2002

domingo, 25 de enero de 2009

Diario de un Profesor (XIV)

Ser profesor@ hoy



No es fácil ser maestro. Lo es mucho más, hacer de maestro. Tal vez por ello hay quien dice que es más probable encontrar un maestro que un discípulo, ya que parece ser más fácil dar consejos que seguirlos, decir lo que debe hacerse que hacer lo que se dice.

¿Se puede aprender a ser un buen maestro? ¿Se puede enseñar a ejercer este noble oficio? ¿Qué distingue o debiera distinguir a buen maestro de quien no lo es o no lo será nunca? Durante estos días, en el ejercicio de una labor que llega a apabullarme por la responsabilidad que entraña, trato de acercarme a este universo de interrogantes, rodeado de un grupo de licenciados universitarios que manifiestan al estar allí un primer deseo de querer ser futuros profesores. Y debo confesar que sólo puedo dar algunas modestísimas respuestas a estas preguntas tan esenciales.


Creo que una cualidad básica de toda buena maestra, de todo buen maestro, (eso que otros sólo llaman profesor o profesora) debe ser, en primer lugar, tener un alto conocimiento teórico y vivencial de las enseñanzas y de las prácticas asociadas a esas enseñanzas.

En segundo lugar, y sobre todo en los tiempos que corren, debe tener una actitud profundamente ética y, en lo posible, ser ejemplo de coherencia, es decir, de sintonía entre sus acciones y su pensamiento sobre la educación. ¡Ah…difícil arte éste el de la coherencia!

También, será necesario estar libre de la necesidad de lo que llamamos reconocimiento externo a nuestra tarea. Es decir, deberá ser consciente que este trabajo, el de la enseñanza y la educación, se ejerce casi siempre desde la soledad del corredor de fondo, casi en el anonimato, muchas veces, desde la invisibilidad y la ingratitud social y, siempre, siempre, “en medio de la plaza pública”, expuesto al qué dirán.

Quizás por eso, será bueno tener en todo momento y a pesar del temporal de la crisis actual , tal vez por ella precisamente, una motivación a prueba de las bombas de fósforo o de racimo de la opinión publicada y un entusiasmo extraordinario por el hecho de enseñar cada día con grandes dosis de paciencia y perseverancia buscando a cada instante lo nuevo por venir.

Pero, sobre todo, ese perfil ideal habla de un maestro que alienta a sus “discípulos” a investigar y a ampliar sus conocimientos más allá de las rutinas y los saberes acartonados y academicistas de la ciencia escolar oficial. Si, además, ello lo hace favoreciendo el que afloren las emociones y enseña a utilizar las herramientas del análisis, de la reflexión, de la crítica, del diálogo…el buen maestro, la buena maestra, terminan recibiendo en el mismo grado en el que dan. Porque la tarea educativa, si no es enriquecedora, no es.

Y, muy especialmente, ya por último, debe cuidar que los alumnos, mientras tanto, en cada uno de sus momentos con él, se sientan libres para seguir escogiendo hacia dónde encaminar sus pasos.

Me veo frente a los futuros profesores de Geografía e Historia y les hablo de mis afanes:

Que lo importante es pensar sobre el sentido profundo de lo que enseñamos, sobre la actualidad de los contenidos escolares para responder a los retos presentes, para dar a nuestras enseñanzas una utilidad como herramientas de transformación social. Que es por esto por lo que cada vez es más difícil esta tarea de la educación: que nuestros niños y adolescentes, aunque ellos no lo saben ni lo aprecian, bien merecen un desarrollo pleno, una capacitación para desvelar y comprender el mundo en el que viven y hasta la posibilidad de cambiarlo en colaboración con los otros.

