2002

miércoles, 28 de enero de 2009

Educación para la Ciudadanía

Hoy, 28 de enero, el Tribunal Supremo ha decidido que no se puede objetar a Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos. La asignatura no vulnera el derecho de los padres a que sus hijos reciban la educación religiosa y moral que deseen. Con motivo de ello quiero compartir con vosotros las reflexiones y datos que escribí para una revista de educación ya hace algunos meses.


La EpC en los medios. Una lectura “interesada”.


“Es el nuestro un insólito país. En ningún otro ha merecido una modesta materia de la enseñanza no universitaria el honor de ser reconocida por sus iniciales: EpC. Educación par la ciudadanía. Nada menos. Como la ONU, la OMS o el FMI. EpC junto a todas ellas. ¿Por qué este dislate?”


ADELA CORTINA. El País, viernes 10 de agosto de 2007


La inclusión en el currículum de la Educación Secundaria Obligatoria de la asignatura de Educación para la Ciudadanía ha suscitado un intenso debate público, si por debate entendemos, claro, esas machaconas campañas que (todos) los medios suelen emprender cada vez que ven peligrar (o quieren consolidar aún más) sus privilegiadas posiciones de influencia social. Pero suele ocurrir entonces que, como luz por debajo de las puertas, las medias verdades, el recurso a la deformación del fondo de lo tratado y hasta las mentiras y el autoengaño, escapan desde los despachos y talleres de producción de opiniones, de allí donde la industria de la conciencia vive instalada por quienes pueden pagarla y mantenerla. De uno y otro lado, desde la derecha, el centro y la izquierda del sistema, se esgrimen calificativos y juicios de todo tipo para tratar de convencer (¿y/o vencer?) al conjunto de la “ciudadanía” sobre la pertinencia, necesidad o error de tal decisión. En definitiva, más de lo mismo: se alimenta el caldo de cultivo del desencuentro ciudadano por el camino de la manipulación informativa. Pero, ¿qué se dice?, ¿qué se argumenta?

He desplegado sobre mi mesa más de 150 recortes de prensa --- ¡qué manía la mía de leer (“con escepticismo”) la prensa…y hasta Internet!---. Son infinidad de noticias, reportajes, artículos de opinión, cartas al director, entrevistas…que me han ayudado a dar un paseo, que he deseado crítico, por lo escrito desde diciembre de 2005 al momento presente en que me dedico, en este frío invierno, a esta reflexión. El resultado, sin embargo, ---cuya presentación está en función de su producción cronológica y no por paralelismos argumentales que, de haberlos, deben de ser buscados por el lector---, compensa, resulta sumamente instructivo o, al menos, bastante clarificador (de ahí la simplificada fórmula “a favor”/ “en contra”, que he utilizado), ya que puede facilitar un sencillo y fecundo ejercicio de lucidez al poder contrapesar, desde nuestros propios criterios, la diversidad de caras del prisma político, social y cultural de nuestro país y, sobre todo, el amplio colorido del arco iris de intereses que suele animar la tormenta de los debates que fabrican las esferas “más cultas” (dominantes) de la sociedad: Políticos del partido gobernante o de la oposición antes gobernante, ministras y exministras, catedráticos, profesores, presidentes de fundaciones o de federaciones de entidades sociales, padres y madres, miembros de la jerarquía eclesiástica, sindicalistas, activistas de los movimientos sociales y ciudadanía de a pie… emiten sus opiniones y sus veredictos ¿Se dejan ver entre sus ecos, los afanes e intereses que los animan? ¿Es, en efecto, una lucha entre quienes pretenden monopolios sobre la formación en valores de los individuos? ¿En qué lugar han colocado algunos de los que se aplican tan a fondo en ese debate la poderosa herramienta de cambio personal y social ---tan estimada por Lorenzo Milani--- como la objeción de conciencia? Porque hay quienes han llegado a proponer, desde la altura de su respetable autoridad, la desobediencia civil y hasta la insumisión ¿Seguro que no han existido motivos antes, ni hay razones profundas ahora, en la realidad circundante, para hacer uso de esos poderosos instrumentos de rebeldía cívica de un modo mucho más coherente con las creencias desde las que se esgrimen? En todo caso, nunca viene mal encender un haz de luz sobre tanta opinión “desinteresada”. Uno llega incluso a preguntarse si son conscientes todas estas alzadas voces de lo que dicen. Ya se sabe: por la boca muere (o “vive”) el pez.

