2002

domingo, 23 de noviembre de 2008

Jornadas sobre la MEMORIA HISTORICA: "Gerena Recuerda" 21 Noviembre 2008


La memoria: femenino, singular (Texto íntegro de la ponencia)

Dicen que “la memoria es la palabra del alma”. Hoy nos gustaría prestar nuestra palabra y alentar con ella el alma de quienes han sido víctimas, durante todos los años de la larga dictadura que reinó en nuestro país entre 1939 y 1975, del miedo, del silencio, del olvido, de la desmemoria, del desprecio y de la injusticia del trato humillante que los vencedores siempre otorgan a sus enemigos vencidos, siempre.

Durante el curso 2006/2007, como Profesor de la asignatura de Patrimonio Cultural de Andalucía, propuse a mis alumnos de 4º de la ESO que me ayudaran a realizar un trabajo de investigación sobre la Guerra Civil Española. Les expliqué entonces que uno de los más ricos patrimonios que tenemos como comunidad es la memoria que las personas mayores guardan de otro tiempo y les sugerí aproximarnos a aquella realidad desde la mirada de las mujeres que vivieron aquella terrible experiencia. A esta propuesta contestaron con su trabajo, fuera de las horas de clase, un grupo de cinco alumnos: Rocío, María Dolores, Ana, Vicente y Pablo.

Consciente del debate que en aquellos momentos, como ahora, latía en el seno de una parte de la sociedad española sobre la llamada MEMORIA HISTÓRICA, les propuse hacer esta investigación escuchando a mujeres que, desde cualquier lado de los contendientes, vivieron aquel tiempo. El modo de hacerlo sería con la metodología de lo que se llama la HISTORIA ORAL. Es decir, dejándose contar y recogiendo por escrito sus testimonios. Yo, les dije, les ayudaría en hacer posible diálogos a partir de mi conocimiento de esa historia que ellos desconocían, algo no siempre fácil de hacer con personas tan mayores.

Como profesor tengo el deber moral de presentar este trabajo como fruto de un trabajo colectivo y del esfuerzo de todos. Si bien es cierto que hay diversos grados de participación en él, no es menos cierto que lo hice para ellos, con ellos y gracias a ellos.

Lo llevamos a cabo, hablando con seis mujeres:

Anita y Rosario Alanís Delgado
Eloísa Ortiz Lozano
Rosario Suárez Algaba
Sofía Chavez Álvarez
Rosario Nogales Rabanal

¿Qué hemos aprendido con este trabajo?

Desde el relato de estas mujeres, mis alumnos llegaron a las siguientes conclusiones:

“Hemos aprendido un poco más sobre la Historia de España y sobre nuestro pueblo: fusilamientos, mujeres peladas… Además, hemos comprobado que no tiene comparación aprender historia a partir de libros que una historia contada por una persona.
Jamás podríamos haber imaginado el sufrimiento de tanta gente si sólo lo hubiéramos leído en los libros. También hemos conocido algunos datos sobre nuestras familias, algunos muy importantes, que nos hacen reflexionar más y mejor sobre lo ocurrido en aquellos tiempos. Ahora sabemos de forma más precisa lo que se llegaba a sufrir en aquella época y el miedo que sentían las personas sobre conceptos que hoy son vistos totalmente desde otro punto de vista. Conceptos como la política, por ejemplo. Las personas entrevistadas nos contaban que la política era peligrosa y nos han desaconsejado acercarnos a ella”.

¿Qué ha significado este trabajo para mí como profesor?

Aquí os quiero exponer algunas reflexiones que callé el pasado viernes en las JORNADAS SOBRE LA MEMORIA HISTÓRICA para no cansar y, sobre todo, para hacer prevalecer las ideas del grupo de escolares con los que trabajamos este difícil tema. Tal vez hubiera debido exponerlas durante el debate, pero consideré que nuestra exposición había sido sencilla y suficientemente emotiva para despertar la reflexión y por ello me daba por satisfecho. Con todo, estas son las ideas que llevaba para compartirlas con todos. Habrá futuras ocasiones para ello y, en todo caso, aquí quedan:

1ª.- Todo lo que nos han contado y nos cuentan estas mujeres ponen de relieve que la historia reciente es particularmente difícil de transmitir y de ser enseñada. Abordar estos temas es recordar heridas abiertas y esto, a pesar del tiempo, difícilmente se asimila en el seno de pequeñas sociedades como nuestro pueblo.

