2002

miércoles, 29 de octubre de 2008

Diario de un Profesor (VIII)


Merece la pena cultivar la amistad

La intensidad con que puede vivirse la aventura de enseñar puede dejarte con frecuencia prácticamente exhausto al final del día. No es, sin embargo, un agotamiento físico, que, a veces, también, sino un cansancio… ¿mental? En especial, cuando te has enfrentado a problemas complejos de convivencia o a largas y arduas reuniones. Sólo cuando ya en casa recuperas la calma, puedes reflexionar sobre el trabajo desarrollado: llamadas telefónicas a Delegación; entrevistas diversas; intercambio de pareceres con el equipo de dirección y con los colegas; innumerables idas y venidas por el centro; subidas a clase, bajadas al despacho; escritos; firmas; certificados; envíos... y, por supuesto, las clases --- ¡Ah!... ¿Pero tú das clases?... me preguntan extrañados con frecuencia algunos---. Una vez terminada la sesión de la mañana, el día ha proseguido sin descanso con un almuerzo de trabajo con las compañeras del grupo de coeducación; dos claustros (uno extraordinario y otro ordinario); reuniones y atención a madres… Pero dándole vueltas a estos asuntos, en mi diario, hoy quiero recoger y atrapar en él, por encima de cualquier otro acontecimiento, la emoción y la sonrisa que irradiaban unos hermosos ojos adolescentes.


En verdad, puedo deciros poca cosa de ella. Hace ahora un mes, vino acompañada de su madre y unos amigos de España. Durante ese tiempo, ha estado con nosotros. Ha sido una más entre los más de quinientos alumnos y alumnas del centro. Perdida, sobre todo al principio, en el maremágnum de nuestra forma de hablar la lengua que ella ha venido a aprender, poco a poco, ha logrado adaptarse a un entorno muy diferente.


Ella, salvando las distancias, me evoca el recuerdo de aquellos andaluces emigrantes que llegaban a Alemania o a Francia en los años 60. Conozco algunas experiencias sobrecogedoras de soledades nacidas de la incomprensión, del desconocimiento del rasgo más humano que tenemos: el habla, esa herramienta primordial para hacernos entender. ¿Cómo comunicarse cuando desconoces el modo como hablan quiénes nos rodean? Vino de Alemania y ahora vuelve tras su breve período de estudios para perfeccionar el español. Ahora, cuando ya de seguro se ha adaptado al pueblo, tiene que regresar.


Hoy, la he visto abrir nerviosamente los regalos que en “su fiesta” le han ofrecido sus compañeros. Porque ella no sólo se lleva en su mochila de vivencias y recuerdos un mes de clases y convivencia en un instituto español. No sólo se lleva un peluche y regalos de su tutora y sus amigas ¿Sabéis lo que se lleva? Se lleva para Alemania, sobre todo, una experiencia inolvidable de camaradería y amistad y de mucho y auténtico cariño. Porque nuestros chicos, nuestras chicas, sobre los que a veces se nos va la mano criticándoles cuantas cosas no nos gustan de ellos, con frecuencia, te sorprenden con una generosidad sin límites, con una capacidad de acogida que los adultos no tenemos. Ojala también los nuestros puedan encontrar la oportunidad de viajar lejos y conocer a fondo otro país, otra lengua, otra cultura, otros corazones. Estoy seguro de que allí donde vayan dejarán muestras de lo mejor que podemos aprender: el ser amigos. Gracias, chavales. Y gracias a Korinna por habernos dado la oportunidad de hacernos todos un poquito mejores. Auf Wiedersehen!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Quien es la persona que a dibujado la bandera de Alemania al revés?

LEONARDO ALANIS dijo...

Son alumnos de 4º de la ESO. Imagino que te dirían algo como...: ¿Y eso qué más da? La Geografía ya no es lo que era, ¿verdad, amigo?