2002

sábado, 27 de junio de 2009

¡Mi mujer no debería tener trabajo nunca!


Distinguido señor anónimo:


Una y otra vez ando prometiéndome no contestar anónimos. Pero una y otra vez, hable de lo que hable, siempre hay alguien que con intención o no de agredir, juega a hacer daño. Y en este caso no es el daño que usted me haga a mí. Soy fuerte ante estos lances. Pero conozco a quienes me rodean y en este caso sé cuánto han sufrido la discriminación y la exclusión. Además, debe usted saber, señor anónimo, que hay dos cosas por las que daría la vida. Moriría por la defensa de la verdad y de la justicia y, sobre todo, por la defensa de los seres que amo. Ya que me da la oportunidad, le explicaré que debe usted saber que el trabajo es un derecho individual. Este ha sido el sentido de las luchas obreras desde hace siglos. Han sido los trabajadores los primeros que han reivindicado siempre el sentido profundo del trabajo no sólo como un modo de vivir y sustentarse, sino como una manera de realizarse y ocupar un lugar en la sociedad. Ni mi mujer ni la de ningún hombre "tienen a derecho a no trabajar" por el derecho de que sus maridos trabajen. Aspiro, es cierto, a una sociedad igualitaria en la que tal vez las rentas familiares serán verdadera y justamente tenidas en cuenta como un indicador de justicia distributiva. Es más, desde ahora le manifiesto que estoy dispuesto a cobrar menos para que otros trabajen, pero eso no puede pasar nunca por la exclusión de otros ni por la negación de los derechos individuales de los demás. Si usted tuviera rostro, nombre y apellidos, me gustaría decirle estas cosas mirándole a los ojos. Porque es usted de esas personas que, aún sin pretenderlo, van haciendo daño a los demás con sus comentarios llenos de prejuicios. Y se las diría a la cara, como se las diría, por ejemplo, si se terciara, a la Señora que, al ver que mi mujer había sido seleccionada por el INEM para el Taller de Empleo, y no por razón de pócima secreta alguna, también comentó que "qué falta le hacía a ella trabajar si su marido tenía trabajo". (Perdone que no me extienda en esto para no asquearme por tanta ignorancia y mala intención) Tal vez piensen usted como aquella señora, claro, que mi mujer deba ser condenada a la perdición de no tener trabajo nunca jamás. Sepa usted que mi mujer dejó de tener el sencillo trabajo que ejercía hace ya muchos años por su condición de hija de emigrantes españoles. Tenía titulación extranjera, dijeron. Nadie nos ha pedido nunca disculpas por nada de aquello y hemos sufrido juntos la más ignominiosa de las afrentas e injusticias que suponen que te desprecien en tu propio país. Hablaría hasta el infinito sobre esto, pero soy de los que no puede vivir con rencor en el alma y trato de olvidar historias pasadas. Pesan sobre nuestras espaldas y terminan curvándonos el alma. De lo contrario, sería imposible la convivencia con determinadas personas a las que debo tratar a diario. Aparte de ello, practico el perdón como práctica liberadora de lo que nos oprime el corazón. Si usted quiere, como me conoce y sabe donde vivo, ya que está al tanto de los avatares de mi situación familiar, venga a casa a charlar. Eso sí, deje la mala leche en la calle, me gusta sólo la buena gente. Creo de veras, que usted se equivoca en la dirección de su presunta crítica, apunte más bien a los que vota o a los que practican el enchufismo. Puedo asegurarle que carezco de poder alguno. Yo no soy un ser perfecto, por supuesto, pero no le será fácil encontrarme tachones como los que pretende otorgarme o los que me otorgan otros sobre mi mujer o mi hija. Eso sí, asumo ser una persona conocida y, en consecuencia, potencial diana de tiradores encapuchados como usted. Es un riesgo que asumo. Cuando quiera, nos tomamos unas copas y le contesto a sus preguntas, a su rabia o, sencillamente, a su ignorancia, es decir, a lo que desconoce y le permite opinar como si lo supiera todo sobre mi. En cuanto al dinero que honestamente gano, es verdad que es más de lo que ganan tantos necesitados, pero es mucho menos de lo que imagina. Puedo asegurarle que los profesores tenemos un sueldo muy normalito. Eso que gano lo invierto en el mantenimiento de los míos y, también en ayudar a todo el que puedo, especialmente a amigos y familiares en apuros en estos tiempos de crisis. También, constribuyo con mi modesto salario a organizaciones que luchan contra las causas de la injusticia en el mundo. Siempre hemos sido desprendidos y generosos, cultivamos en lo posible esos valores. Sólo me inquieta saber por qué me agreden continuamente seres anónimos como usted con mensajes insidiosos. ¿Ha visto por casualidad algún insulto o agresión en una sola de las palabras de mi blog? Le admito apuestas ¿Le he hecho daño en algo? Dígamelo para presentarle mis excusas, por favor, para restituirle el daño ocasionado, de veras. Admito mis limitaciones y mis contradicciones, pero mi vida, mis ideas, todo eso que está en mi blog, es transparente y limpio. ¿Por qué me agreden ustedes en lo que más quiero: los míos? Yo no soy un político profesional. No soy ni seré, puedo asegurárselo, candidato a nada, sólo aspiro a ser buena persona y a hacer el bien. En fin, un abrazo, amigo anónimo, un fuerte abrazo. Nunca encontrará en mí el desprecio, nunca.. Además, no me ha importado nada dedicarle este tiempo.