(Como anécdota os puedo contar que hace algún tiempo, propuse a mis compañeros del Departamento de Geografía e Historia investigar este asunto aquí en Gerena y ninguno quiso, ni vio oportuno, abordar ese triple tema: la república, la guerra civil y la represión y la dictadura. Mis propios alumnos reconocían no querer dar hoy aquí nombres. Entre otras cosas, porque algún nombre es el del bisabuelo de un compañero de su clase, al que las protagonistas tachan de “criminal”).

De alguna manera, este trabajo, señala los límites de la escuela, de la enseñanza, incluso en un contexto pluralista y democrático como el actual: No es fácil incorporar el conflicto a los contenidos de lo que enseñamos en los centros educativos. Y hacerlo, sobre todo, sin ceder al olvido, a las tergiversaciones y a las manipulaciones. Porque una cosa es lo que han contado los manuales escolares y cuentan muchos historiadores y otra, la memoria subjetiva de sus protagonistas. Esos testimonios no están presentes en la historia que se enseña. Sin embargo, considero que es una obligación moral, es de justicia, incorporar a nuestra enseñanza de lo que somos, lo “malos”, lo “atroces” que podemos llegar a ser. Es decir, debemos también presentar lo IMPRESENTABLE.


2ª.- Es necesario un pacto del recuerdo de las victimas. Es verdad que ha existido un pacto de silencio. Es más, muchas veces, en sociedades traumatizadas por conflictos como una Guerra Civil, es necesario el olvido como estrategia de supervivencia, al menos durante un tiempo. Pero, al final, debemos enfrentarnos a la obligación de hacer justicia, sin la cual no es posible sustentar ninguna sociedad que se quiera democrática. Y esta es, desde mi punto de vista, una obligación de educadores y políticos. Son necesarias ciertas dosis de memoria, aunque sea dolorosa, para reconstruir los lazos sociales que una guerra civil disuelve durante tantos años. Más allá de las circunstancias terribles por las que pasó nuestro país hace 70 años, los DERECHOS HUMANOS deben ser irrevocables. Y esta es la base de la EDUCACIÓN DE UNA CIUDADANÍA COMPROIMETIDA CON LAS CONSTRUCCIÓN DE UNA SOCIEDAD MEJOR Y MÁS JUSTA EN LA ESPAÑA DE HOY, EN EL MUNDO DE HOY. Ocurre, sin embargo, que durante los largos años de la transición, el discurso de los Derechos Humanos, tan presente hoy, estaba ausente, dormía en el limbo de las preocupaciones de los responsables políticos. Hoy sí debe ser el tiempo y el discurso aplicado de esos Derechos Humanos.

3ª.- Cuando estos chicos y estas chicas, mis alumnos, han trabajado estos testimonios, lo han hecho, han escuchado sobre todo, sin prejuicios. No hay, por tanto, posibilidad alguna de eso que algunos sectores políticos califican de SECTARISMO o RESENTIMIENTO. El debate político tiene una dimensión, pero la EDUCACIÓN tiene otro. La EDUCACION tiene como FINALIDAD esencial formar personas libres. Sólo el MIEDO puede impedirnos ser LIBRES. Y ellos han sentido un cierto miedo a hablar y repetir lo que han escuchado. Por eso la Escuela debe tener el oído y el alma abierta a esta “OTRA HISTORIA”.

Me hubiera gustado finalizar con una anécdota de mi oficio: Con frecuencia explico a mis alumnos, al abordar la demografía, la geografía de la población, lo que se llama una “GENERACIÓN HUECA”, es decir, los hijos que hubieron de nacer de mujeres que tendrían que haber engendrado…con hombres con quienes debieron casarse…pero que, sin embargo, no pudieron ser engendrados, no pudieron casarse…o emparejarse sencillamente…porque la GUERRA lo impidió.

Conocí muy bien a una mujer que perdió a su hermano en la guerra. Que tuvo al que sería su marido en la guerra…y que, antes de partir al frente, la dejó embarazada…”Total, se dijo, ¿y si no vuelvo? Aquella mujer vivió toda su vida en el miedo. Aprendió y acumuló miedo por si mataban a su novio como antes a su hermano… Vivió en el miedo ocultando su embarazo… Vivió siempre escondida en la casa materna por el miedo al qué dirán… Educó a sus hijos en ese miedo, en el miedo a la política… Esa mujer, que fue una víctima más de la dictadura del miedo, fue mi madre. Ella como todas estas mujeres, todas ellas amigas suyas, perdieron la guerra. Porque la guerra la perdimos todos y todas. Por eso son tan malditos quienes las inician.