Como educador plenamente convencido de que una asignatura de una hora de duración a la semana, poco ayudará por sí sola ---la educación no dependerá nunca de una sola asignatura--- a la transformación emancipadora de nuestras prácticas educativas y a nuestra “eficiencia educativa” en la formación de una ciudadanía comunitaria y global, no puedo sentir más que un triste sonrojo, porque a muchos de estos protagonistas del debate, verdaderamente, se les nota que están urgentemente necesitados de una “pasada” intensa por esa Educación para la Ciudadanía cuya idoneidad con tanto fervor niegan. De todos modos, cada cual podrá forjarse o reafirmar su propia opinión a la luz de este amplio “argumentario”. Elaborado, evidentemente, desde la subjetividad interesada que mueve mi propia búsqueda de la verdad en este mundo de la educación en el que tantos se entrometen para colonizar nuestro espacio formativo con propuestas políticas cargadas de ideología. Propuestas que vulneran con frecuencia no sólo nuestra autonomía para educar, sino muchos de los principios y valores cívicos que se pretenden afianzar en el comportamiento de las futuras generaciones. Educar(nos) en valores es tarea de todos y puede y debe hacerse a través de las muchas acciones que tienen lugar dentro y fuera de las aulas. Padres y madres, profesores y centros, los medios, cada uno de los miembros y agentes sociales de la comunidad, pueden y deben transmitir los valores que constituyen el sustrato democrático de una sociedad que se desea justa, todos aquellos valores que consideramos esenciales para la configuración de la personalidad moral de nuestros niños y jóvenes, la necesaria para construir un mundo que ha de ser mejor, más justo, menos desigual, más fraterno…, como diría mi padre, “por la cuenta que nos trae”. Sé que es ingenuo pensarlo, pero no estaría nada mal que unos y otros buscáramos en ese empeño la complementariedad y la síntesis, un espacio común para quienes estamos implicados en la educación, ayudados de las herramientas del diálogo, la negociación y el compromiso, no de la condena. Sólo se llega a dialogar verdaderamente cuando se busca sinceramente por las distintas partes la verdad. No es otra cosa el ejercicio de la educación para una ciudadanía democrática ¿Es posible? A la vista quedan esas posibilidades:


A FAVOR


- “Un país tiene lo que produce. Si necesita algo, debe fabricarlo. ¿Qué ciudadanía hemos creado? ¿Cuál es el nivel de participación socio-política de los jóvenes españoles? ¿En qué valores están siendo socializados?

- Necesitamos tejer una moral colectiva basada en la práctica de virtudes públicas.

- Los comportamientos solidarios deben ser impulsados a través de una pedagogía del compromiso.

- Toda enseñanza fracasa si no logra formar ciudadanos morales y activistas sociales.

- Es necesario crear un ámbito específico para socializar en los valores morales de nuestro orden constitucional.

- Es necesario analizar los problemas sociales de nuestro tiempo

- Es necesario motivar la participación en la defensa de los derechos humanos mediante una ética de la responsabilidad y de los deberes de la ciudadanía activa.

- La democracia requiere para su reproducción una cultura política de implicación ciudadana.

- El gran reto del siglo XXI es la construcción de una ciudadanía internacionalista para un cosmopolitismo solidario.

- La educación debe transmitir los valores de la ciudadanía como garantía de la integración y de la eliminación de barreras en un momento crítico de encuentro de civilizaciones.

- La educación debe hacerse cargo de un nuevo escenario cultural y social, enfrentando, ahora más que nunca, la función de desarrollar en cada persona un núcleo moral sólido que permita elegir, asumiendo las consecuencias de las decisiones.

- Educar para la responsabilidad es hoy en día y lo será mucho más en el futuro, una de las funciones básicas de la educación.

- Hay valores que resulta imposible indoctrinar, porque por su misma naturaleza educan y son aquellos que pertenecen al universo de la justicia que es el quicio de la ética ciudadana: la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto activo, la responsabilidad.

- Estado y sociedad civil deben complementarse en la tarea de educar en lo justo y…si la justicia tiene un sentido, y pocos valores tienen más sentido que ella, el horizonte del ciudadano no puede ser sino cosmopolita. Y entonces lo importante y lo urgente, prioritario, es acabar con el hambre, la sed, la enfermedad superable, la muerte evitable, la miseria. Ocurre, sin embargo que estas cosas no se aprenden sólo en la escuela…sino también en la vida familiar, la vida política y los medios de comunicación.

