2002

martes, 7 de octubre de 2008

Diario de un Profesor (III)




No me quedan palabras. Siento vergüenza


Hoy pensaba escribir sobre las peleas de los alumnos en el Instituto. Debo confesar que es algo de lo que me avergüenzo profundamente. Pero al leer en la prensa del día este titular: "Cada tres segundos fallece un menor de cinco años", me he sentido empequeñecer tanto que sólo siento ganas de hacer pública mi indignación y mi impotencia y dejar para otro día mis reflexiones sobre esta joven generación, tan cuidada, tan mimada, tan satisfecha de bienes materiales... que se permite el lujo de pelearse por esta o aquella palabra que toman como un insulto, que se permite el lujo de renunciar a la formación y a los recursos que la sociedad pone en sus manos para alcanzarla, que se permite el lujo de gastar diariamente en chucherías lo que muchos no tienen para comer, que se permite el lujo de tener lujosos teléfonos, lujosos anillos, lujosos cordones... que se permite el lujo de la ceguera y la indiferencia hacia los que sufren porque..."¿Yo, qué culpa tengo de que no tengan...?" ... Siendo todos estos chicos y chicas del mundo rico mi preocupación y mi ocupación, siendo ellos el motivo principal de mi vida, hoy sólo siento, cada tres segundo, en mi alma, en mi corazón entero, cada tres segundos, el mazazo, el insulto a la dignidad humana, de la muerte, cada tres segundos, de un niño en el mundo antes de cumplir los cinco años ---¡¡¡10 millones al año!!!---, la mayoría de las veces por causas que podrían evitarse. Si alguien quiere conmover su conciencia y darse una vuelta por el mundo de los datos incontestables, puede encontrarlos en el informe de la ONG Save the Children, "Salvar vidas en Tiempos de Crisis":


http://www.savethechildren.es






2 comentarios:

Errante dijo...

Creo que TODOS podemos hacer de una manera francamente sencilla que la situación que denuncias cambie. Tengo apadrinados dos chiquitines, Wilken Robers de Haití y Wanda de Etiopía. Los apadriné a través de la fundación Plan.
Un día me pararon por la calle Tetuán-Velázquez y una de las chicas "voluntarias" (creía yo que no cobraban)me preguntó si tenía 20 euros para gastarme al mes en esta causa. Vergüenza me daría decir que no, porque sería mentira o me remordería la conciencia muchísimo gastar ese mismo dinero en cosas de importancia superflua. Así apadriné a Wilken y más tarde fue Wenda.
Si se lo cuentas a la gente se excusan en que no se fían donde va el dinero, si llega a los chicos o no, ... y creo que estas asociaciones están más controladas que cualquier empresa. Sólo sé lo cómoda que es la gente y es muy fácil tener buenas intenciones pero es muy difícil tomar parte. Un saludo.

LEONARDO ALANIS dijo...

Claro que sí:Millones de pequeñas cerillas encendidas serían capaces de alumbrar en la oscuridad de nuestra noche. El cultivo diario de la generosidad fecunda incluso el corazón de los indiferentes. Esa foto interior que nos muestras es tan hermosa... Un abrazo.