2002

martes, 14 de octubre de 2008

DOCUMENTOS HISTÓRICOS (II)


¿Iguales al nacer? ¡Diferentes, al morir!


Si en alguna ocasión tenéis la oportunidad de verlos en el Archivo Parroquial, podréis comprobar que, en los libros de defunciones del año 1857, tal como se venía haciendo y se hizo durante siglos, el párroco, normalmente, después de escribir la fecha, el nombre del finado y el tipo de entierro que se le hacía, realizaba una breve y repetida anotación con el mayor número de abreviaturas posibles para no escribir demasiado y abaratar costes de tinta y tiempo como hemos de suponer. Valga este ejemplo:


“Día 8, septiembre 1857

Jose Alanis y Balderas, edad once años

de

Caridad


En la villa de Gerena, el dia ocho de septbre de mil ochocientos cincuenta y siete sele dio sepultura al cadáver de Jose Alaniz que murio enel mismo dia, de viruelas, de edad de once años hijo lejitimo de Pedro Alaniz y de Maria del Rosario Balderas. Y para queconste lofirmo en el mismo dia fecha ut supra”


Es por eso que, hojeando ese libro, llamaría nuestra atención la extensión de lo que el cura escribe, apenas cuatro días después, con motivo de la defunción de una lugareña. En aquel año del Señor de 1857, murieron en Gerena en torno al centenar de personas, en su mayor parte niños de corta edad, afectados por la viruela. La hoy erradicada enfermedad producía en esa época una verdadera escabechina entre la población. Para hacernos una idea, esa mortalidad representaba para la población de entonces, de 1700 habitantes según el censo de 1860, una proporción (en torno al 30 por mil) muy superior a la que hoy, con más de 6000 habitantes, tiene nuestro municipio (sobre el 7 por mil). En 2006, murieron en Gerena, 53 personas, el 82% de ellas a partir de los 70 años, ningún niño pequeño, como suele ser lohabitual. La persona más joven en morir lo hizo con unos treinta y pocos años.


Pues he aquí que el día 12 de septiembre de 1857 murió una persona, probablemente de cáncer de piel, y el relato del párroco es tan elocuente, es un retrato tan fiel de la sociedad de la época en el que no voy a pararme para que seamos todos los que con nuestros comentarios reconstruyamos aquella época que, bien pensado, no está tan lejana. He aquí el relato con las que nos parecen sus muchas faltas de ortografía y redacción incluidas y que, Don Benito, el cura de entonces, nos regaló para nuestro deleite ciento cincuenta años después. No estaba muy lejos entonces, la aparición de La Regenta, la célebre novela de Clarín. Nuestra Marina Ruiz daría también para un personaje de una novela de la época.


"12 DE SEPTIEMBRE DE 1857

Doña Marina Ruiz y Pérez

Muger que fue de Don Manuel

Muñiz, edad – 56 años

De fábrica – 62 reales


En la villa de Gerena, Parroquia y Arzobispado de Sevilla, en doce días del mes de septiembre del año de mil ochocientos cincuenta y siete. Yo, D. Benito del Castillo, Presbítero y Cura Beneficiado de la Iglesia Parroquial de esta villa, de Nuestra Señora Santísima María de la Inmaculada de la Concepción, mandé dar sepultura al cadáver de D. Marina Ruiz, de estado casada y de edad de cincuenta y seis años, que murió el día antes cuya muerte tuvo origen en un favo canceroso, según testimonio del facultativo; habiendo antes echo sus disposiciones testamentarias recivio los Santos Sacramentos de Penitencia Eucaristía y Extremaunción; cuya muerte fue según como había sido su vida, pues la tuvo toda ella arreglada a la pendencia de su confesor, ejercitando actos eróicos, fue bastante caritativa para con los pobres y necesitados, jamás se le conoció orgullo y vanagloria cuando socorría a sus semejantes, visitava constantemente alos enfermos confortavales con sus palabras edificantes remediando la necesidad al que la necesitaba; fue bien echoza para la Iglesia haciendo muchas y cuantiosas limosnas, y constante promobedora de los fieles para que en nada perdiese ni se revajase el brilloy esplendor del culto de Dios, profesó mientras bivio singular devoción a la Santísima Virgen. Siempre tuvo en mucha veneración alos sacerdotes, las confeciones y comuniones eran muy frecuentes, en una palabra, sin tener grande ilustración en las ciencias había comprendido muy bien el Espíritu del Evangelio. Su modestia, pocas palabras, su pobre traje, el color de su cara, demostraba sus rigurosas penitencias y mortificaciones, y todo revelaba en ella un alma grande y escogida. Fue querida de su marido y amada de todos los cirvientes alos quales jamas mandó aninguno una cosa que no se la pidiera por favor en lo que demostraba su grande humildad. En su larga y penosa enfermedad jamas se le conoció un acto de impaciencia, siempre y constantemente se le oia pronunciar los santisimos nombres de Jesus Maria Joaquin y Ana, y su muerte fue llorada y sentida por todos: Fue hija de D. Manuel Ruiz y D. María Belén Perez, natural esta de Olivares y Muger de D. Manuel Muñiz; fueron testigos D. Francisco Cadaval y D. Juan Gil Bermejo y otros varios, todos de esta naturaleza y vecindad, y para que conste lo firmo fecha ut supra. Benito del Castillo".


1 comentario:

RAFA dijo...

HOLA LEO!!! interesante documento el prestado y que de alguna manera contradice el célebre libro de Jorge Manrique "Coplas a la muerte de mi padre", la verdad que la vida son ríos que mueren en el mar, podemos tener la seguridad de que todos tarde o temprano llegará la hora de la desembocadura de la vida, lo que pasa que los curas (aspecto social no muy de mi agrado) no tratan la muerte de sus fieles de igual modo, se justifica bien el cura verdad???

"fue bien echoza para la Iglesia haciendo muchas y cuantiosas limosnas, y constante promobedora de los fieles para que en nada perdiese ni se revajase el brilloy esplendor del culto de Dios"

no creo que Dios quiera ni brillo ni esplendor en su culto, yo creo que el prefirirá palabras como justicia, igualdad, etc.