- Con esta asignatura la escuela responde a las necesidades de la sociedad. Cada vez que aparecen problemas (violencia juvenil, drogas, embarazos de adolescentes, racismo, accidentes de tráfico, el fracaso escolar, el vandalismo ciudadano…), la sociedad se vuelve hacia la escuela.

- De lo que estamos hablando es de educación de la libertad, porque no nacemos enseñados y la libertad se aprende de igual modo que se aprende una lengua.

- No nacemos siendo buenos ciudadanos ni tampoco basta con pertenecer a una sociedad democrática para llegar a ser buenos demócratas, nos hacemos ciudadanos de una democracia en buena parte gracias a la educación.

- Conviene una asignatura porque proporciona la oportunidad de reflexionar sobre conocimientos que pueden motivar la convivencia democrática.

- La EpC es una necesidad obvia, una característica propia de las democracias.

- Ciudadanía, convivencia y política (en su mejor sentido) no se aprenden por ósmosis, sino que merecen y requieren una reflexión específica…

- La educación en valores es una demanda social. Ahora, los temas sociales, la multiculturalidad, la democracia, se impartirán con más eficacia.

- Las democracias no pueden renunciar en aras de un malentendido neutralismo, a la tarea de educar a sus ciudadanos en el conocimiento y la práctica de los fundamentos y valores de la convivencia democrática.

- La EpC puede y debe ser una gran oportunidad para que la escuela como institución reivindique una vez más su valor social como espacio para la convivencia, como lugar privilegiado para la reflexión y la tolerancia.

- La EpC no es un invento circunstancial de un partido que tiene el oculto designio de indoctrinar a nuestros hijos, sino una materia que se ha impuesto en casi todos los países europeos.

- - El fomento de la cohesión social y de una mayor participación activa de los ciudadanos en la vida política y social se ha convertido en un tema clave en todos los países europeos.

- La Unión Europea se enfrenta a una serie de problemas comunes, ante los cuales necesita apoyarse en el sistema educativo para crear una conciencia cívica democrática que colabore en la prevención de posibles conflictos en el seno de sus sociedades.

- Es un error grave pensar que la educación es asunto de los padres. Debe interesarles y preocuparles, pero es un asunto de la sociedad. No educamos para que los niños vivan al gusto de sus padres, sino para que vivan de la manera que socialmente se pueda exigir de ellos. Esa mentalidad de la propiedad de los hijos por parte de los padres es profundamente errónea.

- La EpC es educar a los hijos para que vivan fuera de la familia. La propia resistencia de las familias a la EpC demuestra la necesidad de esa asignatura, porque para lo que sirve es para romper con ese claustro dentro del cual quieren algunas familias a sus hijos.

- A pesar de todas las críticas que se generan en torno a ella, puede ser una oportunidad de primer orden para transmitir valores esenciales para la convivencia democrática. En un país como el nuestro, tan dado a la discusión visceral, tan poco cultivado en la tradición democrática, una materia como esta no puede redimirnos de todos los males, pero sí puede, a pesar de los políticos, ser un buen pretexto para formar ciudadanos responsables y cultivar virtudes públicas.

- La asignatura se fundamenta en los valores y contenidos de la democracia, la no discriminación, la libertad, los derechos humanos, la justicia social, la cultura de la paz, la no violencia… Valores y contenidos que es sobre lo que debemos decir si compartimos o no.

- Existe una preocupación por un conjunto de fenómenos (creciente desafección política de la juventud, su escasa participación e implicación en la vida pública, rebrotes de tolerancia y racismo…) que se constatan no sólo en la juventud sino en la sociedad en general. Por eso surge en Europa un creciente interés de revitalizar la democracia y la participación, en lo que se define como ciudadanía activa, informada y responsable.

- Es preciso dar vigor democrático a las instituciones, promoviendo desde la escuela virtudes cívicas y la preocupación por lo colectivo.

- En la programación del ministerio no hay nada que pueda ofender la conciencia de nadie y lo que se enseña está total y exclusivamente dentro del marco de los derechos humanos.

- Es obligación de la comunidad política educar en la justicia. Merece la pena que nos pongamos de acuerdo sobre cuáles son esos valores de justicia.

- Si diéramos bien esta asignatura, los alumnos verían lo importante que es conocer las normas y entenderían que los deberes no son caprichos, les enseñaría a ser más responsables, a tener más respeto hacia el otro e incrementar su solidaridad. Esta asignatura no debe ser exclusiva de la escuela.

- EpC es una asignatura obligatoria por ley para lo que no hay alternativa, y no cursarla impediría a los estudiantes la obtención de los títulos académicos correspondientes.