Que lo que enseñamos, el famoso y dichoso “currículum”, no es más que una selección de la cultura que alguien ha hecho (ha impuesto) en este momento histórico (como en todos los momentos históricos), pero que puede haber otros contenidos de mayor relevancia social y ambiental, esos que constituyen los verdaderos retos de las generaciones futuras. Y que ello puede presentarse de otro modo, no necesariamente en forma de un libro de texto que en nuestro ámbito científico queda frecuentemente obsoleto y anticuado al poco de salir de la imprenta. Que hay mucho que no entra en las asignaturas y aparece a diario en los televisores y en las ventanas que Internet nos abre a la vida del mundo y que constituye otro saber, otra cultura, con frecuencia más acordes con la vida presente de nuestros alumnos y con la nuestra.

Pero, sobre todo, que hay algo que debe ser cambiado también por quienes se incorporen a la enseñanza y al mundo educativo: Lo que hacemos en las aulas, el modo como enseñamos. En nuestras aulas, a pesar de nuestras resistencias, ya no hay tantas cabezas que llenar con los apuntes y exámenes con los que seguimos empeñados en vivificar nuestros aburridos centros escolares, sino corazones que educar, vidas que ordenar, emociones que encauzar, inquietudes que sembrar… Nuestros alumnos han cambiado a un ritmo más rápido que nosotros y que los contenidos escolares de los manuales escolares y esto nos deja en la desazón y el desaliento, pero no podemos dejarnos derrotar.

Y, en fin, será necesario proseguir el debate. No todo está claro en todo esto. Deberemos seguir buscando respuestas desde la reflexión compartida.

Y mientras pienso en todo esto, recuerdo que en el “colegio público” de mi pueblo, no sé exactamente a propuesta de quién, se han vendido algunos uniformes. He podido ver a algunas niñas y niños con ellos. Incluso en el seno de la Junta de Delegados del Instituto, contagiado y entusiasmado con la idea, algún chico o chica, la ha propuesto para todos en el centro. No sé yo, pero este intento por “disfrazar” el cuerpo tal vez revele nuestro naufragio colectivo a la hora de buscar una mejor manera de enriquecer el “alma”, la función principal de la educación…esa tarea que maestros y futuros maestros tendremos siempre entre manos.

9 comentarios:

J.Joaquín Santos dijo...

Dificil tarea la de educar, pero yo sé que darás la talla Leo. Nunca me distes clase, pero siempe tuve buenas referencias tuyas. Sin duda los que se dedican a la educación teneis una ardua tarea, a veces poco agradecida por delante. A día de hoy admiro a la mayoría de los profesores que se cruzaron en mi vida, por su paciencia, y su buen hacer. Un abrazo y ánimo que tienes en tus manos muchas generaciones que educar.

Anónimo dijo...

Hola Leo, si me permites me gustaría participar de tu blog por primera vez y aportar otra perspectiva, sin por ello desdeñar la tuya que como siempre es tam interesante y enriquecedora.

Pienso que el uso de uniforme seria una buena medida que ayudaría a por un lado eliminar la desigualdad social que se manifiesta en la estética y dos prevenir de estigmatizaciones de tipo cultural o religioso.

En cuanto a los nuevos profesores, y a los viejos tambien, entre los que tu seas de las pocas excepciones de la profesión educativa, siempre recurro a Freire, un buen educador debe ser un buen educando, a la escuela todos vienen a aprender, porque si no, poco podrán enseñar.

LEONARDO ALANIS dijo...

Desde luego. Ya lo decía él: nadie se educa solo, nos educamos con otros (y contra otros). Freire bien merece un encuentro para debatir y profundizar. Es el más grande pedagogo del siglo XX. Lo haremos en la futura TERTULIA PEDAGÓGICA, que comienza el próximo 9 de febrero en el IES Gerena, a la que quiero que asistas, que asistáis muchos. Será a las 5:30 de la tarde. En la primera sesión explicaremos cómo funcionan las "tertulias dialógicas" (concepto esencial en Freire). Lo haremos de la mano de la experiencia de Eduardo Barrera,un conocido y querido maestro de muchos de Gerena, que nos hablará, además, de la experiencia que llevan a cabo en el CEIP Andalucía, en las Tres Mil Viviendas. Ya haré una entrada próximamente en el blog, pero desde ahora corred la voz. Os espero a todos.

Anónimo dijo...

