2002

jueves, 25 de diciembre de 2008

Algo para leer : ¿De qué se ríe el lama?


A veces pienso, como aconseja Enrique Mariscal, que debería hablar y escribir menos y escuchar y leer más. No llegar a hacer afirmaciones que parezcan dogmas. Perseguir siempre la humildad. Cultivar siempre la imaginación. Investigar lo que me rodea con la ingenuidad del niño que siempre he sido. Y meditar, mirar hacia dentro de mí mismo y buscar mi mejor yo. Hay quienes llaman a esto rezar, la actividad más común a todas las culturas. Y sobre todo, lanzar "otra mirada" al mundo que me rodea. También, reir, reir mucho. Este modo de ejercer la rebeldía ya fue explicado de este modo sencillo:

Sgeún un etsduio de una uivenrsdiad ignlsea,
no ipmotra el odren en el que las lteras etsán ersciats,
la úicna csoa ipormtnate es que la pmrirea y la
útlima ltera etsén ecsritas en la psioción cocrrtea.

¿Sabéis por qué? Investigadores de las neurociencias han llegado a la conclusión de qye etso es pquore no lemeos cada ltera por sí msima, snio que la paalbra siuge sideno un tdoo. Parece icrneílbe ¿verdad?. Esto me lo ha enseñado el autor que os citaba: ENRIQUE MARISCAL. Os aconsejo sus libros de cuentos: Cuentos para regalar a personas inteligentes; Cuentos para regalar a personas sensibles; Cuentos para regalar a personas que aman; Cuentos para regalar a personas originales; Cuentos para regalar exclusivamente a dioses... Disfrutaréis. Al menos, yo lo he hecho. En ellos encontraréis pequeños cuentos como este:

¿De qué se ríe el lama?

“Recuerda siempre, que no te hicieron nada personal, solamente quieren castigar al Tibet. Sanarás”.
Un médico tibetano asistiendo a una joven que había sido torturada y violada cruelmente por oficiales chinos.

Si alguna persona comete la osadía o el descaro de manifestarse alegre en nuestra sociedad, recibe una condena inmediata, expresa o latente: ¿de qué se ríe? ¿qué le pasa? ¿en que curro andará?.
Si alguien dice sentirse feliz, alegre, contento con su vida y sus realizaciones es percibido, en muchos ambientes, como un provocador, un agente extraño que viene a hacer olas en el mar de la pesadumbre generalizada, en el desierto del lamento, en el pantano del aburrimiento militante, en el océano nada pacífico, del sufrimiento inútil.
Nos estamos olvidando de reír, de proyectar buenas ondas, de manifestarnos entusiastas con nuestros sueños o esfuerzos. Por el contrario, pareciera ser sumamente distinguido portar cara mufosa, aire de enojo, gesto de desgano, palabras hirientes de múltiples criticas, acompañadas de broncas de bronca.
El estilo propio del desaliento, de la depresión y de la incredulidad es cultivado minuciosamente por los noticieros implacables que agotan toda la vida planetaria y cósmica en recurrentes infortunios aldeanos. Luego, los multimedios extienden su obra nefasta en las conversaciones secas, rutinarias, empobrecidas de proyectos, encuentros reiterados de la figura social de “llorar a dúo”.
Cuando las personas nutren sus mentes repitiendo los comentarios políticos coyunturales, carentes de trascendencia, pobres de imaginación, faltos de esencialidad, y consideran que con ello están pensando la realidad nacional, no hacen otra cosa que propagar el vacío, el tedio, la mala onda que nos complacemos en sostener como “coro quejoso”, presente en las grandes tragedias.
En cierta oportunidad fui con un joven paciente en depresión, a escuchar a un lama tibetano que acababa de llegar a Buenos Aires y daba una conferencia en el Teatro General San Martín. Le dije a mí compañero:
¿Por qué no le preguntas algo?
No se me ocurre nada. Me respondió
Mira, le sugerí por que no le preguntas de que se ríe el lama.
El muchacho junto energía y lanzo con voz firme, el gran interrogante.
El monje volvió a sonreír, ostensiblemente festivo, inocente con una beatitud conmovedora y respondió:
Mi superior me eligió para que venga hasta aquí a dar un ciclo de charlas; todo un honor y una gran responsabilidad. Ello me puso muy contento.
Dejé el monasterio con la oportunidad de asumir un viaje de descanso, porque hasta de los monasterios es bueno tomarse vacaciones de vez en cuando; tuve entonces una gran alegría. El avión salió a horario, no cayó y la comida estaba sabrosa. Compartí todo el viaje con una señora sumamente simpática. Aterrizamos bien en Ezeiza, el clima estaba muy agradable, templado, había dejado el frío del Tíbet. Me instalaron en un muy confortable hotel. Todo salió perfecto. Estaba muy contento. Ingresé a esta sala y estaba repleta de gente; una sorpresa muy grata. El público me ha escuchado con maravillosa aceptación, esto me dispone a estar sumamente complacido. Además usted me hace una pregunta oportuna e inteligente. Estoy muy pero muy contento y agradecido: ¿cómo no va a reír el lama?
Nos retiramos del teatro muy alegres, el lama nos había enseñado a sumar.

El autor de este texto es Enrique Mariscal







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