- Ninguna fe puede oponerse a las leyes que emanan de la soberanía popular a través del Parlamento. El Gobierno va a aplicar la asignatura en todo el sistema educativo.

- Tenemos que fomentar la conciencia cívica del alumnado, enseñarles que existen comportamientos y conductas buenas y malas, justas e injustas, decentes e indecentes. ¿O es que, en este caso, los obispos reclaman la neutralidad del sistema educativo? Eso sí que sería relativismo moral.

- La EpC no parte de cero. Desde hace años, las distintas “educaciones para…” han trabajado en esta perspectiva que hoy se incorpora al currículum oficial. Si se hace bien, ayudará a integrar ese trabajo.

- De algún modo, esta asignatura supone el reconocimiento a la labor educativa realizada desde ONGs y los movimientos sociales y educativos, muchos de ellos vinculados a la propia Iglesia Católica.

- En la EpC confluyen orientaciones y directivas de política educativa que la hacen presente, de formas diversas, en buena parte de los países europeos.

- Se hacía urgente hacer más presente en el currículum una dimensión global en los análisis de la realidad próxima y lejana, analizando las causas de las injusticias y educar al alumnado en la proposición de soluciones para esas realidades.

- Es precisamente desde esta perspectiva de la justicia desde donde se reconoce que la educación no puede ser neutral, sino que es la educación la que tiene que proporcionar al alumno un posicionamiento en el momento de elegir entre mantener el mundo tal y como es o participar en su transformación a favor de la justicia para todos.

- Un enfoque participativo, activo, no autoritario del proceso de enseñanza-aprendizaje en la EpC alejan mucho el peligro de adoctrinamiento.

- La EpC, en gran medida, se hace eco de aquellos elementos de la Educación en Valores y de los contenidos que promueven una educación integral, una perspectiva recogida en el Informe Delors cuando menciona los cuatro aprendizajes básicos con los que hacer frente a los nuevos retos de la sociedad: aprender a conocer y adquirir los instrumentos de la comprensión (aprender a aprender), aprender a hacer e influir en el entorno propio (aprender a hacer), aprender a vivir juntos (aprender a convivir), aprender a ser personas (aprender a ser). A ellos, puede y debe añadirse un quinto pilar dirigido a la construcción de un mundo más justo: “aprender a transformar”.


EN CONTRA


- Se pretende infundir una ideología estatal.

- No debería articularse en asignatura evaluable, sino recorrer las demás de forma transversal.

- La imposición de la asignatura de EpC es una forma sutil de totalitarismo

- Es una consecuencia más de la feroz lucha contra la religión disfrazada de laicismo

- Es un simple error cuyas consecuencias pueden ser muy perjudiciales tanto para los propios alumnos como para el conjunto de la sociedad democrática en que vivimos.

- Supone una seria disminución de los temas que corresponde a otras asignaturas como Filosofía.

- Su implantación carece de justificación y sentido, pues no nos sentimos obligados a alinearnos ni con unos ni con otros, sino, por el contrario, a aprender a pensar libremente y en común, sin que la discrepancia con el otro lo convierta necesariamente en enemigo.

- La nueva materia se convertirá en un instrumento de indoctrinación (transmisión de unos contenidos morales con el objetivo de que el destinatario los asuma y ya no desee estar abierto a otros contenidos posibles; quien se esfuerza por evitar que su interlocutor siga pensando y se abra a nuevos horizontes).

- La EpC es una herramienta de adoctrinamiento en manos del gobierno.

- Es un sinuoso ataque del laicismo contra la educación religiosa.

- La escuela debe ser neutral, pues nunca vamos a conseguir un consenso en torno a los valores que debe transmitir. Este es un problema que las sociedades pluralistas no pueden resolver.

- Este tipo de educación es imposible.

- Para formar ciudadanos de nada sirve la información que proporcionan los libros de texto y el profesorado. Ser ciudadano de una democracia tiene que ver con ciertos rasgos de carácter y hábitos de comportamiento que no se adquieren mediante el saber que dispensan las asignaturas.

- Llegar a ser un correcto ciudadano demócrata se consigue ejercitando las virtudes cívicas en las múltiples ocasiones que proporciona la vida de los centros educativos. Se trata de una ciudadanía omnipresente, compartida por todo el profesorado y transversal.

- Responde a la ideología del partido en el poder, que plasma esa ideología en las instancias del Estado.

- El poder del Estado no es ilimitado en la imposición obligatoria de contenidos educativos. Existen para él unos límites situados en la coordinación entre principios de intervención democrática del poder y el de autonomía de las familias.