6 comentarios:

Jesús dijo...

Podría usted haberiminado ese comentario y no le costaría nada, pero quizás crea que es mejor no censurar, respeto sus convicciones.

Si se lee el comentario de la anterior entrada del señor anónimo, sobran valga la redundancia los comentarios sobre el mismo. Pero nadie habla de enchufismos, ni le pide explicaciones del INEM, ni siquiera se menciona a su hija. No seré yo el mal pensado, de esos ya hay muchos, que crea que esas letras de defensa se le escapan porque hay un sentimiento de culpa y frustración antes no manifestado.
Le admiro y respeto profundamente en su trabajo, y su mujer e hijas tienen todo el derecho del mundo al trabajo, como así lo marcan los Derechos Humanos y la Constitución española. Pero como persona pública que es necesita de la mayor de las trasparencias en la ocntratación de los suyos, y desgraciadamente en algunos talleres de empleo hay enchufismo siendo eso grave, y en las colocaciones en servicios públicos también, no se si será su caso, y comprendo la indignación y pesadez de tener que dar explicaciones de todo, pero sin irnos por las ramas se pueden tener palabras muy bonitas en Gerena, gestos lindísimos, y seguir dando la espalda a lo que aquí como en muchos otros sitios pasa y no hablar del abuso del poder, que en estos días para las colocaciones es mucho, y para la mejora de la convivencia más aún.
Mi más profundo respeto a su persona y mis disculpas por no otrogarle la presunción de inocencia que debiera a todas las personas.

José Manuel Martínez Limia dijo...

Perdón de antemano por la intromisión Leo, tengo dudas, aun tecleando, de si debería escribir aquí y ahora. Pero lo haré.

A estas alturas de mi vida, cuando creo que me conozco razonablemente bien, intuyo que sólo soy capaz de auto-atribuirme una virtud: no sé del odio, y sus inevitables accesos momentáneos los controlo inmediatamente transformándolo en olvido como por un chasquido mágico de los dedos. Pienso que cometes dos errores: entrar en controversias y explicaciones con un terrorista encapuchado y estar dispuesto a tomarte una copa con él. En ambos casos la opción correcta (es mi opinión claro) es el más inmisericorde de los olvidos. La condenación a la inexistencia. ¿Qué se puede hablar con un tipo que se toma la molestia de escribir exclusivamente para insultar y hacer daño y, además, lo hace desde la clandestinidad y la cobardía más absoluta?. Nada. Él mismo tiene sobre sí su propia condena. Claro que, seguramente, ni se dé cuenta.

Ya sabes que mantengo una lucha atávica contra los carasoles y lugares cortos. En este combate tengo claro que la victoria última es convertirlos en transparentes, es decir, en invisibles, en nada. Ni odio, ni desprecio, ni perdón. Nada.

No creo que necesites ningún mensaje de ánimo (si lo necesitares lo encontrarías en mí con facilidad), ni que seas una "persona pública" (¿?), ni que tengas que dar explicación alguna de nada (y mucho menos ante carasoles covertidos, siempre lo son, en reservas espirituales de Occidente). Lo que sí creo es que no es imprescindible escribir para lugares cortos y esta entrada, en la que estoy dejando este comentario, merodea por esos parajes. Así que no persistamos, ambos, en el error.

Saludos.

LEONARDO ALANIS dijo...

Le contesto en el blog.

LEONARDO ALANIS dijo...

Gracias Limia. Reconforta. Estoy de acuerdo contigo, pero sabes que no soy capaz de encontrar ese camino. Un abrazo.

LEONARDO ALANIS dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Daniel dijo...

Me sumo a cada una de tus palabras, Leo, y he de coincidir también con JMMLimia, ya que hay que pasar de esos comentarios; de hecho, no hay ni que publicarlos, como pareces que acabas de hacer. Y eso no es hacer censura; censura hace el que los escribe.