Con todo respeto deberías en tu escrito suprimir la palabra ENSEÑAMOS por APRENDEMOS, porque seguro que tu aprenderás día a día con tus alumnos. Y muy buena propuesta de José Juan la implementación de uniformes y sobre todo en estos momentos de crisis que se avecina.

José Manuel Martínez Limia dijo...

Hablar de educacíón a secas es prácticamente imposible, porque, para empezar, no se parece en nada la educación (ni en métodos, ni en medios, ni en objetivos) con niños de 7 años, con jóvenes de 14 o con universitarios de 21.

Hace muchos años me hicieron un test en el que había esta pregunta: ¿Qué es lo más importante para ser un buen vendedor?. Respuesta: conocer el producto. Error. Tantos años después sé que la respuesta correcta es: conocer al cliente. Contra mejor lo conozcas, en todos los sentidos, más posibilidades tienes de venderle, aunque no sepas muy bien lo que le estás vendiendo. Sin querer enfatizar una relación directa entre el ejemplo y el caso, puede que lo más importante (dependiendo de la edad de la que estemos hablando) no sea saber mucho de Historia, sino conocer al niño.

Creo que hay que partir de una base sólida: la educación es un proceso global que no se puede desmigajar. Cuando se enseña Historia se enseña vida; cuando se enseña Matemáticas se enseña vida; cuando se enseña Baloncesto se enseña vida. Si no estás interesado, pues, en el niño y en la vida, no puedes enseñar nada. Y el niño y la vida, según aseguró ya Aristóteles, es también la sociedad.

En cuanto a los uniformes. ¿?. Parece una perogrullada pero se inventaron para uniformizar, para laminar la diferencia, pero no inocentemente, sino para suplantarla por una igualdad ficticia, falsa y peligrosa. ¿Será un signo de los tiempos que una parte de la progresía irreverente acabe dándole la razón al sacerdocio?.

Anónimo dijo...

El uniforme o ropa de trabajo es una conquista social de los trabajadores, igual que la seguridad social y laboral.

Mientras en la escuela privada el uniforme tradicionalmente ha servido como signo de distinción, en la escuela pública el uniforme como los libros de texto es una conquista pendiente.

La sociedad actual marcada por el consumismo y la moda, provoca que se impongan señas de identidad determinadas por las marcas comerciales de las prendas de vestir que si que están uniformando a los jovenes estéticamente.

Este hecho estigmatiza a los jovenes en cuanto que no acatar las reglas de la moda produce automáticamente el rechazo de sus iguales, hecho que incide directamente en la autoestima de los jovenes, en un momento en que precisamente necesitan de señas de identidad para el normal desarrollo de la personalidad.

El uniforme escolar serviría a su vez como medida que estimule el desarrollo de la personalidad, en la busqueda de señas de identidad que no estén relacionadas con la estética y más con los valores humanos de la solidaridad y el respeto a los demás independientemente de como se vista.

Sandra F. dijo...

Hola Leonardo:

Soy Sandra Rufo, antigua alumna tuya, en el IES de Gerena. Lejos de mi tierra que me vio nacer, en este gran invento que es internet,encontré este fantástico blog por el blog de Álvaro Arias.

Después de casi 10 años que dejé el insti,ahora soy maestra de educación infantil.Trabajo en un cole con niños de 3-4años pero aún no me libré de las dichosas opos je je je!

Un abrazo muy grande y me alegra que sigas siendo el buen profesor que conocí hace años.

SALUDOS DESDE SANTIAGO DE COMPOSTELA

Sandra

LEONARDO ALANIS dijo...

Me alegra mucho saber de ti. Me alegra aún más saberte educadora. He encontrado ahora tu comentario, llevaba días sin poder hacer uso del blog: los misterios de los ruters y todo eso. Ya hablaremos. Te deseo todo lo mejor. Vales lo que necesitan tus alumnos y una escuela renovada cada día. Un beso.

Sandra F. dijo...

MUCHAS GRACIAS, seguiré leyéndote en la distancia.

Un abrazo