- Existe un desacuerdo razonable sobre cuál sea la manera de preparar a los alumnos para participar en la vida política o asegurar su desarrollo moral.

- El derecho a elegir el tipo de educación que queremos dar (o no dar) a nuestros hijos forma parte de nuestro propio derecho a elegir una concepción del bien, y a ponerla en práctica sin sufrir las interferencias de los poderes públicos.

- Los profesores de los centros públicos están obligados a renunciar a cualquier forma de adoctrinamiento ideológico, única actitud compatible con el respeto a las familias que no han elegido para sus hijos centros docentes con una orientación ideológica explícita. Esto es aplicable a los propios centros y al legislador.

- La EpC se encuentra al borde de la constitucionalidad, ya que a su través de transmite una forma de ver la vida, una antropología, y una ética, aspectos que tienen que ver con los aspectos más íntimos de una persona.

- La EpC lesiona y conculca las convicciones de los padres, algo que en ningún caso un Estado puede hacer.

- En la educación en valores morales, los padres tienen un papel prioritario sobre el sistema educativo.

- Cualquier asignatura que no tenga el respaldo de una disciplina científica corre el riesgo de convertirse en un instrumento de adoctrinamiento, por eso esta asignatura está mal planteada y mal enfocada, se devaluará y acabará fracasando. Además, desvirtúa dos asignaturas clásicas tradicionales, la filosofía y la ética.

- Los profesores no están obligados a seguir directrices de carácter ideológico.

- La EpC es una grave e irresponsable intromisión en el campo de la conciencia personal.

- La EpC es una asignatura metida con calzador e impuesta contra el parecer de la mayoría del mundo educativo. Ha sido una temeridad el empecinamiento del Gobierno, sin hacer caso del dictamen del Consejo Escolar del Estado, que votó mayoritariamente en contra de su implantación.

- Los contenidos propuestos son un conglomerado de temas sin rigor ni hilo conductor. Los riesgos de adoctrinamiento son enormes. La clave para una buena formación cívica es el reforzamiento de las humanidades. Y esto es justamente lo que no se ha hecho.

- Esta nueva materia enseña criterios y valores con los que muchos padres estamos en desacuerdo porque incluyen el parecer de Gobierno en cuestiones como la familia, el matrimonio o la educación.

- La educación afectivo-emocional pertenece al estricto ámbito familiar.

- La nueva materia supone un claro riesgo de que la escuela se convierta en el lugar de transmisión, no de unos conocimientos, sino de una ideología determinada., además de no aportar ningún valor académico a los alumnos.

- Tal y como está planteada la asignatura obligatoria podría convertirse en un instrumento para transformar la ideología oficial de la escuela pública.

- Supone la pretensión del gobierno de imponer una asignatura que tiene como objeto configurar un modelo determinado de ciudadano. Esto sería un grave error.

- Tanto el laicismo como los fundamentalismos religiosos son enemigos de la libertad y, si logran imponerse, conducen inexorablemente al totalitarismo.

- La asignatura no debería traspasar la frontera de aquellos contenidos de naturaleza moral o que presupongan un determinado modelo de sociedad o de persona. Temas como el modelo de familia o el matrimonio deberían quedar fuera y no debería ser ni obligatoria ni evaluable.

- La asignatura de EpC debería ser igual que la de Religión Católica, opcional. Ser puntuable y obligatoria, como forma de adoctrinamiento como pretende Zapatero, es un totalitarismo que sólo pretende plegar a los menores hacia las tesis políticas del Gobierno, amaestrándolos en su ideología, para crear un pensamiento único, acrítico, es decir, como instrumento de poder y amaestramiento de futuros votantes, fuera de los valores éticos del derecho natural.

- La LOE contempla la nueva asignatura como un catálogo de doctrinas socialistas-laicistas de estudio obligado y evaluable académicamente, al tiempo que se marginan las clases de religión católica que solicitan para sus hijos el 80 por ciento de los padres.

- El modelo de escuela que pretende el Gobierno de Zapatero es un alarde de talante doctrinario, laicista y profundamente sectario, todo un atentado a las libertades que contempla nuestra Carta Magna.

- La asignatura confirma las sospechas de la sociedad civil sobre el adoctrinamiento ideológico y la vulneración de la libertad de los padres para elegir la educación que quieren para sus hijos.

