2002

jueves, 13 de noviembre de 2008

La Plataforma, la censura, el concejal… EL DEBATE SOCIAL




“Si todos los cristales se pintan de azul, no se puede ver el cielo”


Hay en el extenso blogespacio gerenense un intenso debate. Es verdad que, a veces, entrar en él conlleva sus riesgos. Es fácil comprobarlo. Entrad, opinad y esperad unas horas. Inmediatamente, alguien habrá reafirmado o rebatido tus argumentos, otro habrá atacado tus posiciones o alguno habrá que hasta alabe la opinión de tu contrario. Es cierto, a veces, la lectura de los comentarios te suscitan los sentimientos más encontrados. Y es que somos pasionales, viscerales, racionales y…sobre todo, diferentes. Esta es la hermosura del debate social. Alguien dirá que somos cuatro gatos. ¿Y qué? ¿Quién asiste físicamente a actividades sociales, culturales o políticas? A los informativos de Tele Gerena os remito: Poquita cosa, admitámoslo. Y no me alegra, no. Todo lo contrario. Pero no me desanima: así ha sido siempre la “pelea social” por la mejora de las cosas, de la vida, del mundo. Y ahí radica la fortaleza de quienes no desfallecen a pesar de la continua invitación al desaliento de la pasividad social. Esto que está sucediendo a través de Internet tiene una gran importancia. No cejemos. Ya aprenderemos, ya lo haremos mejor.

En dos blogs diferentes, en apariencia enfrentados circunstancialmente, he dejado los siguientes comentarios:

A mi buen amigo JMM Limia le he escrito:

“¿Recuerdas aquello de Voltaire: “Detesto lo que escribes, pero daría mi vida para que pudieras seguir escribiéndolo” y otras citas más o menos apócrifas en el mismo sentido? Éste debería ser un principio básico para todos los que aman la libertad de expresión y para quienes osamos traficar por este mundo de las ideas vagabundas, perdidas o, simplemente, lanzadas al “éter”. He querido intencionalmente quedarme fuera de algunos de estos últimos debates “intergalácticos” porque, sobre todo, me molestan las condenas. La censura lo es siempre, aunque nazca de la conveniencia. Como quiera que fuere, deberíamos, todos, sin renunciar cada cual a sus principios, tratar de hacer discurrir nuestras ideas entre los márgenes de la caballerosidad y la buena educación ciudadana. Puede haber rigor, fuerza, controversia e incluso enfado, pero nunca la condena. No nos condenemos. Que nuestro delito sólo sea compartir el conocimiento. La elección posterior vendrá de la mano del buen juicio. Te animo a discrepar. A ti y a todos”

A mis buenos amigos de la Plataforma Ciudadana por la Información y la Participación Ciudadana, les he dejado este comentario con algunos matices que introduzco ahora:

“Creo que todos y todas (¡cuánto echo de menos las voces de mujer en este bloguniverso gerenense!), todas y todos, somos necesarios en el debate social. Ocurre, sin embargo, me atrevo a opinar, que nuestra escucha de las opiniones ajenas las traducimos en términos de fidelidad a otros. Es decir, leemos los comentarios preguntándonos algo así como: ¿Éste, del lado de quién está? Sinceramente pienso que la primera y más importante fidelidad debe ser para con uno mismo: no traicionarnos, no defraudarnos a nosotros mismos y no defraudar los anhelos de superación y de conocimiento que mantiene vivo nuestro afán por cambiar las cosas injustas. Y esto, que no significa renunciar a la lucha más noble por las ideas en las que uno cree, es la verdadera fortaleza de nuestras posiciones. Vistas desde esta perspectiva, las opiniones sobre nuestra persona pueden molestarnos, pero las opiniones adversas a nuestra visión de las cosas y del mundo deben ser siempre una oportunidad para nuestro crecimiento personal y colectivo. Es ahí donde hunde sus raíces la auténtica libertad de expresión. No la del mercado, sino la de los agentes sociales, esos que como único poder tienen la palabra y la acción colectiva. Es esa libertad de opinión que no es simplemente decir lo que uno quiere, sino decir justificadamente lo que uno siente como necesario. Es ahí donde la libertad plena nos deja desnudos y desenmascara todo engaño o autoengaño. Y, en todo caso, recordad que nada es como parece a simple vista. La realidad es poliédrica y así debemos percibirla. Ya bastante homogeneidad pretendieron Stalin o Hitler. Construyamos un poliedro de infinidad de caras y un mismo corazón y una misma libertad por bandera. O mejor, sin banderas, con la libertad desnuda y a pecho descubierto. Es decir, la cultura, amigos, la cultura, que no es más que poseer la palabra y pertenecer a la masa. Si fuera así, los que verdaderamente tienen el poder y deciden sobre nuestras vidas se echarían a temblar. Merece la pena avivar la llama del debate social para que su efecto sea siempre la derrota de quienes no creen en nada, de los que no tienen ideales ni los defienden, de aquellos que no ven más camino que el de su casa o su negocio y nunca les sale el cálculo financiero de las matemáticas de su egoísmo. Vivan, pues, las ideas, la madre que las parió y el padre que las engendró: el debate. Y en él todos somos necesarios, incluso con nuestros deslices. Ánimo a todos”.

¿Véis la intensidad luminosa del cielo de la foto que encabeza esta entrada? Pues esa debe ser la luz que busquemos. Y no lo olvidemos: Nuestra vista podrá ser muy aguda, pero nunca podremos vernos la espalda y si todos los cristales se pintan de azul, nunca podremos ver el cielo. Un abrazo.

3 comentarios:

José Manuel Martínez Limia dijo...

Sólo hay un límite de verdad para mí: los derechos humanos. Salvados éstos, todas las opiniones son, no sólo interesantes sino, NECESARIAS. Y yo personalmente siempre he pensado que me interesan mucho más las contrarias (siempre y sólo las bien argumentadas) que las favorables. No me dan miedo, en absoluto, la diversidad y la discrepancia, al contrario creo que sin ellas no hubiésemos llegado hasta aquí. Todo el que argumenta en contra tuya debería tener un lugar en nuestro corazón, al menos por dos razones: demuestra que le interesa lo que decimos y nos hace ser mejores. Las palmaditas en la espalda aportan realmente poco. A mí, nada.

Otro asunto muy interesante es el de la participación en la web. Quizás sería deseable hacer aportaciones al respecto desde la red de Gerena.

Anónimo dijo...

“Porque ese cielo azul que todos vemos ni es cielo ni es azul ¡Lástima grande que no sea verdad tanta belleza! (Lupercio Leonardo de Argensola. 1559-1613)” Así lo canta el tango.

Las ventanas están todas abiertas porque nadie puede ni quiere cerrarlas. Nada de filtros ni de tamices, ¿nada de respeto? y cada vez más cuchillos arrojados. ¿qué queremos que refleje ese cielo? y sobre todo ¿quién va a quedar para verlo?. Son las palabras despreciativas las que censuran ilusiones.

Un abrazo y enhorabuena por las palabras que alientan ilusiones. Las tuyas lo hacen.

LEONARDO ALANIS dijo...

Gracias por tus palabras... color violeta al fin.