Estoy convencido, y por eso mantengo fuertes esperanzas en la ESCUELA, de que las nuevas generaciones, estos chicos y chicas, construirán un país sin miedos y en LIBERTAD. Hemos realizado este trabajo porque pensamos que nuestro país se engrandece recuperando la memoria de los que han sido durante muchos años los excluidos. La democracia tiene la obligación moral de hacer la historia de todos. La realidad nunca se llegará a comprender con medias verdades. Debemos abrir las fosas que hay en las cunetas, no sólo por decencia y para recuperar los restos de jóvenes como el novio de Rosarito Pinguilla, y cuyo escalofriante testimonio hemos escuchado al comenzar esta conferencia, sino, sobre todo, las fosas mentales donde siguen enterradas las ideas enemigas de la libertad más plena. Porque estas mujeres, estas madres, estos muertos, son todas nuestras mujeres, todas nuestras madres, todos nuestros muertos. Es hora de la verdad completa.

He tratado de transmitir a mis alumnos y a mis alumnas que no hay conocimiento de las cosas, de la realidad en su integridad, sin la presencia de esa parte dolorosa que es el secreto de la memoria de Sofía, de Rosario, de…tantas mujeres…

Bienvenidas sean las leyes, pero la memoria no se defiende sólo con una ley, sino con el conocimiento y lo verdaderamente importante no serán los dictámenes jurídicos de un juez, sino su cultivo como fuente de la experiencia para que nada, nada de esto que estas mujeres vivieron, vuelva a suceder NUNCA MÁS.

Gerena, 21 de noviembre de 2008

3 comentarios:

José Manuel Martínez Limia dijo...

Debería empezar lamentando que otras obligaciones me impidieran haber estado en estas conferencias que me interesaron desde que las vi anunciadas.

Debería decir, después, que éste es un tema difícil, muy difícil, para mí. Yo tampoco consigo vivirlo con cierta normalidad. No puedo ver películas sobre la Guerra Civil, ni documentales (hace unos meses vi un trocito, sólo un trocito, de uno de Canal Sur en el que salía un tío carnal mío), ni, sobre todo, puedo soportar la equidistancia, ni la mentira de que "hay que contar toda la verdad". La verdad es una palabra esquiva, compleja y ambivalente. Cierto. Yo disfruto resaltando estas características de la verdad y de la historia. Pero en esa supuesta verdad total hay que ser capaces de diferenciar los hechos relevantes de los accesorios, los esenciales de los vinculados, lo que pasó de lo que podría o debería haber pasado. Y en este sentido, todo lo que yo tengo son certezas. Así que, con tu permiso Leo, voy a dar una breve y nítida definición a tus alumnos para que la sumen a su acerbo cultural y explicativo:

En 1936 había en España un sistema político imperfecto, con multitud de errores y de fallos significativos, en el que ocurrían infinidad de sucesos inexplicables e insostenibles. Pero unos hijos de puta fascistas, pagados por el conjunto del pueblo para defenderlos, decidieron que eran ellos los llamados a "salvar" al país de esa desestructura, decidieron no sólo dejar de hacer su trabajo, sino convertirse ellos en autoridades, en jueces y partes y dieron un golpe de estado. Un movimiento como nunca había existido en ningún lugar ni época de la historia les hizo frente durante 3 años, pero los fascistas, todos los fascistas del mundo (eso sí que era una Internacional), acabaron venciendo a sangre y fuego. No hay equidistancia posible, no hay explicaciones posibles, no hay razones posibles y, en este nivel, no existe ninguna otra verdad.

Cuando hablamos de Memoria Histórica, siempre deberíamos empezar recordando esto, para saber de qué lado vamos a ponernos. Porque, compañeros del alma, aquí sí hay que tomar partido.

LEONARDO ALANIS dijo...

Gracias. No te quepa duda alguna de que lo transmitiré a mis alumnos. Ellos verán y leerán tu comentario. Eso sí, contaré con la incomprensión de algunos de mis colegas, que seguirán pensando que un profesor no puede tomar partido. ¡Qué cosa!, ¿verdad?

Anónimo dijo...

Tomar o no tomar partido. ¿Como quedarse en el limbo del pensamiento antes sucesos como el que te/nos ocupa? Lo lamentable es que estemos tardando tanto tiempo en, si más no, recompensar mínimamente a las víctimas vencidas. Demasiados años de gozo de los vencedores y de silencio para los demás.