- La carga ideológica es aún más fuerte en Andalucía, porque se trata seguramente de hacer una prueba en un feudo socialista, antes de implantarlo en el resto de Comunidades. Los niños andaluces serán, si no lo remedian sus padres, el conejillo de indias de Educación para la Ciudadanía. Es una situación grave, y no vemos otra salida que la objeción de conciencia a la asignatura.

- Constituye una intromisión del Estado en la educación moral de los alumnos. Estamos, de alguna manera, frente al intento de imponer cierto tipo de ética inspirada en el laicismo, puesto que pretende educar en moral ignorando las tradiciones religiosas, la existencia de Dios y la misma dimensión trascendente de la persona.

- Hay una enorme carga de ideología postmoderna, de la mano de la ideología de género y la diversidad de opciones afectivo-sexuales. Según esta concepción, que ha inspirado la aprobación del llamado matrimonio homosexual, el sexo biológico no es lo decisivo, sino la asignación de roles que cada cultura asigna al hombre y a la mujer. Una sociedad ilustrada puede y debe prescindir de esos roles, y otorgar primacía absoluta a la orientación de cada individuo.

- Al igual que la LOE en su conjunto, es que insiste en una concepción inadecuada de la democracia en la escuela, provocando la pérdida de autoridad de los profesores. Además, se abusa de las emociones y los afectos de los alumnos, renunciando a la pedagogía del esfuerzo, la exigencia y la voluntad.

- La EpC es un instrumento del Gobierno para el adoctrinamiento ideológico que viola el derecho prioritario de padres y alumnos a que no se les lave el cerebro.

- La asignatura impone el relativismo moral. La verdad no juega papel alguno en los Decretos que desarrollan sus contenidos. En lugar de la búsqueda de la verdad, se propone al alumno que elabore su propia verdad, mientras lo emotivo desplaza al conocimiento racional.

- El objetivo de ideologizar a los alumnos es básico para el Estado. Al incluir entre los contenidos de EpC cuestiones como la condición humana, la identidad personal, la educación afectivo-sexual, o la construcción de la conciencia moral, la nueva asignatura supone una intromisión ilícita en el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias convicciones morales y religiosas. Denunciamos que no es legítimo ni moral que el Estado sustituya a las familias en su labor educativa, ni usar la escuela como instrumento de transmisión ideológica, ni imponer un determinado sistema de valores, y hacerlo pasar por universal, que no lo es.

- Es viable enseñar de acuerdo con una antropología personalista, verdaderamente adecuada a la naturaleza personal del ser humano. Estas leyes lo dificultan y lo obstaculizan gravemente, pero es viable recurriendo a la responsabilidad de los profesores y de los centros, en particular de los centros católicos. Seguro que en ellos no se enseñará nada que sea contrario al carácter propio de los centros. Como dicen los obispos, los centros católicos no incluirán en sus programas los contenidos de los Reales Decretos que desarrollan la EpC, que resulta gravemente problemática, no sólo por sus contenidos, sino también por su finalidad, que es la educación moral de las conciencias, impuesta a todos los alumnos, con independencia de la elección que hayan hecho sus padres.

- La oposición a esta EpC no se debe al mayor o menor impacto que pueda tener, sino a la injusticia intrínseca de la medida, que quebranta los derechos fundamentales de las personas y de la escuela.

- Esta EpC no presagia nada bueno, no presagia que vayamos a tener ciudadanos mejor formados, como todos deseamos, conscientes de sus derechos y deberes, verdaderamente críticos ante el pensamiento políticamente correcto, capaces de desarrollar su inteligencia y de modo íntegro su personalidad. Esto no se puede conseguir con una conciencia moral uniformada en criterios desestructuradores de la identidad personal. Por esta vía no se consiguen personas mejor formadas, y por lo tanto tampoco se puede esperar que haya ciudadanos responsables y activos.

- Cuando el decreto habla de tolerancia, libertad, diálogo y concordia, las dirige hacia intenciones ideológicas que no son aceptadas por toda la sociedad y se omiten en el texto valores como el esfuerzo, el trabajo y la disciplina.

- Queremos educar a nuestros hijos como buenos ciudadanos y por eso nos oponemos a que se les impartan valores ajenos a nuestras convicciones respecto al sentido de la vida, los fundamentos de la moral o la diversidad sexual.

- La EpC atenta contra las libertades y es incompatible con la fe cristiana.

- Quienes nos veamos obligados a impartir esta presunta materia…no recurramos a ningún libro de texto, ofrezcamos una introducción a la Ética y a la Filosofía Política basada en los textos fundamentales de pensadores clásicos. Sólo así los alumnos podrán aprender a pensar por sí mismos en diálogo con la tradición de la que somos herederos en vez de tener que estudiar las opiniones de los autores de los libros de texto respecto de los contenidos del lamentable temario.

