2002

miércoles, 8 de octubre de 2008

CRÓNICA DE AUSENCIAS (I)



He encontrado su foto entre los centenares de recuerdos gráficos que guardo de la Gerena que va desde la década de los 80 hasta la reciente aparición de la cámara digital hace muy pocos años, ese fantástico invento (sobre todo por lo barato que resulta hacer numerosas fotos), que ha desplazado la vieja caja metálica de carne de membrillo o las cajas de zapatos o de puros, donde siempre hemos guardado nuestras fotografías, por los discos compactos o el disco duro de nuestros ordenadores, en los cuales almacenamos miles de fotos con las que ya no tropezamos al buscar en el ropero o en el armario. Como sabéis muchos, siempre me ha gustado salir a hacer fotos por Gerena, de sus calles, de sus monumentos, de su campo, de su río, de sus fiestas…y, sobre todo, de su tesoro más preciado: su gente. Poco a poco, desde la nostalgia positiva y desde el mayor respeto, iré desvelando en este modesto rincón muchos de esos recuerdos enlatados.

Para los más jóvenes, que probablemente seáis mayoría entre quienes pululáis por estos lares cibernéticos, puede que resulte un auténtico desconocido, tan desconocido como lo serán dentro de unos años muchos de esos vecinos que hoy deambulan por nuestras calles y que nuestra mirada los percibe como “distintos”. Son esos que suelen destacar entre la multitud. Unos, por la excentricidad de sus conductas, otros, por su enfermedad y, en general, y por muy diversos motivos, por el discurrir de sus vidas en los márgenes de lo que la mayoría considera normal. Vienen a ser los “otros”. Terminan siendo señalados por el dedo de la discriminación, a veces, por la sorna de la burla y el desprecio y en multitud de ocasiones sólo concitan la lástima y la conmiseración de todos.

Manuel fue mi vecino. Hace pocos días, la piqueta destruyó los últimos vestigios de la casa en la que vivió. Alguna vez le observé por el pequeño ventanuco de la habitación que le acogía en aquella múltiple casa familiar de la antigua calle Millán Astray, la actual Ramón de las Moras. Conocido como “El Bichín”, su nombre era Manuel Giles. Traigo aquí su recuerdo como homenaje (“respeto hacia alguien”) a cuantas personas forman parte del paisaje cotidiano del pueblo y en opinión de algunos, lo afean. Sólo recordarles a esos que, sencillamente, ellos nos recuerdan que el ser humano no es más –ni menos- que un universo irrepetible de dignidad infinita. ¡Manuel, donde quiera que estés, tómate una copa a nuestra salud!

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