan los ecos de algunos "¡oooolé!". ¿No los escucháis? Pues hay un ruedo olvidado que está esperando que alguien quiera darse una "vuelta" por él. Quien lo haga, tiene mi ovación más sincera. Me ha contado que sueña con recobrar algún día la vida que tuvo, pero esta vez llena de carreras, juegos y gritos infantiles. Es lo que verdaderamente se merece.



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