- Carece de objetivos académicos, contenidos y metodología concretos y queda abierta a la improvisación y contingencia de las aulas. Es inadmisible que la metodología se reduzca a un debate y un diálogo improvisados, sin garantías de rigor, con elección o invención de temas del momento, o asuntos interesados, donde las iniciativas y toma de decisiones provengan del uso sistemático del debate, procedimiento imprescindible en esta área.

- Colaborar con esta materia es colaborar al mal.

- Se hace prevalecer una antropología sin Dios y sin Cristo.

- Se abordan muchas cuestiones que no interesan a los adolescentes, mientras que se insiste poco en que no se puede circular con una motocicleta a escape libre, sin casco y bebido.

- Urge reclamar unos contenidos diferentes en esta materia educativa, que se ciña a la Constitución y a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero que no entre en valoraciones morales. Lo que es formal de la democracia es muy importante, básico para la buena convivencia, pero no puede ser fuente de valor moral absoluto.

4 comentarios:

José Manuel Martínez Limia dijo...

Esta opinión tiene un valor aún más relativo del que, ya de por sí, tienen casi todas las que emito. No conozco el temario de la asignatura y, menos todavía, los libros de texto que la contextualizan, así que sólo puedo opinar con un mínimo de rigor sobre lo que apunta Leo y sobre la catarata de opiniones, a favor y en contra, que nos muestra. Y esto no puede sino conformar una opinión absolutamente parcial y mínima. Pero me llaman la atención algunos elementos que me gustaría puntualizar.

De entrada me llama poderosamente la atención que estamos hablando de una asignatura que se impartirá, según Leo, 1 hora a la semana. No sé si habrá muchas asignaturas que se impartan con tiempo tan precario. ¿Y, si nos parece tan fundamental, tanto para alabarla como para criticarla, por qué esa atención real tan ridícula?. ¿Qué se prentende conseguir con una asignatura impartida 4 horas al mes, es decir, un par de días al año más o menos?. La conclusión, me temo, es que será superflua e insignificante, insisto, para bien y para mal.

La segunda cosa que me llama la atención es que gentes tan cultivadas y preparadas como las que, supongo, participan en la controversia a favor/en contra sean tan superficiales. Y si lo son, estoy seguro de que no es por ignorancia sino por interés (léase interés pecuniario o ideológico que al final, lamentablemente, también es pecuniario). La mayoría de los que están en contra aducen razones del tipo "la escuela no debe valorar las convicciones", "sólo pretende adoctrinar", "no debe entrar a educar en valores morales", "es una intrusión en temas como la familia y el matrimonio", "invade la educación afectivo-emocional", "configura un modelo determinado de ciudadano", ... ¿?. Pero ¿esta gente dónde coño ha estudiado?. ¿En Venus? (o, perdón, les gustará más ¿en Marte?, para evitar posibles asociaciones mentales profundas e incontroladas). ¿Acaban de venir de algún planeta extraño donde la escuela no es, necesariamente al sistema imperante desde la antigüedad, una construcción de adoctrinamiento social, es decir, personal, ético y político?. Es tan evidente este "pequeño" olvido que obvio los ejemplos lacerantes.

Por último quiero resaltar que tampoco me fío excesivamente de los que están a favor y de los promulgadores. Posiblemente la intención de crear ciudadanos informados, exigentes, abiertos a la contradicción y a la complejidad, inconformistas, dudosos, descreídos, democráticos, dialogantes, ... esté mejor sustentada en un estudio más profundo de eso que, genéricamente, llamamos humanidades y, especialmente, creo, en el estudio de la Filosofía y de la Historia. Ahí están las claves de la diversidad humana, social, política, cultural, ética y vivencial. No inventen desde la nada si no es necesario, sean capaces de explicar bien y con criterio que ya hace milenios existió un hombre sobre la tierra que dejó escrito: "Quienes aceptan una única explicación adoptan una actitud no acorde con la experiencia y se equivocan respecto de las posibilidades del pensamiento humano". Porque, en el fondo, a ustedes les interesa más seguir adoctrinando (aunque desde otro punto de fuga) que conseguir que todo el mundo conozca a Epicuro.

Anónimo dijo...

