2002

domingo, 12 de octubre de 2008

El Paseante (II)


Quiero gritar por las paredes tu nombre, libertad.


"...así nace la obra de arte: una mano tendida al enemigo para que cambie"



No sé si tratan de imitar a Basquiat, para pasar de los muros de la calle a los de los museos y galerías que dominan el mundo del arte oficial. En Gerena dejaron de existir, hace ya muchos años, vagones sobre los que provocar y dibujar cantos a la transgresión de las normas sociales. Tampoco poseemos un SOHO, ese barrio al Sur de la calle Houston en Manhattan, que acoja sus manifestaciones artísticas. Sí tenemos, sin embargo, nuestra particular “Triana” y, cerca de ella, los recuerdos del viejo ferrocarril que atravesaba el “Puente Sin Barandas”. Es allí, donde ellos han pintado, esta vez y como siempre, por amor al arte. Pagan de su bolsillo ese impulso que les lleva a dialogar con las paredes y los paseantes y eso, por si sólo, hoy, cuando hasta el aire que respiramos y el agua que bebemos es objeto de una brutal mercantilización, es una inequívoca expresión de rebeldía. ¿Qué les lleva a pintar? ¿Experimentar el placer del acto creador? ¿Sentir el poder de la mano que ejecuta una protesta? ¿Una filosofía para construir otra sociedad?

Sé bien que la cultura urbana del graffiti ejerce una especial atracción para muchos jóvenes de Gerena como el Kane, Migue o Dafne. Suelen buscar espacios que, libres del reclamo de propietarios privados que puedan sentirse víctimas ofendidas por “sucios gamberros peligrosos”, acojan señales de la utopía que buscan sus sprays. Su afición artística, sin embargo, merece que les sean proporcionados otros espacios públicos. Algo de ello se ha hecho alguna vez en Gerena y ha estado bien hacerlo, aunque desigual pueda percibirse el resultado. Conozco de cerca experiencias como la que animó en Almedinilla (Córdoba), su alcalde, Antonio Pulido, ---que inesperadamente se nos fue a sus amigos---, y que sigue congregando cada año en el pueblo a multitud de artistas locales y foráneos para dejar en sus plazas y calles, pinturas y esculturas que lo han convertido en verdadero museo.

Estoy convencido de que cada graffitero lleva en su interior a un artista que cultiva en su quehacer esporádico y nómada, un arte efímero con vocación de permanencia. Quizás sea hora ya de darle el lugar que le corresponde a esa vocación en este gigantesco estudio de pintura y vida que se llama calle.

En todo caso, opino que es mucho mejor, más gratificante y educadora para la vista, esta amable y joven decoración, hija también de espíritus inconformistas, que esa colección de repetidos insultos que, en el pueblo, periódicamente, viene contaminando y degradando el rito clandestino con que los movimientos sociales y políticos, por las paredes, gritaron y gritan, desde hace siglos, contra las más infames injusticias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"pasar de los muros de la calle a los de los museos y galerías que dominan el mundo del arte oficial".

Excelente y profunda frase esa. Y creo que en ella también mora el meollo del asunto: existe un mundo de arte "oficial", o sea un ambiente que patrocina ciertas técnicas de "arte" y no otras. Es sorprendente el hecho de que esas obras urbanas no gozen de más atención en el mundo de las culturas "altas." Porque ?no es cierto que esas pinturas rebeldes representan exactamente las cualidades que suelen apreciarse en las artes: libertad de expresión, la búsqueda personal y la de inspirar al observador?

Gracias por su artículo, realmente trató un tema bastante curioso, cuestión que merece exponerse más.

LEONARDO ALANIS dijo...

Gracias por enriquecedor comentario. Un saludo