El objetivo último de la Educación debiera ser la Educación para la Ciudadanía, incluyendo en esta la educación para el mundo del trabajo. La introducción de una asignatura con este nombre en el currículo académico pone en evidencia la incapacidad del sistema educativo para cumplir con sus propios objetivos generales y que necesita recurrir a unos contenidos específicos ante la critica del evidente fracaso de las políticas educativas de los diferentes gobiernos que han legislado sobre educación en los últimos años. Mi propuesta en sencilla y repetida miles de veces ya anteriormente por otros autores pero no por ello debe dejarse aparcada o silenciada. La educación es el medio por el cual los individuos se incorporan a su mundo, dotándose de las herramientas para convertirse en personas responsables y autosuficientes, capacitadas para desarrollar un criterio propio acerca de la realidad en la que viven y de hacer un juicio lo bastante equitativo de lo mejor y más conveniente en cada situación. Existen serias limitaciones a este objetivo que están enraizadas en los discursos de las clases dominantes y que hoy día forman parte de la ideología familiar y de los profesionales de la educación. Aun hoy día hay quienes piensan que los ámbitos más importantes de socialización de los niños son la familia y la escuela y no consideran o no tanto a los iguales y a los medios de comunicación como los verdaderos artífices de las actitudes y conductas que reproducen los jóvenes. La familia es el gran ámbito de la reproducción social, transmite valores y sobre todo la condición social de los individuos, pero es totalmente ineficaz ante la influencia de los iguales y de los medios de comunicación, sobre todo en los estratos más bajos de la estructura social, donde las familias tienen menos capacidad de proponer alternativas a las formas de ocio y consumo de los jóvenes. En este sentido las necesidades educativas de los jóvenes en cuanto a valores, sobre todo de respeto a uno mismo, de conocimiento de los propios derechos y de como hacerlos efectivos, van a estar condicionados por los mismo limitadores que los adultos, ósea, la falta de información y participación. El gran reto de la escuela y la educación no está en una asignatura y en unos contenidos determinados, sino en la propia democratización del proceso de enseñanza-aprendizaje, donde los jóvenes escolares puedan participar directamente sobre los elementos curriculares, tanto en contenidos como en metodologías, pero sobre todo en los procesos de evaluación.

Anónimo dijo...

El objetivo último de la Educación debiera ser la Educación para la Ciudadanía, incluyendo en esta la educación para el mundo del trabajo. La introducción de una asignatura con este nombre en el currículo académico pone en evidencia la incapacidad del sistema educativo para cumplir con sus propios objetivos generales y que necesita recurrir a unos contenidos específicos ante la critica del evidente fracaso de las políticas educativas de los diferentes gobiernos que han legislado sobre educación en los últimos años. Mi propuesta en sencilla y repetida miles de veces ya anteriormente por otros autores pero no por ello debe dejarse aparcada o silenciada. La educación es el medio por el cual los individuos se incorporan a su mundo, dotándose de las herramientas para convertirse en personas responsables y autosuficientes, capacitadas para desarrollar un criterio propio acerca de la realidad en la que viven y de hacer un juicio lo bastante equitativo de lo mejor y más conveniente en cada situación. Existen serias limitaciones a este objetivo que están enraizadas en los discursos de las clases dominantes y que hoy día forman parte de la ideología familiar y de los profesionales de la educación. Aun hoy día hay quienes piensan que los ámbitos más importantes de socialización de los niños son la familia y la escuela y no consideran o no tanto a los iguales y a los medios de comunicación como los verdaderos artífices de las actitudes y conductas que reproducen los jóvenes. La familia es el gran ámbito de la reproducción social, transmite valores y sobre todo la condición social de los individuos, pero es totalmente ineficaz ante la influencia de los iguales y de los medios de comunicación, sobre todo en los estratos más bajos de la estructura social, donde las familias tienen menos capacidad de proponer alternativas a las formas de ocio y consumo de los jóvenes. En este sentido las necesidades educativas de los jóvenes en cuanto a valores, sobre todo de respeto a uno mismo, de conocimiento de los propios derechos y de como hacerlos efectivos, van a estar condicionados por los mismo limitadores que los adultos, ósea, la falta de información y participación. El gran reto de la escuela y la educación no está en una asignatura y en unos contenidos determinados, sino en la propia democratización del proceso de enseñanza-aprendizaje, donde los jóvenes escolares puedan participar directamente sobre los elementos curriculares, tanto en contenidos como en metodologías, pero sobre todo en los procesos de evaluación.

Anónimo dijo...

¿Realmente piensas que la asignatura de Educación para la ciudadanía ayudará a tener mejores ciudadanos?